Sin duda el título así escrito
de esta entrada en muy pretencioso por mi parte, pues solo voy a comentar un
detalle de esta magna obra. En concreto lo que he leído sobre Simone Weil, en
el tomo primero, y algo de pasada de la obra en su conjunto.
En realidad, ignoro si
esta obra de Moeller es muy conocida o no. Sí lo es, o lo era, en los círculos
de personas con quienes me trataba en los años 80. La consulté varias veces y siempre
deseé tenerla y, cuando tuve oportunidad, la compré con una encuadernación con
cubiertas de cartón recubiertas (anota el editor, Gredos, que de tela, pero no
es tal). Quise esa edición especial porque tenía la idea de que la usaría mucho
y no deseaba que se deteriorase en caso de tenerla en rústica. Son cinco
volúmenes. Me encantó comprarla: me hizo mucha ilusión. La he consultado muchas
veces, por diversos motivos y por distintos autores: me encuentro en este
volumen que anoté lo que me interesó sobre Gide, sobre Camus… en los márgenes
(y no recuerdo ni la causa ni por qué lo hice). En esta oportunidad leo el capítulo
dedicado a Simone Weil debido a que iba a empezar la lectura de Byung Chul Han,
Sobre Dios. Pensando con Simone Weil, y he vuelto a los volúmenes de Moeller.
Me parecía prudente antes de adentrarme en esta obra del coreano leer y
enterarme por autor conocido y de mi confianza quién fue la autora y pensadora
francesa. No he leído nada de Weil y reconozco que hasta la fecha era poco más que
el nombre de una escritora y pensadora francesa y judía, que se acercó al
cristianismo.
A estas alturas, y ya
de paso, también ignoro si sabía algo más sobre Moeller que lo confesado por él
en la propia obra: página 195, vol. I: su condición de sacerdote, realidad que
también ahora tenía olvidada, pero lo anoté en sus momento en las primeras
páginas de este primer volumen, se ve, para no olvidarlo y ahora me lo tropiezo.
Ahora es fácil acceder y conocer quién fue con dirigirse a la Wikipedia o dar
un paseo por Internet.
Lo primero que descubro
es que, en Internet, con la diéresis en sus apellido, no se encuentra al autor,
así pues, Charles Moeller, que no Möeller, (1912-1986), belga de nacimiento,
sacerdote y profesor. Dio unos ciclos de conferencias sobre escritores de moda
en sus años como profesor y de ellas nacieron estos volúmenes. Fue comentado a
los autores más leídos por aquellos años (década de los cincuenta). Habló públicamente
de estos autores desde el punto de vista de la fe: analiza sus vidas y sus
obras y comenta a la luz de la teología y la ascética cristiana cuanto de ellos
se podía saber. Sus estudios son minuciosos, profundos, extensos y, para mí,
interesantes y confiables.
Descubro ahora, en mi
búsqueda, que se editó un volumen VI, que me apresto a comprar y que no
encuentro por ningún sitio ni de primera ni de segunda mano. Es lo que hay. Se
editó en 1995 y se me coló entre las redes, en unos años en que mi pesca era
más difusa y andaba entonces con otras investigaciones y en otros predios. En
este volumen que carezco subtitulado “Exilio y regreso”, Moeller estudia a
Marguerite Duras, Valéry Larbaud, Sigrid Undset, François Mauriac, Gertrud von
Le Fort y del cineasta sueco Ingmar Bergman.
Simone Weil, judía de
raza, y no cristiana conversa, según dice Moeller, mas con el marchamo de tal,
se ha colado en la realidad vital e intelectual de muchos católicos como si
ella lo fuera: me encuentro entre los confundidos. No, no lo era, o al menos no
lo era del todo y si lo fue lo era de modo heterodoxo. Señala el autor belga
que tuvo influencias muy diversas en su pensamiento y en los enfoques de su
existencia, en la realidad vital que desplegó en su breve vida (París, 3 de
febrero de 1909 - Ashford, 24 de agosto de 1943). No haga la cuenta: 34 años.
Coqueteó con el misticismo griego, se aproximó a la vivencia personal emulando
a los cátaros, se acercó al cristianismo (ella hablaba de una aparición o
visión que de Cristo tuvo): de su particular y personal cristianismo.
Hace unos días, ante el
aviso de una persona por un peligro que comunicaba para que otros no cayeran en
su error, un tercero afirmaba que se debía de dejar que cada uno hiciera lo que
quisiera, es decir: que nadie debía corregir, avisar ni prevenir a nadie… “¡Que
cada uno haga lo que quiera!”, venía a concluir, y que se mate intelectual o realmente.
