4 de agosto de 2015

Madrid, Juan. NADA QUE HACER




        Por pura casualidad me cae en las manos esta novela de Juan Madrid, de quien también por razones profesionales leí meses atrás Huida al sur.
         Hace unos días leía una entrevista al autor francés Pierre Lemaitre quien venía a decir, sin ser original –nihil novum sub sole- que la novela negra es el medio natural novelístico donde situar, incrustar, narrar, contar, denunciar… “lo que pasa en la calle a estas alturas”: más o menos; como poetizó el señor Pérez, alumno de Juan de Mairena.
         Nada que hacer es una novela entretenida y su narración eficaz. Situada espacialmente en el Madrid de los primeros 80, el autor nos narra la peripecia de un vencido Silverio Roca quien tras ser traicionado por sus cómplices es guardado en la cárcel dos años largos. Roca, hijo de delincuente, conductor especialista en conducir vehículos tras los atracos, en traslados de drogas, etc. es un fracasado absoluto que no admite la redención ni ser redimido: la vida es así, las cosas así, esto es lo que hay, y no hay más cera que la que arde, etc. Durante este tiempo que pasa en la cárcel, solo le anima y desea salir para vengarse de sus traidores y recuperar un dinero que se le debe: dos millones de pesetas. Su obsesión es solo esa, pero la gestión se le complica y tiene que cometer algunos asesinatos, etc., de los que el novelista lo justifica o comprende, o así lo puede interpretar el lector: al fin y al cabo los asesinados son de unos sinvergüenzas y el pobre Roca solo andaba intentando recuperar lo suyo: un tal Fernando sacó su pistola y a nuestro protagonista no le quedó más remedio que degollarlo; el asesino a sueldo intentó ir contra él… y se comió un tiro de recortada con tantos plomos como recibiera el dueño de la tienda de deportes que no quiso decirle al señor Roca la dirección donde vivía el Chino, pero no fue él quien primero decidió romper la baraja por lo más caliente… Ojo por ojo. Tú más y yo, además, no fui el primero. El hampa es así.
         En la novela se mezcla el submundo de las drogas, los prostíbulos, los chulos de pistola, navaja y gimnasio con las altas finanzas y sus oscuros negocios: financiación de facciones radicales, evasión de impuestos, etc. Todo ello bien mezclado, agitado, con las elipsis necesarias, con los lugares comunes que a todos nos son conocidos por películas. Esta novela en concreto de Juan Madrid, mientras la leía –y he pasado un rato agradable, insisto- la situaba en un ambiente muy parecido al que hallamos en la película de José Luis Garci, El crack, con un Alfredo Landa como lujo; la película y la novela son de los mismos años aproximadamente.
         Todos los personajes que la pueblan, al margen de medios económicos, clases sociales, etc. son unos matados, unos desechos sociales, unos delincuentes, unos criminales… con el alma más negra que la de un bucanero: no hay amparo ni solución parece que nos dice el autor. Los ramalazos de humor, como la conversación que se produce en un momento dado entre el legionario y el expolicía al servicio del banco… no los logra del todo el autor y quedan en una escena un poco ridícula. Las putas son unas putas de cartón piedra, figurantes y actrices de pelis de serie B y las escenas de los desnudos son propias de las películas del destape en la España de finales de los 70: tanto la mujer de don Raúl, Marta, como la chica del prostíbulo realizan la misma escena en dormitorios distintos… No hay espacio para la ternura en la novela: no cabe. Ni la ya ajada dueña de la pensión, antigua amante de Roca, ni su hija ponen el contrapunto de ternura: los callos que le da como almuerzo y el ambiente de su negocio solo dan para bicarbonato.
         Ya casi en el cierre, Juan Madrid, con la acción de Doroteo, el ciego, quiere poner un final sorprendente que ya a esas alturas, como decía aquel, “ya no importa”. Da igual. Todo se ha perdido. En realidad todo estaba perdido antes de empezar, porque con esas personas no se puede ir muy lejos, en realidad no hay Nada que hacer.
         Entretenida novela de este autor. La segunda que le leo.
         (Decían y casi lo sé de primera mano, que Galdós, incluso ya mayor, viajaba a los escenarios donde quería situar sus novelas, se documentaba, etc. No hace falta ser un genio ni una gran investigación, pero Madrid nos sitúa en la celebración de una misa donde curiosa e inmediatamente tras la homilía-un verdadero topicazo- se reza el Padrenuestro. Con mirar un misal, se comprenderá la falta de respeto del autor… a los lectores. Por favor, don Juan).
Juan Madrid

3 comentarios:

  1. Juan Madrid... me encanta, he leido mucho de él, la serie de Antonio Carpintero... Silverio, Doroteo, son personajes que resuenan en sus novelas... el submundo, supongo que pagaría con 500 pesetas... Jajajajaja...

    ResponderEliminar
  2. Hubo una época en que no leía novelas, porque eran algo inventado.
    Ahora, precisamente porque el autor pone a descubierto sus ideas, sí las leo.
    Un abrazo, Antonio

    ResponderEliminar
  3. No sé dónde incluir el siguiente comentario. Hace un momento escribí sobre nuestra última visita a Gibraltar, del curso de inglés. Dije que el tabaco que se vende es de dudosa procedencia. Quizá lo sea para mí, pero quizá, no lo sé, la procedencia es legal, lo único es que no le aplican el impuesto que le añadimos en España. De todas maneras es demasiado barato, a saber.

    ResponderEliminar