17 de febrero de 2015

Madrid, Juan, HUIDA AL SUR






         Conocía de oídas o leídas sobre él, pero no de él a Juan Madrid. Me embarqué en la lectura del libro con los alumnos de 3º de la ESO por razones que apenas comparto y por lealtad con los compañeros de Dpto. “El libro es divertido, atrapa a los alumnos… y es una buena obra”. Entiendo que las dos primeras razones desde el punto de vista docente y educativo a mí, personalmente, y es una opinión, no me convencen en absoluto, pues por las mismas razones se me ocurren muchas otras actividades que les serían más divertidas y atractivas a los alumnos que leer. En el contexto, en el locus y la circunstancia en que nos encontramos, dentro de la estructura que la escuela tiene lo importante es que la obra fuera buena en tanto que novela y para los alumnos de estas edades.
         Ciertamente la obra me pareció todo lo que me anunciaron, aunque, como es lógico, no todos los alumnos participaron igualmente de la atracción e interés por la obra y las peripecias de sus protagonistas. La obra se leyó, en general, insisto, con agrado en clase y todos los alumnos participaron. Se hicieron innumerables comentarios de las actitudes de los personajes, comentarios “literarios”, éticos… y los alumnos, insisto, se sintieron involucrados amablemente.
         Madrid creo que maneja muy bien los resortes adecuados del escritor que desea atrapar emocionalmente a un lector adolescente de esos catorce o dieciséis años. Los protagonistas principales son jóvenes de las edades citadas más o menos. El autor, por ejemplo, delinea una relación amorosa incipiente: un noviazgo mal enfocado y peor asentado, pero que atrae –lo he comprobado- especialmente a los chicos de estas edades-; me refiero al noviazgo de Clara y Arturo. El protagonista de la novela, Tomás, es una persona marginal y marginada: moro, estuvo en un correccional (¡eso sí!: es inocente) y se quiere mostrar en la obra con cierta ambigüedad sexual, es persona de gran sensibilidad: pinta y se apiada de un perro que es mudo y que a tal nombre atiende, Mudo…, trabajador de un hotel de la costa…, y muy educado, es puesto en el brete de ser acusado por haber robado en el hotel donde trabaja. El hotel se convierte en el punto de fuga de todas las tramas orquestadas por Juan Madrid: allí llegarán Clara y Cristina, su mamá; al mismo hotel irá a parar Cristóbal con los diamantes y la documentación que había robado y allí lo hallará Sousa…
         La novela está escrita con absoluta corrección y con la sencillez –no confundir con simplicidad- propia del público al que va dirigida y el contenido que el autor pretende desplegar ante el lector. Utiliza, y en su derecho está, muy bien el dejar los capítulos en puntos climáticos altos: en cada capítulo, separados por blancos, va dejando el autor dos o tres procesos de las tramas que en la novela se siguen de manera independiente (que irán todas a parar y resolverse al hotel ya varias veces citado, como antes dije). La estructura no es lineal, pero tiene ese perfil recto que no complica la comprensión accesible al lector y evita las enrevesadas estructuras artificiosas que se acercan a la vida.
         Hay momentos de gran tensión muy bien descritos; hay temas atractivos: el amor adolescente y sus quiebras; el protagonista marginal, el ya citado Tomás; la generosidad de la poderosa (en este caso de Clara); la maldad inequívoca de los malos sin remisión… ¡y todos ellos fenecen!: Sousa, Cristóbal, Josehp Marti, Omar; la tonta reconvertida, la mamá de Clara, doña Cristina; la cegada por el amor y engañada por el egoísta y codicioso Cristóbal, Adela la directora de la caja… Y no nos falta el niño pijo, soberbio y desdeñable que desde el primer momento es marcado por el autor y, por tanto, por el lector, como despreciable: Arturo, hijo del dueño del hotel, cuya familia quiere hace dinero por encima de lo que sea, incluida la venta del propio hotel, bajo el que hay restos arqueológicos de gran valor que pretenden tapar (como se vera el autor, como diría un flamenco, toca muchos palos y muy diversos).
         Toda la obra se mueve en un ambiente especialmente próximo a nosotros –que vivimos en Jaén- pues la trama se desarrolla en la costa granadina y el autor no se priva –es licenciado en Bellas Artes, si la memoria no me falla- en explicar algo sobre calidad de los lápices y papeles para pintar, el arte del pueblo, su costa, su castillo… Salobreña, en la provincia de Granada.
         Insisto en que el libro ha dado mucho de sí desde todos los puntos de vista para los alumnos y espero que el esfuerzo de la lectura, la aventura amable de las horas dedicadas a ella fructifique en cada uno de quienes lo hemos leído. Yo he pasado un rato amable con esta obra de Juan Madrid.

2 comentarios:

  1. He leído tu artículo en parte. Cuando dices lo de atrapar al alumno en la lectura, me estaba acordando de un libro sobre la Segunda Guerra Mundial, que me tiene atrapado en su lectura. Tengo que quitarme el libro de las manos para poder hacer otras cosas. ¿Y por qué un libro sobre ese tema te atrapa? Pues porque soy profesor de inglés, y los países de habla inglesa y sus colonias hablan esa lengua, y participaron en esa guerra. Un abrazo, Antonio.

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    1. La capacidad de “enganche” de un libro estriba en muchas realidades, incluidas las estilísticas y técnicas que tal propician para cautivar. Además: los clásicos porque dan en la tecla de lo profundo humano que a todos nos afecta, aunque no a todos llegue, ocupe, etc. y nos ilumina en el camino de la existencia y la vida; porque tienen una belleza excelente que brilla y atrae; porque aporta claridad y nos ayuda a hallar trozos de verdades que ignorábamos y nos enriquece, nos ayuda a caminar hacia un thelos sólido, verdadero, firme, seguro…, ¡hasta donde este puede ser! (es esencial a la vida su imprevisibilidad); porque tenemos inclinación por el tema que trata: la guerra o la paz, la caza, las flores, la pintura, la literatura, la música…; porque el libro ha llegado en el momento oportuno: en mi adolescencia era frecuente leerme los libros de un tirón en una tarde, ¡y lo hacía muchísimas veces como norma en verano!... Compartir la lengua del autor es necesario: de otro modo sería imposible leerlo, pero no suficiente, entiendo: ¿por qué si no el QUIJOTE no alcanza a los españoles por mucho español que hablen y por mucho que la RAE se empeñe?, “¡por poné un poné!”. Gracias. Un abrazo.

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