Perdóname charlie que me dirija
hoy el nuevo ministro de Cultura y Deporte, don José Guirao y que me extienda
más de lo habitual, ya perdonarás.
Para comprender lo que escribo es necesario escuchar las necedades que dice el ministro en este vídeo. A ver, así son las cosas...
Don José, vamos al turrón, que se lo comen las avispas:
Le concedo que usted que, como
ministro del ramo, la Cultura y el Deporte, pueda ignorar cómo se juega al
base-ball, o quién es el seleccionador nacional de tenis de mesa –excelente y
vistoso deporte-, pero quien ignora, si es prudente… e inteligente, señor
ministro: se calla y no mete el dedo en el ojo a cientos de miles de conciudadanos.
Su condición de licenciado en filología -con ignoro qué alcance en su caso por
los empleos disfrutados-, y siendo yo doctor en la misma materia, debería
reconocer que no todo el campo es orégano de su opinión y, al menos para mí, hay
tablillas que me indican acotados donde soy ajeno a la materia… y, por
prudencia, debo callar. Convendría que el señor ministro, por lo mismo, también
callara sobre cuanto ignora.
El señor ministro es imbécil patanegra
al demostrar su ignorancia y ponerse en ridículo público. El señor ministro al
hablar de la caza se ha metido en un campo sin puertas donde no distingue una
ortiga de una aulaga ni un aguilucho cenizo de una torcaz… Don José, sin ningún
respeto se lo digo: usted es un ignorante y como tal un atrevido. Pura carne de
imbécil y se lo voy a demostrar mal que me pese al hilo de sus propias
palabras, aunque la entrada de hoy sea larga, pues la enmienda del tonto de
libro, del tonto como Dios manda, que diría Cela, es larga como su rastro. Más
temo al tonto que al malo, pues del malo solo es esperable maldad, pero ¿y del
tonto qué esperamos?
No dudo de sus capacidades, don
José, en los ámbitos en los que sea competente, que no se trata ahora de eso,
sino de una breve alocución dirigida sobre la caza y los cazadores, que
antecede en un enlace de esta entrada. Siento vergüenza ajena al escucharlo,
por ser el ministro de Cultura de mi nación. En sus palabras, sin embargo,
demuestra usted no tener vergüenza de su supino analfabetismo sobre lo que la
caza y los cazadores sea y son. Lo siento, señor ministro, usted es un
pardillo, primera acepción de la entrada de la RAE, que no la tercera que, me temo,
no sabría distinguir en el campo del que usted habla. “1. adj. despect. Dicho de una persona: Rústica o ignorante. U. t. c. s.”, este pardillo es usted, don
José.
En su alocución hace de una
anécdota categoría: “Invaden mi casa”, se queja, le ruego que me disculpe don
José, los “cazadores” que invaden su casa, como usted dice, no son cazadores:
son unos delincuentes porque están infringiendo las leyes. Otro asunto bien
distinto es que los cazadores legalmente practiquen su actividad en una finca
donde está autorizada la caza; que a usted no le guste, sin tener por qué
afectarle a usted y a su casa: en ese caso hay un enfrentamiento de intereses
que debe resolver un juez. Quien conduce bebido, y con velocidades imprudentes,
no atenta contra el deporte del automóvil, sino contra sus conciudadanos a
quienes puede matar al provocar un siniestro. Por este problema no vamos a
prohibir los coches ni la Fórmula 1, por ejemplo, ¿no le parece?
La comparación que hace sobre la
superpoblación de cabras en Gredos y la superpoblación supuesta de personas en
el mundo deja bien a las claras que usted ignora quién es Malthus y sus teorías
del crecimiento humano, etc., entiendo que usted ignora también qué sea el
neomaltusianismo; estoy seguro de que usted, también por lo que dice, no ha
oído hablar de las campañas en todos los países posibles –pero principalmente
en los más pobres- contra la natalidad… Señor ministro, sí: el hombre,
erróneamente, ha interpretado que es el dueño de todo, incluida la vida del no
nacido, y ahí tiene usted el aborto; el hombre no ha dejado de promover guerras
por doquier para vender sus armas, para eliminar a sus congéneres… Sí, señor
ministro, no sé si hay superpoblación de cabras en Gredos, como usted afirma,
ni siquiera creo que haya superpoblación humana en el mundo como usted defiende,
pero estoy seguro de que los ingenieros de montes, los biólogos, etc., quienes
saben, y que han determinado el conteo de cabras en Gredos, tienen idea más
exacta y ecuánime que la suya con respecto a si el monte puede o no soportar una
cantidad determinada de animales, dado que no hay enemigos naturales que puedan
regular su población. Siempre el hombre luchó contra las plagas: de langostas,
de moscas, de topos… y de tontos, que son las más peligrosas y dañinas. Sus aseveraciones
contra esos cazadores es la propia del cazoletero metomentodo que de todo sabe,
que de todo habla, para demostrar solo su flagrante ignorancia. El callar sobre
lo que se ignora, ya sabe, señor ministro, es oro. Usted solito puede ser toda una
plaga.
