27 de agosto de 2012

HIJOS DEL MIEDO, Trevor Shane



         Me temo que hay momentos en los que un ávido lector joven piensa que irá apurado, pero le dará tiempo de leer cuanto le interesa, cuanto le gustaría en su vida, incluso aquello que se supone que todo excelente lector debe leer: debiera de leer (?), insisto. Cuando eso me ocurría, me extrañaba al leer críticas de libros en las que quien comentaba decía lo flojo o lo mala que era la obra: “¿Por qué lo ha leído entonces? –me preguntaba- ¿Por qué lo ha continuado hasta el final? ¡Con la de libros buenos que hay por leer y este payo se entretiene en los chuchos que le ladran en el camino!”. Me va a permitir que yo no explique con detalle por qué leí este libro que participa de lleno en esta última proposición.
         Escrito a modo de diario-carta, Joe, un soldado-asesino de vida solitaria, que se tiene por un buen hombre (?). Sin culpa por su parte, por una herencia recibida, por ser hijo de quien es, este joven se ve inmiscuido en una Guerra entre buenos y malos (?), que él parece no haber ni elegido ni elegir (?), una Guerra que no afecta a todo el común de los mortales, sino a esos dos bandos. Los buenos fueron esclavizados en la noche de no se sabe qué tiempos por los malos hasta que lograron emanciparse, pero los malos esclavizaron a otros pueblos que los buenos liberaron y de ahí surgió la Guerra. Esta Guerra soterrada se da en un mundo actual, entre esos buenos y esos otros malos que se asesinan entre sí y asesinan a sus familiares (todos afectados por haber nacido en un bando u otro). El odio es el motor de sus crímenes. Tanto los buenos como los malos tienen unas reglas en la Guerra que se supone que cumplen, aunque el tal Joe, sin ser una excepción, las conculca todas desde el primer momento porque tiene la capacidad de pensar (?). Joe se tiene y se dice “un buen hombre”. Un asesino, pero, insisto, buen hombre porque se supone que tiene una causa que no tiene clara. Mata por odio y siguiendo la antiquísima ley del talión: Tú matas a mi hermano y yo pelo a tu padre, a tu hermana y a tu abuela. De pronto, al cruzarse por la calle con una chica, se enamora perdidamente de ella y decide que quiere cambiar de vida. Ella queda embarazada no teniendo 18 años y por esta causa (es uno de los mandamientos que se deben cumplir) el hijo que nacerá de ella será entregado a los malos, formará parte del otro bando. Perseguido por los malos y protegido por los buenos con la esperanza de recuperarlo, Joe no se resigna a entregar a su hijo y su mejor amigo, Jared, otro supuesto buena persona del supuesto bando bueno, lo mata. El hijo tenido con Maria –así escrito- es llevado por los buenos para que los malos lo conviertan en un asesino del bando de los malos. Su madre le escribe a su hijo una carta en la que le asegura que irá a buscarlo y así el autor nos amenaza con una segunda parte (el editor ya nos vaticina tres entregas).
         La obra toda es un artefacto de una simplicidad pueril. Un guión fácilmente adaptable a una película de serie B: con muchos tiros, muchas huidas, con sangre y heridas que curan sin el bálsamo siquiera de Fierabrás, con contrastes de tensión máxima y descripciones de situaciones lentísimas y momentos de saltos en el tiempo y en la realidad incomprensibles. Desde el punto de vista formal podríamos decir que utiliza la técnica del folletón, dejando caer migajitas de pan que promueven en el lector la curiosidad y, por tanto, el afán de seguir con la lectura. El lector mínimamente culto hallará junto a la realidad de corte realista situada en tiempos actuales, que el autor describe, un sinnúmero de realidades incomprensibles, increíbles, a la luz de esa realidad en la que se mueven los personajes y la trama. El autor, digamos, juega con dos barajas y así entra y sale de su mundo de fantasía y ficción y cartón piedra para sacar y usar la carta de la realidad más cruda y vil de un mundo sin entrañas cargado de realismo atenazador.
         La inconsistencia de la trama, dicho sea con perdón, da grima; mas, insisto, esta novela tiene todos los subproductos, los ingredientes, los mejunjes y los aditivos necesarios para hacer de este folletón, tal y como plasma su editor en la portada, un genuino BEST SELLER. Ojo: todo best seller no tiene por qué ser una mala obra  ni toda mala obra un best seller. Sí afirmo que toda novela que aspire a esa condición debe contener unos temas, resortes técnicos, entramados, etc. que le den las posibilidades de alcanzar esta meta: ser de liviana lectura y ligero de equipaje teórico, cierto barniz culturalista (ahora filosófico-religioso-teológico-ascético-místico-enigmático-mistérico-y-no-sé-qué-más), violento (con una violencia de maquinita de juegos y asesinados en pantalla y de mentirijilla), ejercicios sexuales al alcance de cualquier conciencia sin conciencia o conciencia relativista e inmoral o amoral.   
         En la novela para el lector y los personajes –presumo que tampoco para el autor- el bien y el mal están tan claros que no se sabe qué son. Sí es cierto que son relativos, pues los de un bando y otro creen ser los buenos, es decir: por ser relativos, da igual estar en un bando u otro. Eso se lo deben al destino, por tanto los personajes no son ni libres ni responsables ni sus vidas son propiamente humanas y dignas, pero a estas alturas del comentario, digamos, ¿eso qué más da?
         Algunas veces los personajes se preguntan: ¿Cuántos son los buenos? y ¿cuántos son los malos? Se ignora: nadie lo sabe. La Guerra se supone que acabará alguna vez, pero se ignora cuándo. Un elemento más de la novela que queda en la irracional tierra de la fértil imaginación del autor, que opta no atarse.
         El origen de la lucha a muerte entre los buenos y los malos es el cuento de blancanitos y los siete enanieves. Las historias de sus pueblos, la esclavitud, su liberación, etc. no es eco de nada, pues no creo que nadie se le ocurra hablar del pueblo judío a estas alturas de la novela.
         En dos ocasiones el autor afirma que Joe rezó y también en otra Maria, ¿a qué? ¿o incluso fue a un quién? No hay ningún Dios en la novela. Los dioses son una especie de superestructura que mueve la noluntad de unas personas que solo tienen la apariencia de tales.
         Salvo causa mayor, conmigo que no cuenten para la segunda entrega.

1 comentario:

  1. Realmente este artículo me ha sido de utilidad.

    Aunque tendría que decir que alguno de los otros post de
    otro día no me convenció tanto, lo de hoy me ha gustado mucho.

    Un saludo
    My web page :: Barbara

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