27 de julio de 2017

Alonso, Dámaso: GOZOS DE LA VISTA. POEMAS PUROS. POEMILLAS DE LA CIUDAD. OTROS POEMAS. (1 de 3)


                                                    A don Alfonso Sancho Sáenz

  Cuando se publicaron en 1981 estos poemarios en la edición de AUSTRAL, Dámaso Alonso comentó que «resulta un libro muy variado, aunque temo la extrañeza del lector ante la diferencia que existe entre los poemas escritos por un hombre casi viejo y los que escribió un muchacho adolescente estudiante de Filosofía y Letras»[1]. ¡Por algo lo haría que no comenta!, pero sí el periodista: “realizado por necesidades editoriales”.
  Este libro lo componen tres obras bien distintas como dice el propio autor, esos Gozos de la vista, poemas escritos en torno a 1954, ya de un Dámaso “casi viejo”, poemas narrativos en algunas de sus composiciones, diez secciones componen la obrita, y me adentro contemplando entre sus versos.
  Los densos poemas que conforman estos Gozos son expresión de la alegría de poder ver, mirar, contemplar. Pensé que pudiera ser sinónimo de estar vivo, pero no es así. El vivo ciego no puede alcanzar esa realidad que es la luz, la gama de colores que esta facilita, sus cambios, las realidades que se iluminan y que alcanzan al vidente. Esa normalidad de ver por la que no damos gracias: la damos por descontada, “nada se echa en falta hasta que se pierde”. El poeta agradece a Dios poder ver, el don de la vista, le plantea sus dudas al Creador, confiesa imágenes, suposiciones, creencias. Bajo mi modesto punto de vista, estos diez poemas tienen valor distinto. Me resultan personalmente más atractivos los menos narrativos por más sugerentes.

       Los valles miran siempre hacia ternura
       inicial, hacia origen, hacia infancia
       de hombres o mundos. Contempláis un valle
       y el corazón se os llena de nostalgia,
       ¿de qué, Señor?

    Por momentos los poemas se adentran en la oscuridad del ciego de nacimiento o de quien perdió la vista y ese mundo gozoso se torna cerrado, limitado, oscuro, triste, pésimo. El tacto sin la vista es insuficiente. La pérdida de la vista, la carencia de ella comporta vivir en una realidad distinta a la que ocupamos los videntes. La hermosura de lo creado no es gozosa para el invidente… Tremendos poemas sobre esta realidad.

       Si me quieres llevar, llévame entero.
       Pronto para partir estoy;
       pero nunca me dejes
       huérfano de color, acá torpe en las salas
       de las tres dimensiones lóbregas, tanteando,
       triste lombriz de tierra, borrosa larva en duelo,
       con el zumo, la pulpa del color, aún vibrante,
       ardiendo en mi memoria. ¡Entero, hacia tus gozos!

  Dámaso Alonso, lo conocí en persona, era pequeñajo, miope, feo y calvo: ni un pelo de tonto. Con ojos, como él mismo dice, de sapito. La nostalgia de la que Alonso habla en los versos arriba citados es la nostalgia del Ser, la nostalgia de quien va de camino, la luz que a la Luz se vuelve. Y Dámaso Alonso sabe que hay dos riberas… Ya habló de ellas cuando comentó a san Juan de la Cruz.
  Extraño poemario que leo por vez primera con asombro. Rebusco y no hallo largos comentarios en la red sobre él que me iluminen… Releo algunos poemas. Me distancio y me adentro en Poemas Puros. Poemillas de la ciudad.

[1] ttps://elpais.com/diario/1981/03/20/cultura/353890814_850215.html

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