Vengo
aliquebrado de la lectura de las Cartas a Katherine Whitmore. Los versos de Salinas, para mí, durante tantos años
cargados de belleza, generosidad y altruismo, poemas del amor humano que
elevaban… se han quedado entenebrecidos al saber de su turbio origen. La
generosidad de quien da es más limpia cuanto más limpio es el origen de lo
regalado, de lo dado, de lo generosamente ganado y otorgado… al otro. Entiendo
que esto puede quizá ser opinable, pero de la mano van belleza y bien y desde
los 14 desconfío de quienes se cargan de buenas intenciones… fallidas.
Largo lamento, se supone, es un conjunto
de poemas, hecho libro por su yerno, Juan Marichal, que Salinas escribe al hilo
de la pérdida de la amada. El amor que siempre fue imposible, por voluntad de
Katherine –ella no quiso casarse con Salinas-, una vez definitivamente roto,
genera unos poemas, distintos y distantes de La voz a ti debida, que ponen un muro insalvable entre Salinas y
Whitmore. Salinas no parecía satisfecho de este poemario que se edita en 1981 y
es por ello que estos poemas ven la luz treinta años justos después de haber
muerto su autor.
Todos
lo que padecimos de amores –y no solo les ocurrió a Garcilaso, Salinas y otros
cuantos- sabemos que no es lo mismo dejar a la persona amada, que ser dejado
por ella. El abandonado siempre sufre la sinrazón y un desgarro lacerante que
puede desmembrar la vida misma, toda ella fibra a fibra. El poeta abandonado de
ordinario, se eleva sobre la terrible realidad por medio de su comunicación
poética: siente la necesidad de vaciar su mundo interior en el papel y el verso
–el hombre corriente padece hundido, deprimido y sufre en silencio cómplice con
quienes le rodean-.
En
el citado epistolario, se añade un apéndice donde la misma K. Whitmore narra de
forma esquemática su relación con el poeta y el recorrido de las cartas. El
amor adúltero entre ambos no tiene más salida que la ruptura. Ella misma en el
citado apéndice lo explica: “La última vez [que lo vio] fue en la primavera de
1951, el año en que murió. Había venido a Northampton para dar una conferencia
y pudimos hablar unos minutos. Yo siempre había albergado la esperanza de que
llegara entender por qué tuve que romper con él. Así que se lo pregunté otra
vez: «¿No entiendes por qué tuvo que ser así?». Me miró con tristeza y
contestó: «No, la verdad es que no. Otra mujer, en tu lugar, se habría
considerado afortunada?». Eso, querido Pedro, es sin duda cierto, pero «yo no
soy más que lo que soy»”.
En
los poemas de Largo lamento, Salinas
se ve a sí mismo como una sombra. Su realidad se ha desvanecido y solo es
propiamente sus recuerdos de los momentos pasados con la amada. Los detalles insignificantes cobran una
categoría inmensa en lo mil veces pensado, sopesado, recordado. Así la amada es
invocada por su pitillera o su tabaco, por sus zapatos, por el mechero, sus
guantes, sus manos, sus hermosas piernas… todo ello puro pasado acabado,
irretornable, presente inalcanzable: largo lamento.
El
presente se deshace en nada, es fútil sin la presencia de la amada. Todo
precariedad, trivialidad… aburrimiento, camino sin camino, sin sentido.
Perdóname
si tardo algunos años
Todavía
en dejarte
Escribe
un Salinas derrotado. La amada ha dado la espalda al amado: se vuelve y no lo
mira. La luminosidad de su vida desaparece y con ella el poeta se vuelve sombra
que vive en las sombras. No obstante el poeta no se resigna a una negativa
definitiva: sigue al aguardo de su retorno, no pierde la esperanza, necesita la
presencia de ella que lo devuelva al sentido.
La
hoja caída del árbol en el otoño quizá se pueda confundir, pero…
…
la confundiste
con
cualquier hoja de esas
que
editan por millones los otoños
para
hacer propaganda de lo ausente.
Hay
versos que fuera de su contexto podrían pasar por cursiladas sin valor ninguno.
Libro
fallido, dicen algunos críticos. No lo sé. Los poemas se escriben entre el 36 y
el 39… Si ella fue La voz a ti debida,
ahora se tornó en silencio, en sombra, en Largo
lamento
Veo que Katherine no era de las de...
ResponderEliminar"Que por parir mil loquillas
enciendan mil candelillas,
bien puede ser;
mas que, público o secreto
no haga algún cirio efecto,
no puede ser."
Ella quería cirio y el, hembra...
¡Huy, que procaz, Blumm!
No es mal báculo el llamdo Gongorilla. Creo que se equivocaron con grave daño para ambos y más... Quizá cuente algo en la siguiente entrada sobre la vida de Salinas.
EliminarVaya, vaya... pues vaya como me gustan estas entradas... ¿Por qué tuvo que ser así?... porque la única manera de salvar ese amor ideal entre los dos amantes era el sacrificio de la vida terrenal, el matrimonio, la vida en común con todos sus inconvenientes, nada poéticos por cierto... el amor desinteresado de la amada se refleja en la absoluta entrega a lo ideal, al bien, a la belleza de la poesía de Salinas, y para ello debe abandonarlo, al Salinas de carne y hueso... Ahhhh, el amor... Cómo siempre, la mujer engendra los mejores frutos... ella sólo supo hacer de un vulgar hombre un poeta...
ResponderEliminarMe alegra que disfrutes con estas entradas que hablan de la vida en rama, que no todo es canela en ídem, como tú dices. Te digo como a Bernardo: creo que optaron por un camino cegado desde primera hora, ¿qué pretendía Salinas?
EliminarTrato de hacerme una idea de lo que supone que alguien te deje.
ResponderEliminarUn abrazo desde Granada, Antonio.
No sé por qué no sale mi foto en los comentarios que escribo. Decía en uno de esos comentarios que antes no leía novela porque era algo inventado, y dije también que precisamente en la novela es donde el escritor muestra su visión o una visión del mundo. Ahora añado que el escritor también escribe entre líneas.
ResponderEliminar