Por
pura casualidad me cae en las manos esta novela de Juan Madrid, de quien
también por razones profesionales leí meses atrás Huida al sur.
Hace
unos días leía una entrevista al autor francés Pierre
Lemaitre quien venía a decir, sin ser original –nihil novum sub sole- que la novela negra es el medio natural novelístico donde situar, incrustar, narrar,
contar, denunciar… “lo que pasa en la calle a estas alturas”: más o menos; como
poetizó el señor Pérez, alumno de Juan de Mairena.
Nada
que hacer es una novela entretenida y su narración eficaz. Situada
espacialmente en el Madrid de los primeros 80, el autor nos narra la peripecia
de un vencido Silverio Roca quien tras ser traicionado por sus cómplices es
guardado en la cárcel dos años largos. Roca, hijo de delincuente, conductor
especialista en conducir vehículos tras los atracos, en traslados de drogas,
etc. es un fracasado absoluto que no admite la redención ni ser redimido: la
vida es así, las cosas así, esto es lo que hay, y no hay más cera que la que arde,
etc. Durante este tiempo que pasa en la cárcel, solo le anima y desea salir
para vengarse de sus traidores y recuperar un dinero que se le debe: dos
millones de pesetas. Su obsesión es solo esa, pero la gestión se le complica
y tiene que cometer algunos asesinatos, etc., de los que el novelista lo
justifica o comprende, o así lo puede
interpretar el lector: al fin y al cabo los asesinados son de unos
sinvergüenzas y el pobre Roca solo andaba intentando recuperar lo suyo: un tal Fernando
sacó su pistola y a nuestro protagonista no
le quedó más remedio que degollarlo; el asesino a sueldo intentó ir contra él…
y se comió un tiro de recortada con tantos plomos como recibiera el dueño de la
tienda de deportes que no quiso decirle al señor Roca la dirección donde vivía el Chino, pero no fue él quien primero
decidió romper la baraja por lo más caliente… Ojo por ojo. Tú más y yo, además,
no fui el primero. El hampa es así.
En la novela se mezcla el submundo de
las drogas, los prostíbulos, los chulos de pistola, navaja y gimnasio con las
altas finanzas y sus oscuros negocios: financiación de facciones radicales,
evasión de impuestos, etc. Todo ello bien mezclado, agitado, con las elipsis
necesarias, con los lugares comunes que a todos nos son conocidos por
películas. Esta novela en concreto de Juan Madrid, mientras la leía –y he
pasado un rato agradable, insisto- la situaba en un ambiente muy parecido al
que hallamos en la película de José Luis Garci, El crack, con un Alfredo Landa como lujo; la película y la novela
son de los mismos años aproximadamente.
Todos los personajes que la pueblan, al
margen de medios económicos, clases sociales, etc. son unos matados, unos
desechos sociales, unos delincuentes, unos criminales… con el alma más negra
que la de un bucanero: no hay amparo ni solución parece que nos dice el autor.
Los ramalazos de humor, como la conversación que se produce en un momento dado entre
el legionario y el expolicía al servicio del banco… no los logra del todo el
autor y quedan en una escena un poco ridícula. Las putas son unas putas de
cartón piedra, figurantes y actrices de pelis de serie B y las escenas de los
desnudos son propias de las películas del destape en la España de finales de
los 70: tanto la mujer de don Raúl, Marta, como la chica del prostíbulo
realizan la misma escena en dormitorios distintos… No hay espacio para la
ternura en la novela: no cabe. Ni la ya ajada dueña de la pensión, antigua
amante de Roca, ni su hija ponen el contrapunto de ternura: los callos que le
da como almuerzo y el ambiente de su negocio solo dan para bicarbonato.
Ya casi en el cierre, Juan Madrid, con
la acción de Doroteo, el ciego, quiere poner un final sorprendente que ya a esas
alturas, como decía aquel, “ya no importa”. Da igual. Todo se ha perdido. En
realidad todo estaba perdido antes de empezar, porque con esas personas no se
puede ir muy lejos, en realidad no hay Nada
que hacer.
Entretenida novela de este autor. La segunda
que le leo.
(Decían y casi lo sé de primera mano,
que Galdós, incluso ya mayor, viajaba a los escenarios donde quería situar sus
novelas, se documentaba, etc. No hace falta ser un genio ni una gran
investigación, pero Madrid nos sitúa en la celebración de una misa donde
curiosa e inmediatamente tras la homilía-un verdadero topicazo- se reza el
Padrenuestro. Con mirar un misal, se comprenderá la falta de respeto del autor…
a los lectores. Por favor, don Juan).
Juan Madrid |
Juan Madrid... me encanta, he leido mucho de él, la serie de Antonio Carpintero... Silverio, Doroteo, son personajes que resuenan en sus novelas... el submundo, supongo que pagaría con 500 pesetas... Jajajajaja...
ResponderEliminarHubo una época en que no leía novelas, porque eran algo inventado.
ResponderEliminarAhora, precisamente porque el autor pone a descubierto sus ideas, sí las leo.
Un abrazo, Antonio
No sé dónde incluir el siguiente comentario. Hace un momento escribí sobre nuestra última visita a Gibraltar, del curso de inglés. Dije que el tabaco que se vende es de dudosa procedencia. Quizá lo sea para mí, pero quizá, no lo sé, la procedencia es legal, lo único es que no le aplican el impuesto que le añadimos en España. De todas maneras es demasiado barato, a saber.
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