Todo
cuanto leí de Claudio Magris me resultó amable. Me gustó. Había oído hablar y
leído algo sobre El Danubio, pero no
me había resultado atractiva la idea de hacerme con el libro y de leerlo. Es
digno de estudio por qué, sin embargo (algunos lo llaman con cierta
grandilocuencia determinada altura de la
vida), llega un momento en que un libro que no tuvo gancho de primeras… lo
hace en ese momento de modo irresistible. Una obra que no se pensaba leer, que
dio muchas vueltas por la biblioteca de casa… se convierte en meta ineludible
de lectura en un ahora ineludible. Ignoro la causa.
Me
asombra, y en cuento tal lo escribo, la escritura de Magris. La hondura de su
prosa. Sus conocimientos. Mientras leía pensaba en cuánto tiempo le dedicará a
cada párrafo, ¿o es ese su modo natural de hablar, de pensar, de escribir?
Seguro que sí, pero esa connaturalidad, barroca, de oraciones endiabladas, de
palabras inciertas, es sin duda una naturalidad adquirida: detrás de ella hay
muchas lecturas y muchas horas dedicadas a mimar la prosa, a pulir lo escrito.
Creo
que bien poco puedo decir que no se haya dicho de esta obra y que el lector
podría buscar en fuentes más fiables y autorizadas, pero quiero aquí reseñar lo
que yo, con mis carencias, he podido ir anotando de una obra que considero un
clásico de los viajes.
Todo
el libro es el recorrido que realiza Magris, parece, con otros personajes, que
se citan de pasada, que hablan por su boca, sin verdaderos diálogos
novelísticos, desde las fuentes del río Danubio hasta la tristeza de la
desembocadura. Se muestra Magris como un conocedor espléndido de las ciudades y
los lugares por los que pasan, de su historia mayor y menor… No lo había
pensado mientras lo leía, pero recuerdo ahora otro viaje que desde niño me
encantó que fue el de Cela por la Alcarria. Nada que ver el temperamento de
Cela con el de Magris, intuyo: la rusticidad y ruralidad de Cela se transmutan
en Magris por los altos andamios de la Historia –con mayúsculas-, de los
personajes más variados que imaginar podamos. Novelistas, reyes, militares,
ingenieros, poetas, ensayistas, locos, pasteleros, amantes, músicos… todos
desfilan entre edificios, museos, hechos que los relacionan de un modo u otro
con el río… Siglos de historia de un viaje, parece, millones de veces repetido
de un agua que mana, no se saben bien de dónde y que desemboca, una y otra vez,
siempre el mismo río, con distinta agua, también en un espacio indefinido, que
me ha dejado una extraña sensación en gris… muy oscuro.
¿Cómo
es posible acumular tanto saber sobre temas tan diversos? Me atrae, insisto, la
prosa de Magris en la que tras ella hallamos infinidad de asertos, de frases,
de ideas originales y ciertas sobre temas variados: la creación en general y la
literaria en particular, sobre los artistas, la convivencia entre las personas…
“Toda inteligencia valiosa requiere cierta cantidad de imbecilidad para
sobrevivir en ambiente tan turbio como el actual”, creo que es literal. Y como
esta… decenas de perlas entre la arborescencia barroca de su prosa, que, sin
embargo, en ningún caso se hace pesada, teniendo peso valioso. Magistral,
Magris. Perdonen que insista: el libro lo he recomendado a algún amigo –y estoy
a la espera de que me diga-. Me resultaría indeseable que alguien pensara que
el libro es tedioso… ¡no lo es! Hay que tener paciencia con su inicio e irse
dejando llevar por el vaivén de su prosa, y el agua del río que acompañamos, y
comprender que el autor va manejando con acendrada maestría la ingente carga de
su saber. Sin duda es Magris una inteligencia culta.
Muchas
notas tomé, pero compruebo que la mayoría están relacionadas con reflexiones
personales, con sugerencias… que me guardo.
(Este
libro que compré de segunda mano, como suelo hacer de un tiempo a esta parte,
contiene notas, subrayados, como tantos otros… ¿Quiénes lo harían y por qué?
Nunca hubiera yo subrayado con bolígrafo un libro –me parece un crimen de rico- ni tampoco hubiera marcado esos
párrafos, ¿qué le decían a mi predecesor en la lectura de este libro? Incluso
hallo dentro de este una foto. Leo detrás: “Puerto
de la Morcuera”, oct. 97. La letra de varón se percibe ágil, de persona
acostumbrada a escribir a mano. Es una familia: una pareja y un par de niños, la
chica ya adolescente. La mamá
descansa echada boca arriba sobre una piedra, la chica está sentada y
meditabunda; el papá, satisfecho,
mira al frente tras unos cristales de gafas de sol; y el chaval, en manga
corta, luce una camiseta del Real Madrid… ¡el fútbol llega a todas partes!
¿Quiénes serán, por qué venderían el libro, qué habrá sido de ellos? ¿Echarán
de menos esta foto perdida? Si fuera así, yo la tengo: ya sé que esta entrada
es una nota dentro de una botella en un mar aún más inmenso que el verdadero
mar…).
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