20 de octubre de 2014

Urbina, Pedro Antonio, FILOCALÍA O AMOR A LA BELLEZA (y II)



          Me ha costado leer la obra que hoy comento. Es la mía relectura. ¿Me preguntaba qué entendí cuando la leí por primera vez? Y he bajado a buscar en el archivo de los resúmenes que hacía entonces, la ficha que escribí y que reproduzco aquí. La verdad es que no está mal. Creo que se ajusta al libro y es equilibrado para el espacio y para redactarla de un tirón… (¡hay que ver lo que uno sabía entonces!).

         Por una parte, pasando hojas del libro al azar, observará quien lo haga, que predominan en la obra los párrafos cortos, breves: eso nos sitúa, entiendo, en un estilo concreto de la redacción de la obra. De otra parte, otra mirada esta vez al índice también nos sitúa en un pormenorizado desglose de temas o aspectos relacionados con el tema principal de la obra: la Belleza y sus creadores, o sus asistentes, los artistas.

         Se mueve en esta obra Pedro Antonio en una dimensión difícilmente accesible a cualquiera que no tenga un profundo conocimiento, entiendo, de determinadas realidades filosóficas y teológicas (a lo peor es mi caso). Pedro Antonio hace un abordaje esencial de la Belleza y del artista que anhela mostrarla, crearla, reflejarla, hacerla patente… La relación que se establece entre la Belleza, la Verdad, el Bien, el Ser, el Artista… es única. Serán los destellos de esa única realidad sobre la que Pedro Antonio reflexiona. Todo ello, entiendo, nace de la convicción personal profunda de la unidad entre esas realidades como reflejo inequívoco y evidente para PAU del Ser, es decir, de Dios.

         Muchas veces su texto tiene un carácter taxativo, rotundo, esférico… y no es fácil de comprender y, por tanto, de admitir. Me cuesta especialmente a mí, ahora, como al introductor de la obra, Millán Puelles, la idea del artista como un “tocado de la gracia”, “un alma bella”, “un corazón gentil”, que de estos modos se han referido a lo largo de la historia a los escritores -y supongo que a los creadores en general-, entiendo que desde un origen platónico, y muy especialmente en el renacimiento italiano y al que hizo también referencia, en este sentido, Garcilaso: otro tocado de la gracia. El artista viene a decirnos PAU en su hacer arte ve y es arrebatado… El primer movimiento del hacer arte es un rapto… Sin duda las palabras: hacer, crear, generar, erigir… ¡no sé!... se quedan cortas ante lo inefable.

         Ciertamente el artista teme llegar al final de su obra, sobre todo, si ya tuvo la experiencia de obras anteriores, pues está seguro de que su trabajo no alcanzará eso que, de algún modo, intuyó, vio, quiso, buscó… Teme quedarse corto en el resultado y le arredra tener que volver a intentarlo de nuevo, con una nueva obra (son innumerables los creadores que han hablado de ese continuo intento de crear algo que no termina de salir como se vio). Otro temor no menos frecuente –Delibes hablaba de él- es terminar una obra… ¡y que no haya otra en la recámara!: que lo recién acabado sea el final; ¿quién asegura la siguiente si no sé cómo acuden a mí, no sé llamarla, ignoro cómo acude, por qué camino vino y llegó la nueva obra… ¡o yo fui a ella!?

         El artista nace y se perfecciona, ¿pero quién asegura que lo será para siempre? Sin duda PAU tenía razón: el arte es ilusión, es penetración de la belleza que es por mano del autor, pero toda ilusión es la víspera del gozo… y así llegada la obra, ahí expuesta, terminada ahí… es el final de lo esperado, de la ilusión, la frustración de lo no logrado, del aún no… ¡tan existencial!

         Nos acerca PAU al artista ideal…, al proceso creativo ideal… a quien tiene un muy alto Ideal cuando a la creación se dedica. Camina y sigue, casi ciego, palpando, buscando, alumbrando para otros y ese artista, consciente, responsable comprende que sin duda donde todo vale, nada vale. No, no todo vale, no todo tiene el mismo valor. En algún sitio lo he escrito. La equivalencia de los valores es un modo relativista de saltarse los cánones, de dejarse caer, muelles, en el igualitarismo…, pero estas son otras esquinas de esa calle.

* * *

         Quería releer esta obra. A lo mejor hubiera dado más de sí, y de mí, con Gorrión solitario en el tejado, novela de PAU que recuerdo confusamente y que toma el título del salmo 102:7.Velo, y soy como gorrión solitario sobre el tejado”. Tengo la convicción de que el gorrión, convertido en ave de altanería… dio a la caza alcance.



Tras de un amoroso lançe,

y no de esperança falto,

bolé tan alto, tan alto,

que le di a la caça alcançe.



         Descansa en paz, PAU.

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