18 de mayo de 2025

535- Carpintero, Helio, JULIÁN MARÍAS. UNA VIDA EN LA VERDAD.

 


Decir la verdad no es políticamente correcto, porque supuestamente la verdad ofende; es de un insolencia inaguantable. Hablar de virtudes… sencillamente no se habla porque se ignora qué sean ni se las espera. Y no sé si es peor o mejor que ayer, pero estoy segurísimo que distinto. Afirmo sin duda que me ha traído más problemas decir la verdad que haber dicho mentiras pequeñas -quizá porque carezco de medidor de mentiras- y las mentiras piadosas me parecieron siempre mentiras de pusilánimes, cobardes y gentes de esa ralea.

Conozco a Helio Carpintero, autor de este libro, de las lecturas en las que Marías hacía referencia a su familia. El libro está bien escrito y, además, lo hace de rodillas porque así es como se escriben las hagiografías (y las tesis doctorales, según supe después de haberlo hecho de pie y espada en mano). No tiene Marías tacha alguna que reprocharle y me parece bien que así lo perciba Carpintero. Estupendo.



El autor hace un recorrido por la vida, circunstancia de Marías, su obra y su pensamiento sin recargar en exceso las citas, con desenvoltura diría yo, como quien narra lo que sabe de un amigo a otro amigo. Algo así. Uno habla de los amigos con admiración y no va divulgando por ahí defectos y gabelas del variopinto pelaje negativo: o se habla bien de los demás o se calla uno.

Marías sigue la senda de Ortega y alumbra algunos aledaños del pensar de este. Aclara, comenta, avanza… ¡ilumina, como escribo! Y, sobre todo, creo halla aplicación de su pensamiento al vivir cotidiano. No se filosofa en vacío, sino a partir de las mil realidades cotidianas que nos rodean, que nos interrogan o nos obligan a preguntarnos y aclarar en la medida de lo posible, buscando siempre la verdad, objeto último de la inteligencia. No nos sirve cualquier verdad; tampoco parte de la verdad… Queremos toda la verdad porque sabemos que verdades a medias, con frecuencia, nos la falsa moneda que de mano en mano corre y termina haciendo daño a alguien, desde casi el momento en que se le da curso… Marías no se conforma con esas medias verdades. Siempre me gustó su afán por dar cuenta y razón, como le gusta a él expresar, de qué sea todo eso que nos ocupa y preocupa y nos visita y se va y se viene… ¡De eso habla Marías y escribe y a mí me interesa! (nadie en sus sano juicio se cena un revuelto de setas que ignora si son venenosas o no o tiene cierta duda…).

Lo que no me parce bien es la imagen que siempre se vierte de la Facultad de Filosofía y Letras donde impartieron clase Ortega, Zubiri, García Morente, etc. y que se dibuja como una arcadia filosófica del saber en la tierra. Lo siento, don Julián: usted lo ha escrito y dicho muchísimas veces. Los recuerdos siempre están nimbados por la memoria que se distorsiona con la distancia física y temporal y hace que cualquiera tiempo pasado… sea mejor. Se habla de la limpieza de aquella facultad donde, me consta, por siempre hay costuras o costurones por donde se deja ver el nepotismo, el amiguismo… Y otro tanto sucede con el convento de santos laicos que supuestamente fue la Institución Libre de Enseñanza: no nos tomen la coleta porque en todas partes cuecen habas y en mi casa… a calderadas. Puedo dar datos concretos que salen al paso y pasar los dejo.



No he aprendido nada en particular sobre el pensamiento de Marías: he recordado pasajes de su vivir y su pensar, pero creía que el libro se centraría más en hechos, sucesos, aclaraciones, etc. que giraran en torno a la verdad…, pero así no fue. No obstante, doy por bien empleado el tiempo que dediqué a este libro del que tomo muchas notas que quizá algún día me sirvan, aunque los tiempos se acortan y hasta es posible que quedan ahí sepultados en las notas sobre esta obra. Dios lo sabe todo.

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