21 de marzo de 2013

José Carlos Mainer: PÍO BAROJA




         Doy cumplida cuenta de la bio-bibliografía de José CarlosMainer sobre Pío Baroja. En general, quizá por las expectativas que me hice –hay esperanzas que se cargan de irracionalidad-, la obra me ha defraudado. Es cierto que es el tercer o cuarto libro de este tenor, más o menos biográficos, que he leído en mi vida: recuerdo perfectamente que la primera fue la de Pérez Ferrero, que quizá la leí un par de veces. Me defraudó sobremanera la penúltima: contra Baroja, de no recuerdo quién y cuyo título no buscaré (¿haría crítica de esa obra en este blog? Lo ignoro). Sea como fuere, contaba Mainer con un lector de su obra que tuviera a flor de lectura la obra barojiana, y no es mi caso. Agradezco, sin embargo, al autor que me haya recordado libros que leí en mi adolescencia, que me haya llevado a ella mediante obras que leía sin descanso, novelas que sacaba de la llamada Casa de la cultura –de todo esto ya escribí aquí-… Tardes de aventuras y personajes sin cuento en páginas de mal papel, deficiente impresión y que olían a humedad, muchas de ellas de Austral, con su sobrecubierta azul, las biográficas, naranja.

         Me ha empujado Mainer a releer a Baroja y a comprar su obra. No llegué a adquirir la publicación de sus obras completas editadas por Galaxia Gutemberg: me parecieron muchos volúmenes, muy largo el compromiso y muy engorroso el pago. Por casa hay muchas novelas del vasco y algún libro de cuentos, mas me han parecido pocos al hilo de estas lecturas y me he hecho con títulos de los que entonces leí, que ahora están sobre la mesa, y que solo Dios sabe si volveré a leer -¿para qué comprarlos entonces?, me preguntan-.

         Es curioso que, siendo Baroja quien mejor mantuvo el tipo contra el relente del tiempo de entre los novelistas de su época, no sea lectura aconsejada para los bachilleres: hace años que no se le lee para la Selectividad, por ejemplo. Leemos, de plantilla, las dudas existenciales y de fe de don Manuel, el cura unamuniano; a Machado, el nuestro, es decir, el de algunos, aunque para muchos, entre quienes me incluya, sea el de todos, como el otro, y quien la lleva la sabe. Este año se ha incluido el teatro de Valle, con sus Luces de bohemia. ¿Entre tantas novelas de Baroja no hay ninguna que se haga sitio en el canon –me pregunto- para los bachilleres o es que hay intereses creados? Lo aventuro, pero lo ignoro. Azorín, Pérez de Ayala, Miró, Ramón… ¡cadáveres!

         No es menos cierto también que Baroja ha resistido de forma muy irregular mis relecturas. Las aventuras de Shanti Andía se había forjado en mi imaginario adolescente un espacio que luego, cuando volví sobre él, dejó un hueco, un vacío desconcertante. Zalacaín siempre me pareció amable y aguantó bien las relecturas. Silvestre Paradox no me defraudó. Los personajes de la trilogía de La lucha por la vida, el Madrid que Baroja describe, sus ambientes, se mantienen vívidos y son necesarios para todo estudio sociológico que quiera saber del momento y de esos círculos concretos (quiero recordar que se valió mucho de esas y otras obras del autor vasco, Amando de Miguel para escribir La España de nuestros abuelos, ¡quiero recordar, vamos!).
         Algunas de las interpretaciones de Mainer me parecieron sesgadas desde el punto de vista ideológico: suyo es el libro, al fin y al cabo. Hubo mucho también de aquello que llaman hinchar el perro, pero el perro no era mío. Insisto en mi agradecimiento, pues me ha llevado a incrementar las obras de Baroja que había en casa y ha renovado mis afanes por releer al viejo friolero vasco.

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