Me
retrotraigo en el tiempo. Hace muchos años venía corroborando en unas tandas de
tests que se realizaban año tras año a los alumnos en 8º de EGB (luego en 2º de
la ESO) y en 2º BUP (luego 4º de la ESO) que, también año tras año los alumnos,
en general, tanto los alumnos de mi centro como la media comparativa de la región,
descendían en su capacidad memorística y su capacidad de concentración. Esta
observación me llevó a un intento por desvelar el enigma que se encerraba tras
esto. Fue entonces, hace muchos años, cuando empecé a hablar de TDAH, del que
mis colegas no habían oído hablar nunca, fue entonces cuando la Red se ponía en
marcha y daba sus primeros pasos…
En
este libro encuentro parte de las respuestas que entonces aventuré. La memoria
se demonizó en España, al menos, en los setenta, calculo, y hoy está totalmente
olvidada en los procesos de enseñanza-aprendizaje: ni los profesores –sálvese
quien pueda- exigen la memorización ni los alumnos tienen tragaderas para ella.
Es un hecho de las clases del día de hoy: he preguntado a mis alumnos por
explicaciones que di ayer y hay algunos que ¡no les suenan de nada!, ¡ni
siquiera lo que escribí y dibujé en la pizarra!, como si eso nunca hubiera
ocurrido. Esto me desconcertaba hace años, pues hace años que cambié de centro
y se acentúo el problema que venía observando. Al principio pensaba que habría
soñado la explicación dada, realidad que era refutada por algunos alumnos que recordaban
mejor o peor, bien algunos de ellos, mis explicaciones del día anterior. ¿En
qué realidades estaban los alumnos mientras yo explicaba? Había silencio en el
aula, me miraban, parecían seguirme… ¡incluso al preguntarles sobre la marcha
sabían responder a aquello de que hablábamos! y, sin embargo, la persistencia
de lo explicado no dura 24 horas… ¡Asombroso!
Cuando
años atrás intentaba buscar explicaciones y soluciones al asunto de la falta de
concentración mis argumentos eran muy simples y creo que vienen a coincidir, en
resumen, con lo que el autor de la obra apunta: la hipersolicitación de los
chicos en momentos de especiales despertares de todo tipo hacía que el alumnado
no estuviera en absoluto pendiente, atento, centrado en sus estudios, sino con
la atención dispersa: en la TV y sus programas, las máquinas de jugar (ahora
comento sobre ellas), los flirteos y escarceos amorosos… ¿Qué no será ahora con
la Red con sus espacios sin espacio, los móviles sin tasa y sin cuento?
¡Superficiales! El autor del libro viene a demostrar que la hipersolicitación
de las pantallas, las facilidades que dan los buscadores, etc. hacen que
quienes consumimos y trabajamos de continuo en y con la Red pasemos a ser
frívolos intelectuales que planean solo por la superficie del conocimiento sin
atenderlo en demasía, sin prestarle mucha atención, sin que esos conocimientos
penetren y queden fijados en nuestra memoria, sino que nuestros ojos discurren
por los textos como el agua sobre la losa de granito.
acabé el bachillerato en el 75, letras, quinto, sexto y COU, la carrera en el 80; la memoria era muy valorada. Lo del desprecio de la memoria debió llegar a mediados ochenta y aumentando. Ahora dicen que el profesor debe ser un líder que marque la investigación
ResponderEliminary el aprendizaje de cada uno...ya no sé lo que soy y me duele..
ResponderEliminarGracias, como siempre, por tus comentarios, refrescantes, animosos, precisos, amables. Muchas gracias.
ResponderEliminarPuse esa fecha porque la ley de Villar Palasí, del 70, promovió mucho que el alumno hiciera (llegaron los libros de fichas) y mientras hacía…, supuestamente, aprendía: a mí me tocó abrir brecha en la EGB y el BUP y venía de la vieja Primaria. El aprender estudiando se sustituyó por el aprender haciendo. Esto, más la intervención de los pedagogos (con más o menos acierto), las influencias de la escuela americana (free classroom), el descrito de una enseñanza memorista (exceso, sin duda, del empleo correcto de la memorización en el aprendizaje y adquisición de conocimientos)… han hecho que lleguemos hasta estos niños ansiosos, nerviosos, inquietos, impacientes… en las aulas, que se serenan al hacer (¡lo que sea!), pero que no saben qué sea estudiar ni aprender, y que terminan por aprenderlo (quienes lo aprenden, pues muchos abandonan) a base de chocar con la triste realidad del fracaso continuado, la sensación de ineptitud, los disgustos en las casas; otros lo han aprendido porque tienen muchas capacidades o han tenido la buena fortuna de disfrutar de un maestro que les ha entrenado en unas técnicas y destrezas… que le facilitan acceder con calma, con paciencia, con deportividad… al conocimiento en sentido lato.
Aprender, como todo bien, tú lo sabes…, es arduo. El resto es una pamema. “Adquiera las técnicas de lectura rápida en un fin se semana ¡y aplíquelo!” y contaba aquel que, tras ir al curso y aplicar las técnicas aprendidas en leer GUERRA Y PAZ Paz (¡mil doscientas páginas mal contadas!), dijo que la novela era algo de rusos… Pues eso: aprender sin memorizar… es tarea de chinos.
Un saludo.