29 de octubre de 2011

El tóxico japonés. Murakami 四.

Don Ramón del Valle-Inclán.
     Según Murakami, por lo que cuenta, en Japón, la profesión, el oficio, la vocación de escritor llevaba aparejada, para sus conciudadanos en general  cierto sentido de decrepitud, una vida decadente y un tanto canalla. En el extranjero no parecen tener esa imagen, dice. Creo que fue Primo de Rivera, el general, quien llamó a Valle-Inclán “extravagante ciudadano” y algo de ello había de cierto: con la bohemia al hombro con brazo, viviente noctívago y durmiente diurno. Extravagante, Ramón. Bohemio, perdulario, sablista… Alejandro Sawa… Baudelaire, Rimbaud… Cientos, miles quizá de extravagantes creadores, escritores, por todo el mundo. Esta idea del creador como persona loca, rara, anormal, marginal, desde donde me alcanza en sus principios, lo hallamos en Platón y en su Poética, donde habla del escritor como ser que debe ser expulsado de la República por anormal, por loco y andando para el teatro. Y es que empieza uno, como decía De Quincy en su Murder Considered as One of the Fine Arts, primero, asesinando, después, dándose a la bebida, para terminar dejando de ir a misa, y parece ser, en Japón, en último extremo se pone uno a escribir novelas cuando ha alcanzado la más alta cota de la escoria humana, ¡qué cosas, charlie! El camino de la insania lleva al arte.
Alejandro Sawa.
    Definitivamente y aquí me planto: no entiendo a los escritores orientales. Si el proceso de escribir novelas, según Murakami, comienza calzándose más de doscientos kilómetros al mes; si sus paisanos dicen que lo hay es que colgarse toda la inmundicia para crear… Servidor dimite y hace lo del florentino: mira y pasa. Lo siento.
Vincent Van Gogh.

Arthur Rimbaud.
    Completo la entrada. El autor del libro nos dice que el hombre nace portador de una toxina. El escritor al manifestarse en sus textos la libera. “Y todos los escritores, en mayor o menor medida, deben enfrentarse a esa toxina y, sabedores del peligro que entraña, ir asimilándola y capeándola con la mayor pericia posible. Porque sin la intervención de esa toxina no se puede llevar a cabo una auténtica labor creativa en el sentido verdadero del término”.  Para él, “por su origen, los actos artísticos contienen en sí mismos agentes insanos y antisociales. Admito esto sin paliativos”. La vieja teoría de la formación de la perla: el creador a partir de la chinita introducida en su existencia –un mal, un complejo, una desgracia, una tara…- forma a base de su creación una perla… y etcétera. Me pregunto yo si no estará hablando Murakami del pecado original, del fomes peccati, que llamó Trento… lo que mezclado con la idea de Gidé de que con los buenos sentimientos, el bien… no se hace buena literatura desemboca en esta pobre teoría de la creación.
    Supongo, y lo supongo por lo que leo y me dicen, que Murakami es un buen novelista. Él se tiene por un mediocre y esforzado corredor de maratón. Yo, desde ya, lo tengo por un mal preceptista. Sayonara, señor Murakami. En otras nos veremos.
Charles Baudelaire.

3 comentarios:

  1. Lo de la toxina me recuerda a la teoría del flogisto, que intentaba explicar, de aquella manera, los procesos de combustión de los materiales.

    Resulta significativo, por lo que actualmente se sabe del arte, del artista, del proceso de creación, por no hablar de todo ese circo que hay montado alrededor de él, que este autor utilice el recurso de la toxina para explicar una buena parte del proceso de creación literaria.

    Un abrazo, me voy corriendo a ver Rafael, hizo las pruebas del Alcalá C. F. y lo hemos federado. Me queda hablar de tu cita de Platón.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Según Aristóteles (s. IV a. C.) la poesía era/es un arte o una actividad creadora (espiritual, libre) que el hombre desempeña mediante el lenguaje, con el afán de crear algo, por el placer de crearlo. Es un don poder o saber escribir, esto de la toxina suena mas bien a ciencia ficción. No crees?

    ResponderEliminar
  3. Querido Anónimo: Platón es el inicio del idealismo que llega a nuestros días y que navega en el individualismo romántico -estela, creo, en la que se cubre Murakami-. El Estagirita, sin embargo, es padre de una metafísica realista que nada tiene que ver, digamos, con Platón... Es complejo, sin duda, y ni yo soy la persona idónea, ni aquí hay espacio para una interesante exposición... Quizá siga algo en el blog, pero sin contar ya con Murakami... Gracias por su lectura y su comentario.

    ResponderEliminar