Hace años, no lo olvidaré por la
impresión que me produjo necedad tal, se habló de la muerte en el grupo en que
estaba de tertulia. Una señora, universitaria y joven y supuestamente normal,
pidió que se dejará de hablar de tal realidad o se iba. “No soporto hablar de
la muerte. Es de mal gusto”. ¡Admirable! Hablar de la muerte no es el abordaje
de un tema, sino de una realidad en la que cobra sentido nuestra
existencia por su carácter de finalidad. Para los creyentes la muerte no es el
sentido de nuestra existencia en este mundo, pero sí el fin.
El mes de noviembre es, desde
tiempos inmemoriales, tiempo de recordatorio de los muertos. Cultos paganos y
humanos, y cristianos por tanto, en estas fechas, por muchos motivos recuerdan
a los difuntos, a quienes nos precedieron en esta vida. La muerte acompaña al
hombre desde su nacimiento. Para el viviente siempre es tiempo y momento para
morir. El suceso de la muerte es un enigma, que no un misterio. Siempre es
tiempo de morir. No son pocos quienes, como la señora citada arriba, o no quieren
hablar de la muerte o se olvidan de ella como una realidad ajena y lejana a ella.
Siempre digo que la falta de experiencia personal nos aleja de su existencia.
Siempre, para cada uno de nosotros, “se mueren los demás” y por tanto ¿a qué
ocuparnos de ella? Noviembre, mes de las ánimas, nos advierte, el fallecimiento
de nuestros próximos nos recuerda, si nuestra necedad no lo impide, la realidad
de nuestro alrededor nos avisa…
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando
Es noviembre
mes de escuchar con los oídos del alma la honda meditación sobre la muerte de
Manrique. Impagables, irrepetibles, atemporales sus versos.
Ha muerto Teresa León Aguirre. Muchos de ustedes
no saben quién es. Otros sí. Ha fallecido la madre de mi esposa quien nunca
admitió el nombre de suegra, que las
suegras no tienen buen trato y gastan mala fama. Nunca fue tal para mí en
sentido peyorativo. Fue más bien una madre respetuosa que, desde su experiencia
de vida y su prudencia, asesoraba sin imponer, pensaba en voz alta sin
aconsejar, animosa y positiva siempre… Viuda desde hace muchos años, madre de
cinco hijos adolescentes entonces… Juan, su marido, falleció y dejó a los seis
en la soledad relativa de un familión de tíos y primos, donde siempre primó el
amor que lleva a la ayuda mutua. En broma le decía yo que eran tribu, pero no es
así: la delicadeza en el trato evitaba las jefaturas y el amor primaba en las
conversaciones, en los roces, en los problemas…
Lo dejé
escrito muchas veces. Es una impiedad hablar mal de los muertos, pero estos no
mejoran en su nueva condición de cadáveres. Quien fue diabólico y malo en vida…
la presencia de la muerte no lo mejoró. Preferible, por tanto, callar ante su
cadáver. No es el caso de Teresa, quien siempre fue ejemplar para sus hijos,
sus amigos, sus parientes… Mujer de modales suaves, su educación predicaba de
ella: delicada en el trato ¡hasta para poner una mesa! Habladora la justo y con
quien sabía que debía hacerlo y risueña las más de las veces con todos. Supo
cuidar de sus hijos y se dejó mimar también por ellos que la han llevado
siempre en palmitas porque de bien nacidos es ser agradecidos. Teresa, está
bien que yo lo escriba, fue una señora: elegante y educada hasta el extremo que
el respeto al otro se debe.
Decir que “no
ha pasado nada” sería una impiedad. Ha fallecido una persona a quien
admirábamos por su vida ejemplar, a quien amamos y acudimos a ella… Sí que ha
pasado… Teresa ha pasado a mejor vida y el mundo es distinto. Dios en su
sabiduría infinita -ella lo creía firmemente- la ha llamado en el momento
mejor, aunque este nunca nos lo parezca a quienes nos quedamos atribulados aún
a este lado de la muga… Sí, sí que ha pasado a descansar en el regazo del Padre
junto a aquellos a quienes tanto amó y de quienes, a veces, pudo disfrutar poco
-como de su padre-… Ahora seguirá sus conversaciones con quien fue su marido…
-¡lo siento san Pablo, tú sabes…!- y ellos nos seguirán animando a vivir con la
dignidad de los hijos de Dios unas vidas, cada uno la suya, a veces difíciles,
pero hermosas, con tristezas y alegrías, pero siempre felices, pues en unas y
otras se puede mantener la fe y la esperanza en una vida mejor, en el Amor de
Dios. Descansa ya en paz Teresa León Aguirre.
Gracias Antonio por tus palabras de respeto y reconocimiento a mi madre, que tú también supiste ganarte desde el primer día de ella y que se ha ido contagiando en todos nosotros.
ResponderEliminarAdemás me han gustado porque son amenas y llenas de optimismo.
Un beso
descanse en paz y nos cuide a todo
ResponderEliminarMuchas gracias, Kiko y Daniel, por vuestras palabras... De bien nacidos es ser agradecidos... Kiko, tu madre se comportó como tal conmigo y no darle públicamente las gracias sería una imperdonable impiedad. Necesitamos ahora de la ayuda del tiempo para que su ausencia cale en nosotros... Yo le pido que interceda por nosotros en algunos detalles... desde el sábado pasado: me sale natural pensar que está junto a Dios que puede mediar por nosotros, por nuestro bien y el de nuestros prójimos. Con cariño, Kiko. Un abrazo, Daniel.
ResponderEliminarSoy Concha. A mi ,Antonio,también me gusto lo que escribistes y es verdad la muerte forma parte de nosotros,pero duele mucho la separación. Un abrazo
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