23 de julio de 2015

Leer poesía



                                                                                                                                 A Fernando Díez.



         Hace unas semanas me comentaba Fernando Díez en alguna de las páginas de por aquí, creo que al hilo de comentario que hice de Walt Whitman, que él no era lector de poesía… Le dije que le comentaría lo que opino sobre esto, lo que he pensado sobre esto…

         No me voy a remontar en la historia a lo que significó la figura del poeta, y su creación, frente al dramaturgo o el novelista y las suyas. Esto nos llevaría demasiado lejos, quizá sea interesante, pero excede los intereses de este blog y, seguro, mis conocimientos. Me voy a quedar más acá. No son pocos quienes opinan que la lectura de la poesía era un acto corriente, una actividad normal en las casas españolas hasta nuestra guerra civil. No lo sé. El corte y decadencia de esta actividad lo achacan a la poesía intelectualizada del 27, esa poesía que llamaron de vanguardia, pura, etc. La radio se popularizó y todo ello vino a dar al traste con la lectura de la poesía. Me parece una explicación simplista e ignoro qué ocurre en otros países más lectores que España, por ejemplo Francia.

         Ignoro, insisto, hasta qué punto esto es cierto. Lo que sé es que el poeta siempre ha sido escritor de beneficios breves si no nulos. Son innumerables los poetas –incluidos algunos de la citada generación- que hacían tiradas de sus libros de unos pocos cientos de ejemplares. No han sido menos quienes han tenido la delicadeza de editar sus libros con el nombre impreso del amigo a quien se lo iban a dedicar, es decir: me temo que nunca fueron muchos quienes leyeron poesía y menos aún quienes compraron libros de poesía.

         Si partimos de la base de que no somos muchos quienes de continuo leemos, que además no siempre leemos lo recién publicado, que quienes leen lo recién publicado se dedican más a los llamados best seller… nos podemos hacer una idea del número de lectores de poesía. Hagamos una prueba. Salvo que usted sea rara avis, lector de poesía, mire en su biblioteca y comprobará que la inmensa mayoría de ella la componen ensayos de variado pelaje, novelas y por último teatro y poesía y, entre estos últimos, la inmensa mayoría son de autores clásicos: poco teatro actual (piense en el nombre de tres autores teatrales jóvenes y actuales) y escasa poesía (realice el mismo ejercicio). ¿Qué me dice?

         En los centros académicos apenas se piden a los alumnos libros de poesía para la lectura ordinaria en el aula (en Andalucía, además, por ejemplo, está prohibido pedirlos: los niños no tienen por qué comprar libros en la escuela o el instituto, estos deben facilitárselos… ¡no se caiga de culo ni se asombre!: es ley). Se piden normalmente novelitas de poco fuste y del gusto de los niños (se procura que tengan cierta calidad literaria, aunque no es esta la condición principal) y alguna que otra obra de teatro porque de este modo, al repartir los personajes, se hace un teatro leído donde participan más alumnos y se recoge y mantiene mejor la atención de la clase. ¿Poesía? Casi por norma, solo la que se “recomienda” en segundo de bachillerato: Machado, Juan Ramón, los primos andaluces del 27… ¡y pare usted de contar!

         Hace muchos años me llegó a decir un alumno de primaria que la poesía era cosa de “mariquitas”. Ignoro de dónde sacó tan peregrina idea y de dónde partió dicha asociación. He comprobado desde hace muchos años, y así lo hago, sin embargo, que si se lee poesía en clase, son muchos los alumnos que gustan de ella y más aún si el poema se trabaja y comenta con detalle. El alumno así penetra mejor en el sentido de lo leído y, al partir de ahí, aún gusta más de los poemas que se siguen recitando.

         En las aulas la cenicienta –por mucho que se diga y se escriba y con los medios que ahora hay para impartirla- es la expresión oral: esta destreza no se trabaja. Los alumnos hablan en clase… entre ellos, pero no recitan, no exponen ante sus compañeros, debaten –como españoles: a grito pelado, hablando varios a la vez y con el yo por delante-, no se les enseña la retórica propia de quienes deben hablar en público. Y debiera hacerse, pero este es otro cantar. No estaría de más introducir la recitación en el aula (he escrito en el aula, no en las programaciones fascinantes de la materia), la memorización de poemas, la lectura de autores (las antologías, opino, dispersan la atención y descentran al alumno; leer un libro continuado de un autor les ayuda a comprender los temas que este trata en su obra, sea esta más o menos unitaria, y a penetrar en la belleza que se expresa, en el contenido, en las imágenes, etc.).

         Si la lectura no tiene gustosa continuidad, o principio, en casa… ya está hecho el pan como unas tortas.

         Es normal, Fernando, por todo esto, y mucho más, que sean escasos los lectores habituales de poesía. Servidor la lee, pero reconozco que leo más ensayo, digamos, que poesía. Todo es cuestión de empezar.
Baroja anciano... con la amable tarea.

2 comentarios:

  1. «No estaría de más introducir el recitado»... efectivamente... en la medida de mis posibilidades, y tal como dices, fuera de las programaciones, ahí estoy... llevo tres años haciendo un recital de poesía... pienso que, más allá de todo lo que ello texto pueda decir, hay un aspecto rítmico, musical, que es el que le aporta a la poesía cierta hechura como obra de arte. La poesía, en este sentido, no está escrita para ser entendida, sino para ser oída.

    Pienso, que el gran problema de la poesía en la actualidad es un problema heredado de nuestro romanticismo (occidental, me refiero) y consiste en tratar de decir muchas cosas, humanas y no tan humanas. En realidad, el decir en poesía no es el fin, sino que es parte de juego...

    Hoy estamos muy alejados de ese libre juego, del manejo de unos materiales, de la memorización-asimilación de unos repertorios, por eso es decisivo empezar por el principio, el recitar... y de memoria...

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  2. Gracias por dedicarme este artículo, comentando sobre la poesía. Yo también he oído a alguno que atribuye escribir poesía a casi ser de la otra acera. Quizá el que dijo eso no lee poesía. En un curso de doctorandos en filología inglesa me tocó comentar en público, no sé si en castellano o en inglés, un poema de un autor australiano, y era algo interesante, y de lo que se puede sacar bastante enjundia interesante.

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