¡Qué cierto es aquello de la
imposibilidad de amar lo desconocido! Comunicarse, tratarse, conocerse lleva a
la comprensión y al amor al otro… Llevo semanas dedicado a la lectura, como ya
he escrito aquí, sobre y de Luis Cernuda… No tengo motivos para decir que es
escritor hermético (tampoco meridiano), pero es bien cierto que, a medida que
abundo en él, en sus escritos, en sus reflexiones, en su pensamiento, en los
detalles de su vida y cómo la percibe y comunica… le voy tomando afecto y
siento una profunda pena por el poeta, por su sufrimiento que nace de su
homosexualidad, de un amor que busca y no logra. No me apena su condición
homosexual, aclaro: me apena que esa condición suya lo hiciera tan desgraciado
(por su actitud y la de quienes le rodearon y el momento en que vivió). De esa
condición suya nace un ser humano dañado de personalidad romántica y crepuscular…
Pobre Cernuda…
No he leído en ningún texto crítico
que aplique el término de existencial
a la poesía cernudiana, cuando creo que le vendría como anillo al dedo. El status viatoris -el estatuto del que va
de camino- alinda al hombre no ya con la muerte, sino con la desesperación, el
vacío, la atracción absoluta de la nada… Hallo en Cernuda la pugna constante y
en soledad con el otro y con lo otro por afirmarse, siendo esta afirmación tan
lábil y quebradiza que casi no existe. Confunde -básico en el existencialismo-
esencia con existencia y así, el poeta, que no cree en ningún Dios, tiene la
plena convicción de un thelos que no
sobrepasa la muerte. La vida carece de trascendencia; lo único que trascendente
para el poeta es su obra, que cuida y mima con el mismo atildamiento con que
viste y posa en las fotos. El poeta errante y sin sentido se busca y se
reconoce en su poesía, insisto, avecindado entre la nada y la desesperación…
Busca, anhela un sostén existencial, pero no halla sino vacuidad en cuanto le
rodea: busca la impasibilidad clásica, que no sacia. Niega la existencia de un
amor que no existe, pero que con ahínco busca. La realidad le es hostil, los
demás, los seres más diversos carecen de la entidad que su deseo busca y no se
resigna, y se rebela, y se va destrozando a sí propio en sus versos y en su
vida: sin amor ni amigos… ¡Amargas y acendradas quejas en sus versos! El amor
se convierte en el imposible necesario de una felicidad inalcanzable. En Un Río, un Amor nos habla de un deseo
bueno, pero corrupto y de un placer que por efímero lleva al vacío y la
postración. Solo ante su soledad, ante la soledad absoluta se encuentra Cernuda;
ese estar solo es un modo de no ser, pues no se es sin el otro.
A veces escuchamos algo
relacionado con la crítica de un libro, lo leemos, lo repetimos, ignoramos su
origen, por doquier nos lo tropezamos. La
Realidad y el Deseo es libro que recibe el calificativo de apasionante, imprescindible, esencial…
de la poesía de este siglo, no sé si española o del mundo…, pero, en cualquier
caso, si no hay personas imprescindibles, mucho me temo que tampoco haya libros
que lo sean, ni esenciales…, aunque quizá “apasionante” (FLYS, lo dice) sea un
buen calificativo. La Realidad y el Deseo
también es biografía espiritual será
como también se repite, pero de una vida fracasada, al decir de su protagonista.
Leo de corrido, primero, para
después vagabundear por poemas y estrofas, por algunos versos… Quiero expresar
por qué el último libro de la edición que manejo, Invocaciones a las gracias del mundo, me parece el mejor de los
libros, pero no logro convencerme a mí mismo. No hallo razones de peso. Retomo
el libro y releo poemas de Donde habite
el olvido. El mejor comentario que he leído sobre la obra en su conjunto es
de Ricardo Gullón: siempre me pareció esclarecedora su crítica para Juan
Ramón, Machado y ahora para Cernuda… Para este crítico «El joven marino». Es
posiblemente su mejor poema… No para mí, pero mi opinión es bulanico que el
viento arrastra; para García Montero el mejor poema es «Si el hombre pudiera
decir lo que ama» de Los placeres
prohibidos… Al parecer, como la tónica, la música y la poesía son cuestión
de probarlas una vez tras otra hasta cogerle el gusto, el punto, que diría
otro…, pues eso. Si le agrada algo la poesía, puede dedicarle a Cernuda un
tiempo en esta incierta hora del otoño que se resiste a despedirse del verano
sin prisa por ser él mismo.
Sigo con mi viaje por Cernuda y tropiezo con un texto muchas veces citado sobre el autor sevillano. El texto es de Octavio Paz, La palabra edificante (publicado en PAPELES DE SON ARMADANS XXXV, núm. CIII, octubre de 1964 e incluido en la edición de Derek Harris, LUIS CERNUDA, col. Persiles-103, serie El escritor y la crítica, ed. Taurus, 1ª ed., Madrid, 1977). En él encuentro cumplida y certera explicación a la realidad existencialista presente en la obra de Cernuda (v. pp. 148-149) y que hasta el momento echaba de menos en lo leído.
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