
Antonio
José Alcalá fue dado a la luz de este
mundo en Jaén, en la vieja Maternidad levantada frente al actual Museo
Provincial, en el Paseo de la Estación, entonces Avenida del Generalísimo, en
el año 1961.
A los tres años se inició profesionalmente como parvulito en el Colegio de las
Hermanas Carmelitas. De él guarda algunos recuerdos: carreras por el patio, un
tobogán de hormigón, el cuarto de las ratas, el gusto por los lazos de
terciopelo que las niñas llevaban –muy suavitos y de discretos colores-... De
aquí pasó a la escuela de don Sabino, donde ya sabía leer: en esta estuvo poco
tiempo. Muy pronto lo cambiaron a una escuela de la que recuerda demasiado,
aunque mejor casi olvidar todo. Sus tiempos libres eran de juegos y amigos, de
arcos y bolas y trompos, de campo y tirachinas, de carretones y pinchiquis,
de fútbol... Amigos nacidos en la infancia que aún lo son muchos de ellos. Casi
infinitas las horas de tenis de mesa, especialmente en verano...: campeonatos y
viajes, y más y más amigos.
De su adolescencia fue testigo el instituto “Virgen del Carmen”. Desde sus
ventanas vio cómo se iba Franco y llegaba la Democracia..., sin dejar de ir al
campo todas las semanas, sin abandonar el tenis de mesa ni el fútbol con los
amigos y muchos campeonatos y horas divertidas sin tasa. En estos años se
convirtió en devorador de libros que sacaba de la llamada Casa de la Cultura,
en esta conoció a Pío Baroja y Azorín, a Hemingway, Unamuno, a Valle y Machado,
a Miró, Galdós, Tolstoi, Dostoievski, Bécquer, Ana María Matute, Dámaso
Alonso... y muchas, muchas biografía de escritores, políticos, pensadores... Se
quedó prendido en Delibes con quien compartía una pasión: los libros, y el
campo con escopeta y perro. Un día de verano inolvidable el escritor
vallisoletano le contestó a una carta, la primera que le escribía de lo que fue
después una correspondencia que se multiplicaba... Comenzaron también los
primeros escarceos literarios: novelas a las que les faltaba fuelle y les
sobraba ignorancia e ilusión, obras inacabadas, inservibles, borradores y
ensayos que a ningún puerto llegaban; cuentos breves con los que concursaba en
premios que no ganó... Una vez ganó un premio con un generosa recompensa: no lo
olvidaría nunca.
Más aulas en Jaén y empezar a dar clase y más aulas como profesor y como alumno
en Jaén y Granada. Trabajar, estudiar, leer, cazar, escribir... Trabajar, una
necesidad amable. Estudiar, un afán insaciable por saber. Leer y cazar, dos
pasiones vocacionales. Escribir, un impulso irrechazable sin destino definido.
Todo ello siempre rodeado de amigos.
Viajó mucho por España y pasó largas temporadas en muchas ciudades, como
también lo hizo algo en el extranjero. Siempre le interesó más el paisanaje que
el paisaje, más los pájaros que las jaulas. Animado, empujado, sorprendido,
publicó su primer libro Educar para el trabajo, obra que
alcanzó tres ediciones y se publicó en México y Nicaragua. Escribir cobró
sentido en los demás por ser un modo de amar a los otros, una forma de darse.
Así nacieron obras que duermen y tres novelas que, editadas, viven su propia
historia al margen del autor: Escalera de sinvergüenzas, Amanda,
querida, Soy Gutiérrez, Dios no come caracoles, Cuentos para ti y Un
charlie cualquiera. Muchos cientos de artículos en la prensa y en su blog Un charlie cualquiera. El
hogar del lector son testigos volanderos de este mismo afán. En algún sitio
dejó dicho que Escribo por necesidad. Buck, el perro de Jack London,
acude a la llamada de lo salvaje y yo acudo a los personajes, a las tramas...,
a los libros y al ordenador por una llamada, no sé si salvaje, pero sí
igualmente profunda. A veces me hago el sordo durante un tiempo, me resisto,
pero... Sus últimas novelas terminadas, y aún sin editar, se
titulan Aventura en marcha, España no perdona;
sin terminar y con título titilante tiene El descanso de mi negra.
Un ensayo también sin editar, dormido en originales y en su ordenador, titulado
EL PRINCIPITO: una
reflexión ética. Dos biografías
también esperan ser editadas: Cervantes, un español paciente y Alcalá
Venceslada. Un andaluz presente, que se editará en este año 25.
Por esos años también terminó alguna licenciatura y se doctoró en Literatura
con una tesis sobre su amigo de adolescencia: La idea de progreso en la
novela de Miguel Delibes, a estas alturas ya fallecido el escritor
vallisoletano. Ninguna de sus actividades de juventud ha dejado de ser en su
vida. Con tres años entró en un aula, con sesenta salió de otra, ¡cincuenta y
siete años entre su condición de alumno, de profesor, de alumno-profesor
guardado en las aulas! Hoy jubilado de la enseñanza sigue preocupado por la
educación y sigue cazando y leyendo y escribiendo y yendo y viniendo entre el
tesoro impagable de sus muchos amigos.