4 de marzo de 2018

CHARLIE- SALIDA- 303: LES REGALO UNA BRÚJULA. Para los viejos, para algunos pensionistas, para algunas mujeres, para pensar.


Querido charlie…

La vida es el perpetuum mobile, es decir: la vida es movimiento, cambio continuo. El hombre que anhela la homeostasis, se ve de continuo desequilibrado, empujado en el inestable trapecio de la existencia. El hombre se mueve, y es movido, como ser dependiente y necesitante. En ese movimiento, facere o agere, se autoconstituye mal que bien como persona…

Durante siglos hubo unos papeles concretos para los hombres dentro de los grandes relatos de la humanidad occidental. Los distintos roles se aceptaban por los contratos tácitos que existían, se admitía sin hablarlo: de la existencia de la verdad, de las virtudes (la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza), el hombre se veía a sí propio en esos metarrelatos, como algunos los llamaron, con una capacidad de apertura sin término: siempre existía un crecimiento irrestricto que no venía condicionado por un fin, pues siempre, más allá del fin, para el magnánimo, se podía hallar lo posible en cuanto realizable; existía el bien y el mal. Mi hermano no dejaría de ser mi hermano, ni mi amigo mi amigo, ni mi padre mi padre, y… Había un horizonte si no de verdades, sí de certezas en apariencia berroqueñas, inamovibles. ¡Qué seguridad! ¿Los valores eran compartidos? Hoy se dice que los valores se han perdido, pero no es así: el Everest, el Nilo, el Amazonas… no se pierden, se ocultan interesadamente.

Llegó un momento en que los roles, los papeles, los contratos tácitos, la verdad, el bien, la unidad… se rompieron en mil cachitos… Se trastocaron los valores. Es cierto que las ideas mueven el mundo… lentamente, pero lo terminan moviendo. Es cierto que las ideas tardan en alcanzar las aceras y las calzadas, las tiendecillas y los grandes almacenes, pero terminan por llegar a ellas y a quienes por ellas pululamos. ¿Que llegan deformadas, sin denominación de origen, como modas, como “opiniones”, como “creencias débiles”…? Cierto, pero comparecen, se sitúan, se expanden, tienden a inundarlo todo… y así, en este caso, el relativismo en que nos movemos…

Todo parece dar igual, todo se confunde, todo se cree idéntico, todo es indiferente… ¡hasta que deja de serlo! Donde todo vale es porque nada vale. Me temo que todo se contornea, adquiere su peso, su longitud, su verdadero alcance, su realidad irrevocable… cuando nos encontramos débiles, no derrotados, pro sí abatidos, confusos, indecisos, sin norte… es entonces cuando nos preguntamos por aquel entonces y “cualquiera tiempo pasado/ fue mejor”, o así se nos antoja por ratos. ¿Dónde los modelos de antaño, los héroes, los santos…?

Veo hoy a quienes hace cincuenta o sesena años, en Occidente y en España, se movían en esos grandes metarrelatos de inamovibles cimientos que conducían a lo mejor como tendencias inequívocas, fuertes, claras… Entre la gente de bien…(?) el matrimonio lo era de por vida; el trabajo, el que fuera, dignificaba y liberaba (santificaba); la palabra acordada no necesitaba rúbrica en el papel; las labores y los trabajos se asignaban dentro de una tradición: el hombre se empleaba en la calle y la mujer en el hogar y con la crianza; el esposo contaba con el calor del hogar donde la esposa, segura, disponía; el viejo, intocable, era cuidado por sus nietos; los hijos no permitirían la desolación de las casas de sus mayores…; varias generaciones vivían en los mismos hogares, ampliados, mejorados o en casas próximas; la familia era un familión, una tribu… Nadie firmó nada, nadie lo dijo, pero era así: no había duda. Era de sentido común (?).

Todo lo expuesto en el párrafo anterior dejó de ser. El perpetuum mobile vital no cesa: la vida sigue. La dependencia del hombre se mantiene porque es un ser menesteroso, indigente, pero nadie sabe de la verdad qué se hizo, qué se dijo: ahora ha llegado al asfalto de las ciudades, a las escuelas, a las facultades… la postverdad, esa mentira disfrazada a beneficio de inventario, que nos recuerda que “ande YO caliente…”; que los hechos no importan, sino cómo estos hechos se interpretan… Han pasado las décadas, el tiempo pasa a una velocidad antes nunca vista: el reloj no mide los tiempos, sino la subjetividad de quien lo mide: si usted piensa en lo que estoy intentando decirle comprenderá que esto más que nunca tiene, de momento, difícil arreglo. El arreglo es personal y con sus próximos, ¿fue antes distinto?

Veo en las calles desencajadas a las mujeres, a los viejos renegando, que gritan y se quejan… ¡No, no voy a caer en la memez de la manipulación de lo políticamente correcto para seres manipulados!... Me refiero que vemos a quienes hace unas décadas tenían un contrato firmado con la vida, con sus conciudadanos, con sus políticos -¡que también son conciudadanos!-, insisto tácita o explícitamente; a quienes creían jugar un juego con unas reglas explícitas donde la lealtad a las reglas de los jugadores hacía posible el juego en sí, los procesos, los logros…, ¡pero ahora quienes sean en donde sea han cambiado las reglas! ¡¡Es cierto que lo que hace cien años eran ideas en las cabezas de algunos pocos pensadores (?) hoy son realidades de nuestras calles!! No sé si son los fuertes, los poderosos, los irrespetuosos, los malvados… quienes han cambiado las reglas, lo que sí sé es que nos están dando gato por liebre, que la hucha donde los pensionistas ahorraban su dinerillo para la vejez se la llevó la trampa; que los hijos no podemos (ni queremos) tener a nuestros viejos en casa porque nos entorpecen (y los llevamos a los morideros, más o menos lujosos, de las llamadas “residencias de ancianos”), las casas son pequeñas. La dependencia del hombre sigue siendo la de siempre, pero no se ve paliada su necesidad… porque la individualidad cabalga, el tiempo pasa, la vida pasa, el sufrimiento aumenta… Quizá nihil novum sub sole… Caín no deja de vagar por la tierra y al mirar los muros de la patria mía…

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

1 comentario:

  1. muy bueno. en 40años hemos cambiado más que en cinco siglos, no sabemos si a mejor o peor, pero nle veo vuelt atrás

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