Me
ha costado leer la obra que hoy comento. Es la mía relectura. ¿Me preguntaba qué
entendí cuando la leí por primera vez? Y he bajado a buscar en el archivo de
los resúmenes que hacía entonces, la ficha que escribí y que reproduzco aquí.
La verdad es que no está mal. Creo que se ajusta al libro y es equilibrado para
el espacio y para redactarla de un tirón… (¡hay que ver lo que uno sabía
entonces!).
Por
una parte, pasando hojas del libro al azar, observará quien lo haga, que
predominan en la obra los párrafos cortos, breves: eso nos sitúa, entiendo, en
un estilo concreto de la redacción de la obra. De otra parte, otra mirada esta
vez al índice también nos sitúa en un pormenorizado desglose de temas o
aspectos relacionados con el tema principal de la obra: la Belleza y sus
creadores, o sus asistentes, los artistas.
Se
mueve en esta obra Pedro Antonio en una dimensión difícilmente accesible a
cualquiera que no tenga un profundo conocimiento, entiendo, de determinadas
realidades filosóficas y teológicas (a lo peor es mi caso). Pedro Antonio hace
un abordaje esencial de la Belleza y del artista que anhela mostrarla, crearla,
reflejarla, hacerla patente… La relación que se establece entre la Belleza, la
Verdad, el Bien, el Ser, el Artista… es única. Serán los destellos de esa única
realidad sobre la que Pedro Antonio reflexiona. Todo ello, entiendo, nace de la
convicción personal profunda de la unidad entre esas realidades como reflejo
inequívoco y evidente para PAU del Ser, es decir, de Dios.
Muchas
veces su texto tiene un carácter taxativo, rotundo, esférico… y no es fácil de
comprender y, por tanto, de admitir. Me cuesta especialmente a mí, ahora, como
al introductor de la obra, Millán Puelles, la idea del artista como un “tocado
de la gracia”, “un alma bella”, “un corazón gentil”, que de estos modos se han
referido a lo largo de la historia a los escritores -y supongo que a los
creadores en general-, entiendo que desde un origen platónico, y muy
especialmente en el renacimiento italiano y al que hizo también referencia, en
este sentido, Garcilaso: otro tocado de la gracia. El artista viene a decirnos
PAU en su hacer arte ve y es arrebatado… El primer movimiento del hacer arte es
un rapto… Sin duda las palabras: hacer, crear, generar, erigir… ¡no sé!... se
quedan cortas ante lo inefable.
Ciertamente
el artista teme llegar al final de su obra, sobre todo, si ya tuvo la
experiencia de obras anteriores, pues está seguro de que su trabajo no
alcanzará eso que, de algún modo, intuyó, vio, quiso, buscó… Teme quedarse
corto en el resultado y le arredra tener que volver a intentarlo de nuevo, con
una nueva obra (son innumerables los creadores que han hablado de ese continuo
intento de crear algo que no termina de salir como se vio). Otro temor no menos frecuente –Delibes hablaba de él- es
terminar una obra… ¡y que no haya otra en la recámara!: que lo recién acabado
sea el final; ¿quién asegura la siguiente si no sé cómo acuden a mí, no sé
llamarla, ignoro cómo acude, por qué camino vino y llegó la nueva obra… ¡o yo
fui a ella!?
El
artista nace y se perfecciona, ¿pero quién asegura que lo será para siempre?
Sin duda PAU tenía razón: el arte es ilusión, es penetración de la belleza que
es por mano del autor, pero toda ilusión es la víspera del gozo… y así llegada
la obra, ahí expuesta, terminada ahí… es el final de lo esperado, de la ilusión,
la frustración de lo no logrado, del aún no… ¡tan existencial!
Nos
acerca PAU al artista ideal…, al proceso creativo ideal… a quien tiene un muy
alto Ideal cuando a la creación se dedica. Camina y sigue, casi ciego,
palpando, buscando, alumbrando para otros y ese artista, consciente,
responsable comprende que sin duda donde
todo vale, nada vale. No, no todo vale, no todo tiene el mismo valor. En
algún sitio lo he escrito. La equivalencia de los valores es un modo
relativista de saltarse los cánones, de dejarse caer, muelles, en el
igualitarismo…, pero estas son otras esquinas de esa calle.
* * *
Quería
releer esta obra. A lo mejor hubiera dado más de sí, y de mí, con Gorrión solitario en el tejado, novela
de PAU que recuerdo confusamente y que toma el título del salmo 102:7. “Velo, y soy como gorrión
solitario sobre el tejado”. Tengo la convicción de que el gorrión, convertido
en ave de altanería… dio a la caza alcance.
Tras de un
amoroso lançe,
y no de esperança falto,
bolé
tan alto, tan alto,
que le di a
la caça alcançe.
Descansa
en paz, PAU.
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