DE bien nacidos…, y esto se debe hacer
mejor al entrar que al salir, o al entrar y al salir. Muchas gracias a Juan
Manuel Espinosa Wilhelmi quien me habló de este libro, me lo regaló y me lo
procuró ¡incluso firmado por su dibujante! Muchas gracias. No más que esto se puede
hacer con tantos y tantos favores, protecciones, amparos y socorros que los
amigos nos regalamos: nos lo agradecemos y pasamos a seguir viviendo, y
adornándonos con la amistad genuina y sólida de quienes nos quieren. Muchas
gracias, Juanma.
Vaya por
delante también que todos cuantos nos dedicamos, en distintos grados, a eso
llamado creación: actividad solitaria, ardua, dubitativa, personal, excéntrica…
sabemos de los sinsabores que comporta un quehacer así y que, tantas veces, es
flecha lanzada a ningún sitio, disparo al cielo, donde lo mejor del creador se
pone al tablero a fondo perdido y trabajando siempre a beneficio de no se sabe
qué inventario. Mi felicitación a los autores. En las últimas páginas del libro
hallará el lector parte del entramado al que los autores dedicaron más horas
que un longines a esta obra. Cierto
que la buena voluntad no es suficiente, cierto que la eficiencia del creador no comporta la eficacia para el lector, pero en este caso el valor no
hay que suponerlo: se puede comprobar. Insisto: muchas felicidades.
Dicho esto,
entro en la faena de comentar el libro que, adelanto también, es otro cómic -la
portada reproducida arriba lo delata- que leo en la misma línea de mi afán por acercarme
a lectores adolescentes y poder recomendar y tratar con ello algo en este
sentido.
La obra
trata de la Residencia de Estudiantes y de algunos de sus primeros y brillantes residentes. Los autores se han centrado
en algunos y han tratado con sus dibujos y sus textos algunos detalles significativos
de qué fue aquel tiempo, con ellos y allí. A estos temas reales los autores han
añadido argumentos inventados que sirven para entretener la trama. A esta obra
se pueden acercar, creo, estudiantes de 4º de ESO, pero quizá esté mejor
ajustada para alumnos de bachillerato: en ambos cursos se habla de la
generación del 27, y se puede comentar algo de la Resi, como era conocida
la Residencia de estudiantes; por supuesto para adultos con intereses
literarios e históricos. No se llame ningún profesor a engaño…, pues la obra no
tiene sino un barniz sobre qué fue la Resi y algunos de sus ilustres
residentes: Lorca, Buñuel, Dalí y Pepín Bello, amigo de los autores del 27, muy
conocido por ser amigo, fotógrafo de ellos, estudiante de Medicina, ¡o mejor
dicho!: que se matriculó en Medicina… No debe olvidarse que quienes vivieron en la Resi en aquel entonces no eran unos pobres desgraciados que pasaban por allí, sino
unos señoritos de provincias que marchan a la capital, supuestamente a
estudiar, pero que se dedican a juerguearse sin contemplaciones, gracias a Dios, y a crear algunas de sus obras imperecederas…
Es cierto
que echo de menos los nombres de Machado, Ortega y sobre todo de Juan Ramón que
vivió e impulsó cuanto pudo la Resi, siendo incluso el director de
publicaciones de la misma… ¿Dónde Alberti, Dámaso Alonso, Pedro Salinas…? Y no
digo como personajes, sino nombres que se citan…, pues solo la creación gráfica
de ellos ya he visto qué supone.
Es
posible “que le den a la realidad”, pero ignorar esta nos puede llevar a
confundir un colegio mayor como la Residencia de estudiantes con una escuela o
un instituto…, lo que media un barranco difícilmente salvable. Hallo dos tendencias en
complejo equilibrio en Los caballeros:
los autores del libro o se pegan como lapas a detallitos vistosos de
biografías, autobiografías, hechos y sucesos de los personajes o se desvinculan
de todo ello y crean tramas que los alejan de la realidad y aproximan su obra al
folletín, sin que esto sea, en absoluto, ningún desdoro… La presencia de las
astralizaciones, o como se llamen, de Dalí no dejan de sorprenderme: ignoro si
algo así captará la atención de un joven, la mía, no. La liberación de la
cuadrilla por medio de una sirvienta hipnotizada… la podemos poner junto a las astralizaciones
y no entre lo fantástico, sino entre lo impertinente e inadecuado dentro de la
narración que se presentaba como realista en cuanto sujeta a lo histórico…,
pues “que le den a la realidad”. Habitualmente en las escalas de las
borracheras, en el punto 5º o 6º, se suelen situar los insultos al clero y la
milicia…, entiendo que los autores no trabajaron bajo intoxicación etílica,
pero ya hacia el final del libro, de forma tácita, al clero, y explícita, a los
militares, hallamos los citados desprecios e insultos; me parece que sobraban,
pues forman parte de la imaginería ideológica de cierta España.
En la misma
línea: ¿Buñuel ignora que el nombre del cuadro de Velázquez es “Las meninas”,
al que llama “Las mininas”, pero inmediatamente utiliza la palabra ‘poligamia’…?
Es poco creíble, así como tampoco lo es, por anacrónico, que antes de la Guerra
Civil se llamase polaco a un catalán, pues este gentilicio aplicado a los
naturales de Cataluña parece que se originó en los cuarteles durante la Guerra Civil
-yo lo he conocido en el cuartel cuando hice la mili en Infantería de marina…-.
Este calificativo siempre lo interpreté como “persona natural de Cataluña que
habla otra lengua distinta al castellano”, pues los catalanes en el cuartel, entre ellos, hablaban
solo en catalán… ¡y me parecía y me parece muy bien!
Los
autores también pueden ofender a los fieles de la iglesia de lo políticamente
correcto con lo que es una broma “sin importancia” de Buñuel. Al montarse en
una moto con sidecar que Buñuel conduce, le dice a Dalí que prefería que se
montara Lorca en él y Dalí en el asiento, detrás del conductor: “Tranquilo,
Luis, Prometo respetarte”, afirma Federico; cuando Luis sabía que tanto peligro
corría para el caso, que detrás fuera Federico como Salvador… (p. 106). No
menos ofensivo podría ser también el comentario que vuelven a poner en boca de
Buñuel, al afirmar, que le dispararía al fantasma de la Virgen Santísima (p.
108). No he leído nada biográfico o autobiografía sobre Buñuel, pero de esta
obra saco en conclusión que no era hombre de depurada delicadeza en el trato: fuerte,
bronco, peleón, etc.
Quizá me
hice idea de que leía una obra sobre la generación del 27 de corte realista y
al hallar algo distinto, me desconcerté. No más. El resto me parece excelente y
bien puede divertir y entretener, como ha hecho conmigo, a quienes gusten de la
lectura como diversión… Los autores no escribieron un manual de Literatura ni de
Historia, que los hay excelentes y a los que el lector puede dirigirse. Los
autores han creado una obra muy meritoria, excelente, que, insisto, me ha
deparado un buen rato de lectura. No dejen de leerla: les gustará…
Muchas gracias a los autores y a quien me regaló la obra, el profesor Espinosa Wilhelmi.
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