El
medio que usamos condiciona nuestros aprendizajes. La Red, su aparición y uso
casi exclusivo para relacionarnos con los demás, adquirir conocimientos, etc.
nos condiciona. Por medio de un estudio detallado de la historia de la lectura
comprobamos que si antes, en los libros, leíamos linealmente, con profundidad,
ahora lo hacemos a saltos: buscamos información con la vista, datos relevantes,
avanzamos párrafos sin leer del todo, sin asimilar.
El
problema no está solo en esto, sino que ese modo de trabajar, de aprender que condiciona
la conformación del cerebro y nuestros trabajos posteriores, nuestros intentos
por aprender: la herramienta que usamos condiciona el qué y cómo aprendemos: “Ya
no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros”, afirma una profesora
universitaria de Duke University. Usamos el ordenador, la tablet, el libro electrónico, la Red para aprender, para leer, pero
¿somos conscientes de que todo ello nos condiciona y cambia? Nunca me lo había
planteado con la radicalidad con la que lo hace este autor. Me pregunto: si
cuanto aquí se dice es cierto, insisto: me pregunto: ¿qué pruebas y argumentos
tienen quienes están implantando estos medios, casi de forma exclusiva, para el
aprendizaje de los alumnos? ¿Qué tipo de persona producirá este tipo de
enseñanza-aprendizaje? Debo deducir, en principio que hará chicos que se tratan
con los textos y la información de un modo inquieto, intermitente, ansiosos,
sobreexcitados, pues está demostrado con estudios consistentes que si la
lectura en un libro serena, el uso de la Red plagada de páginas atractivas con
hipervínculos que de continuo nos guiñan, nos agitan, nos distraen, nos desconcentran,
¿qué no será con los alumnos? Sería penoso que nuestros jóvenes, nuestros
alumnos, fueran “pasto de la irrelevancia”, como afirmaba Clifford Nass,
catedrático de Stanford o como, de modo más sombrío aún, afirmaba Michael
Merzenich: al ser lo ordinario que ante la pantalla se nos solicite, se nos
ofrezca, se nos anime a… y al provocar la distracción de la que vengo hablando
puede ocurrir, según este autor, que estemos entrenando “nuestros cerebros para
que presten atención a tonterías”. De ser cierto todo esto las consecuencias serían
tan irreversibles como funestas… Y los experimentos, niño…, ¡con gaseosa!, que
dijo don Eugenio d’Ors.
No
deja de asombrarme que afirmaciones del saber popular, sentencias o ideas
clásicas, que lo son por haber acertado en el hondón de la realidad humana,
vienen ahora a ser corroboradas por sesudos y costosos estudios planeados por
equipos de profesores desde prestigiosas universidades. ¡Ay que ver lo
testaruda que es la realidad en mostrarse! Quien
mucho abarca… Y de momento quien más aprieta abrumándonos, asfixiándonos
con información es la Red que no deja de atraernos, solicitarnos,
embelesarnos…, distraernos.
Hasta
aquí llego. Creo que el libro es muy interesante. Son muchos más las notas que
tengo tomadas…, pero les invito a hacerse con el libro y leerlo… con atención.
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