Acto seguido habla usted de los
hombres como seres soberbios que maltratan y utilizan todo lo que hay en la
naturaleza, y enumera: “los animales, las plantas, el agua, los árboles”. Ya le
digo, don José: un árbol, por si no lo sabe… -que obra de misericordia es
enseñar al ignorante- es una planta… Quiero decir que usted no lleva el hilo…
El cazador, como cualquier humano, necesita comer. Ignoro lo que el señor
ministro almuerza, quizá piedras (Ortega ya lo anunció), pero el resto de la
humanidad consume: carne y plantas, bebe agua, siembra y recoge frutos… Eso no
es maltratar. El cazador, como el resto de los humanos, no maltrata nada de
cuanto usted dice… En términos generales la presencia humana en la Tierra no es
inocua… No lo ha sido y no dejará de serlo. Mi tesis doctoral, La idea de progreso en la novela de Miguel
Delibes, da buena cuenta de lo que estoy hablando. Nunca, señor ministro,
se puede hacer una tortilla sin romper huevos. Nunca podrá vestir el señor
ministro, ni escribir, ni conducir su coche… sin alterar el medio ambiente…,
pero el hombre puede y debe paliarlo. Nadie, absolutamente nadie, mejor que el
cazador cuida de los campos donde caza. Nadie mejor que yo cuida las perdices
donde yo cazo y a los conejos, y busca el equilibrio. No solo no maltrato, sino
que invierto mi tiempo y mi dinero, don José, en defender el medio donde las
especies se reproducen, crían, viven… Por supuesto, los cazadores invertimos
más dinero que su ministerio en buscar el equilibrio del que usted predica y
nosotros sacamos el trigo de nuestros bolsillos. Yo soy un ecologista que,
además, señor ministro, paga, no como esos otros ecologistas de subvención
apesebrados.
Don José, sobre la profunda reflexión del poeta Gary Snyder, tan
autorizada como la suya, no seré yo quien le conteste, sino dejaré que sea un
escritor de reconocido prestigio quien lo haga, Arcadi Espada: «El nuevo ministro, José Guirao,
declaró en un acto de la asociación Capital Animal: "Hay
que considerar a los animales iguales (al ser humano) en todo: en inteligencia,
en sensibilidad, en derecho a la vida".
»Nada
tengo que oponer a este desahogo normativo. Guirao no dice que los animales son
iguales al ser humano en inteligencia y sensibilidad. Eso le obligaría a
presentar pruebas científicas de las que no dispone. Pero si se trata solo de
una aspiración ética, por mí como si quiere extender el aserto a las figuras de
porcelana de Lladró».
Escrito queda.
Preguntarme si somos capaces de
hacer lo que hacen las aves migratorias, preveer [sic] un terremoto… El señor ministro de Cultura y Deporte no tiene
una muy fecunda ni feliz imaginación por las comparaciones que pone, sino más
bien al contrario: cortita cortita… Da lástima oírlo, señor Guirao… Por cierto,
señor ministro, no existe el infinitivo ‘preveer’, sino ‘prever’ y eso, así
dicho, en boca de un filólogo como usted, dice mucho de sus luces… y sus
sombras. La reiteración de la palabra comodín ‘cosa’ demuestra su pereza mental
y su incapacidad para hallar las palabras adecuadas.
¿Necesitamos un cambio
antropológico radical? Perdone, ¿usted sabe lo que está diciendo? ¿Usted tiene
idea de qué es la antropología? De caza no sabe y habla, de plantas no sabe y
habla, de antropología no sabe y habla… Sí, sin duda, señor ministro,
necesitamos una cura de humildad, pero unos la necesitan más que otros. También
lleva razón en que no se da una relación equilibrada e inteligente con la
Naturaleza, solo con escucharlo usted se ve bien a las claras: su ignorancia
agreste y morrocotuda tiene un grado absoluto de evidencia que daña la Naturaleza.
Y me planto ya, don José, rebatir
a un tonto también se hace pesado y arduo… Y ya le digo, señor ministro, aquí
lo dejo… con sus tonterías. Le doy la bienvenida al campo de batalla y cuente
conmigo siempre en el otro lado al que usted ocupe. No soy yo quien se puso
ahí, sino usted quien me colocó ahí.
Respeto su persona, que dejo a
salvo, pero su opinión es la imbecilidad propia de quien es ignaro en una materia
y se mete donde no lo llaman. He sentido pena al escucharlo. Vapulearlo más…
era faltar a todo, pues me parece usted un guacharro implume ajeno en nido de
cuco, pobrecito, señor Guirao. Cazar a los cazadores es actividad cinegética
mayor que, cuando se ejerce con escopetas de caña, como usted lo practica, no
hacen pupita y las puede usar el nuevo ministro cuanto quiera, eso sí: con
pólvora del contribuyente.
La caza, don José, no es solo una
realidad económica, deportiva, social, ecológica…, es una realidad
antropológica inherente al ser humano en cuanto animal y que, a su vez, se
plasma de forma fehaciente en la inteligencia de un animal que pugna contra
otros que le aventajan con sus instintos.
Termino, don José: El señor ministro,
especialista en las vanguardias, no llegó a la novela de los 50. De haber
llegado y haber leído a Delibes sabría que otro ministro de cultura socialista,
el onceavo Javier Solana, declaró con
solemnidad que el primer ecologista español era un cazador y escritor llamado
Miguel Delibes Setién… No estaría de más, para empezar, que leyera los ensayos
que este autor tiene sobre la caza.
Queda a su disposición s.s.s.,
Si señor con dos...., esta la cosa para echarse al monte y hacer como con los franceses antes de que acaben con este país.
ResponderEliminarSiempre gozo de buena lectura con tus entradas. A este ministro lo has cazado al tiro.
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