He
ido dejando el comentario de este libro. Una vez más se hace verdad que lo mejor es enemigo de lo bueno. Quise
hacer un comentario largo y detallado y ahora las notas que tomé requieren una
relectura de muchas páginas enteras: esto se convierte en un puzzle que
soluciono a base de relecturas y horas. Vaya todo por servirlo a usted…, y a
charlie.
Buenas
tardes, charlie:
Te
lo advierto: entrada para lectores de fondo. Si tienes bulla, si vas con prisa,
haz lo que el florentino…: Mira y
pasa. Me pongo a ello porque, si me enfrío otra vez, no es lo mismo: las ideas
huyen de mí como las moscas de la olla hirviendo.
Se
me amontonan las ideas y ni tengo tiempo ni quiero hacer un esquema para
escribirte a ti: me resisto ¡y venzo! Me guío por las notas tal cual las tomé más
las aclaraciones...
A
Bloom lo conocí hace muchos años cuando publicó El canon occidental (http://www.anagrama-ed.es/titulo/CM_253) que
tanto dio que hablar en la prensa y en las revistas más o menos especializadas:
entonces, ¿te acuerdas? Leía yo varias todos los meses con la ansiedad
frenética de quien desea cruzar la bañera de su casa en libro y hallar los
leones de Tartarín por lo pasillos, ¡joder qué tiempos, charlie! En esos años
todo parecía posible, factible, imaginable… ¡soñable!
Bueno,
que te digo de Bloom. Este señor venía a dar en la diana de una conversación
que todo buen lector ha tenido con su maestro -si tuvo la fortuna de tenerlo- o
con algún colega. ¿Cómo leer, desde dónde, qué autores y obras, cuándo, en qué
orden…? Al final se trata del afán analítico del conocer humano que desea –y
necesita- cierto orden en la inestabilidad vital y más aún en la vida de las
bibliotecas. Hacía ya años que había yo, adolescente, descartado la lectura
continuada de un autor hasta acabar con todas las obras que hubiera de él en la
llamada Casa de la Cultura, pero eso creo que ya lo conté.
Mi
primer filón orientativo fue don Francisco Molina (años hace que no sé de él) que
me encaminó a lecturas, digamos, sólidas, clásicas y adecuadas para jóvenes,
pero que no llevaban el marchamo de juveniles,
pues esto para un adolescente como lo era yo… ¡Para todo adolescente, con conciencia de clase, que diría Rafa
Ballesteros!, lo de obra juvenil era
un adjetivo insultante e innecesario, pues uno tenía la capacidad sobrada para
asomarse allí donde lo pusieran y subirse el pecho a jorro sin parpadear (y
quien no entienda, que lea a Cervantes, charlie, porque ya sabes: en él se
ponen luces a toda inteligencia, ¡y no hace falta ir a ver sus huesos!). En
esta navegación hallé obras y autores que me marcaron.
De
don Francisco Molina, que fue senda segura, me fui a don Alfonso Sancho Sáenz
(que en paz descansa), que me abrió vericuetos distintos: más estrictamente literarios,
más españoles también, eran estas obras con firmes cimientos en lo clásico: a
él le oí explicar la expresión “los experimentos con gaseosa” por primera vez
en mi vida y que atribuyó a Xenius. De
las conversaciones con don Alfonso también saqué títulos y perspectivas que
ignoraba y que, entonces, eran para mí solo nombres del manual Literatura y
motivo de estudio, que no de lectura. “Lee lo que está de pie”, me dijo.
¿Quién
era este yanqui apellidado como un personaje de mi admirado James Joyce? Bloom,
Harold Bloom. Ni idea: no había oído hablar de él en mi vida, creo. Insisto,
charlie, conservo ordenados, etc. las revistas y los periódicos de la época
donde se abrió el debate del eterno melón sin tajar del todo y sin orden: ¿hay
o no un canon para leer? No me convencieron las explicaciones de Bloom que
conocí por la prensa –me pareció sesgado- y no compré el libro y no lo leí:
solo me limité a pasearme por las críticas.
Años
después compré el libro que da pie a estas letras que hoy te escribo, charlie, Cómo leer y por qué, y estuvo en las
estanterías durante años. Al hilo de algo, hace unas semanas, me acordé de esta
obra y la he ido leyendo con atención y he tomado muchísimas notas… Te digo de
entrada que no me convence, pero me da pie al debate. Él, no me cabe duda, será
un sabio, con un prestigio internacional, etc. y tú ya sabes: servidor no
alcanza, pero también algo chanela ya de cuanto aquí se trata, porque no
pasaron los años y las lecturas en vano.
Es una obviedad, y por ello, hoy más necesario hacerla explícita que el
relativismo actual nos lleva a pensar, y actuar, afirmando que cada uno lea lo
que quiera, que cada uno baje las escaleras como quiera, construya su casa
donde y como quiera, conduzca su coche como le brote y todo ello mana del
relativismo exacerbado y su unilateralidad exasperante. ¡Allá cada uno y aluengo de menda er deluvio!
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