Es obvio que no estoy
de acuerdo con esta postura porque tengo la convicción de que el bien, de suyo,
es difusivo: no hay nada más que ver a quienes les ha tocado la lotería que están
loquitos por decirlo a todos… Además de esta realidad, principio metafísico y
teológico, siempre me acuerdo, a lo mejor es por mi condición de educador, del
pasaje de El principito en su capítulo V donde el autor avisa del peligro
de los baobabs, esos vicios que todo lo corroen y degradan:
Y digo: «¡Niños! ¡Cuidado con los baobabs!» Para
prevenir a mis amigos de un peligro que desde hace tiempo los acecha, como a mí
mismo, sin conocerlo, he trab
Cierto que nadie me llama a meterme en camisa de once varas, salvo ese
bien que de suyo se hace comunicativo y advertir del peligro que tienen los baobabs,
como en el caso de Simone Weil.
Byung-Chul Han, filósofo coreano, muy puesto de moda por el premio Princesa
de Asturias que ha recibido y él, además, lleva el marchamo de católico. No
dudo que merece el premio y no dudo un ápice en que sea católico, bautizado,
practicante, etc. No lo pongo en duda, pero sí creo que puede ser un agujero
negro para muchos lectores que se acerquen a su obra Sobre Dios. Pensar
con Simone Weil y se aturdan y dañen
pensando que están ante una obra y una pensadora, Weil, católica ortodoxa y
etcétera. Pues no, lo siento. Ahora está a la orden del día revisar el
origen y la trazabilidad de los productos con que nos alimentamos: todo debe esta
visado y revisado; sin embargo, no tenemos ningún cuidado en zamparnos lecturas
o películas o planteamientos que, siendo contrarios al sentido común y a la verdad,
se nos cuelan de contrabando y así se oyen opiniones y discursos en bocas de
personas que ¡ignoran qué dicen y qué defienden!, incluso contra sus propias
convicciones. La ignorancia es muy atrevida. Vamos a ver a Weil.
A partir de aquí comparto
las ideas de Moeller, que adapto o bien cito con comillas cuando son literales,
como se debe.
Breve vida la de Weil.
Azarosa por lo que he leído. Una vida atrevida. «Por
su caridad admirable, Simone Weil está, en el orden supremo de que hablaba
Pascal […], adherirse al sufrimiento del mundo, no evadirse de él, sino aceptarlo,
es una actitud fundamentalmente cristiana» y ella así lo vivió, mas «Aquí
termina el mensaje válido de Simone Weil», pues su búsqueda de la certeza
matemática donde solo la fe puede aportar claridad y saber la condujo a «Las
crecientes aberraciones de su pensamiento [que] manifiestan el terrible peligro
que constituye, en la vida espiritual, una inteligencia hipertrofiada y solitaria.
El sistema de Simone Weil es una de las más tremendas contrapruebas que conozco
de la necesidad de una Iglesia con autoridad docente. Abandonada a sí misma, habiéndose
puesto al margen de su condición de mujer, Simone Weil fue, literalmente, devorada
por su inteligencia». «Su sistema es perfectamente lógico; tiende a una evidencia,
a una certeza. Esto es precisamente lo que ella buscaba. Es preciso decir aquí
(...) que el fondo de la Gnosis es el racionalismo. En la base está el deseo de
salvarse por sí mismo, por sus solas fuerzas; está la negación de la gracia,
negación del Dios de amor. El racionalismo lleva siempre consigo la aparición
del extremo opuesto, la obsesión de la materia. El sensualismo secreto de Simone
Weil es innegable. Su sistema es una maldición del hombre, una divinización de
la materia, una absorción en el océano de un absoluto espiritual. No hay amor, porque
no hay filiación divina. Es característico el hecho de que Simone Weil no cite
nunca la sentencia evangélica: “Si no os volvéis como niños, no entraréis en el
Reino de Dios”; ahora bien, estas palabras son una de las claves del mundo de
la Revelación, en que ella no entró jamás. El pensamiento de Simone Weil, nuevo
catarismo, constituye uno de los peligros más graves con que pueden enfrentarse
las conciencias cristianas».
Muy posiblemente Weil
no «sea
una hereje perversa y consciente. Es una víctima de su soledad intelectual; es
la trágica prueba de lo inútil que es para el hombre querer renegar de su
condición».
A juicio de Moeller: «su ignorancia era “invencible”».
Y concluye este diciendo
de Simone Weil que, si: «lo ignoró todo acerca de la Iglesia auténtica, fue
quizá porque los cristianos no le dieron ocasión de vislumbrar el verdadero
rostro de Dios. No debemos tener mala conciencia, ni dejarnos seducir por las doctrinas
pseudocristianas. Nunca debemos creer que la Iglesia sea pobre, que la liturgia
sea pobre, que la teología sea pobre. Los pobres somos nosotros. Nosotros somos
casi siempre peores que nuestras teorías», sin embargo, en el caso de Simone
Weil su vida fue mucho más valiosa que sus teorías, ella «valía,
por su vida, más que el pobre sistema que se esforzaba en construir».
Leo en la Wikipedia: «Según el testimonio de Simone Deltz, amiga que
le acompañó en el sanatorio en que murió,[6] fue bautizada poco antes de morir[7]»: ni quito ni pongo, informo.
Y ahora, ya, con todo
esto y algo más aprendido sobre la autora francesa, abordo la obra del coreano
y espero poder distinguir la paja del grano.
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