Aún recuerdo el periódico El
País de los años 70, aquel del que eran accionistas Fraga y los Garrigues
Walker, donde escribía la izquierda caviar, rica y guapa y representación de todo
lo culto, lo avanzado, lo progre… Un periódico siempre cargado de rencor contra
la Iglesia, era, y es, el rencor contra la excelencia (aún recuerdo quiénes escribían
la sección de Religión). Miro El País digital y no hay ni una referencia
a lo que ha sucedido en Roma con la juventud, reunida en torno al Papa, Iglesia
viva, joven, moderna, sin complejos, que se arrodilla ante un hombre, que en
ese momento es Dios, para confesarse y pedir perdón por sus pecados… Sí: por
sus pecados. El pecado no es cosa de pacatos y de ñoños… es la realidad del
hombre que, al andar por este mundo, levanta polvo y se ensucia…, pero pide perdón
y se levanta. Para El País no hay peor desprecio que no hacer aprecio… No
hay como cancelar al otro: “cartucho que no te escucho, fideo que no te veo”,
decíamos los niños. Es el fascismo de izquierdas -léase a Gentile y a Habermas
y a Adorno- que tiene sus civilizados modos de liquidar al otro, al enemigo -no
reconocen adversarios-, y lo hace silenciándolo.
Con todo respeto al otro, sin
embargo, la Iglesia santa, con los defectos y pecados con que concurrimos sus
hijos, sigue con los brazos abiertos para todos, de rodillas… y sale como el
padre misericordioso a esperar a los hijos que se marcharon. Muchos de ellos
dicen haber perdido la fe, pero ignoran que sencillamente la abandonaron, ¡que
no es lo mismo!, y no la buscan entre los libros, entre los días del pasado,
entre las personas que conocieron, entre las páginas de la vida más o menos
mediata.
El
Papa anima, exhorta a miles de jóvenes a ser «testigos de
la justicia y la paz», sin complejos… ¿complejos de qué? Ni de superioridad ni
de inferioridad, por Dios: con el ánimo continuo de escuchar y servir, de
apoyar y llevar a los amigos con el Amigo, con Dios. Nuestro padre Dios solo
saber contar hasta uno: tú eres uno y yo no soy dos, soy también uno… Y a
ninguno da por perdido: una y otra vez sale al encuentro… Duc in altum!
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