No leo el artículo porque… Que
me pregunto yo quién les ha dicho a tantos y tantos empeñados en alargarnos la vida
que lo hagan… ¿Quién? ¿Quién ha dicho que queramos ser viejos, longevos?
Supongo que les habrá ido, y
les va, esto de vivir de maravilla. Puede no ser el caso de muchos otros que están
locos por pillar la de villadiego y “Adiós, muy buenas. Si te he visto no me
acuerdo. Que no te elegí y te encontré en la calle”.
Vivir es maravilloso. Vivir
mientras Dios quiera es una bendición, un don, un regalazo del que Dios ha
dotado a todos los que estamos vivos, pero no me negará que hay vidas y vidas.
No entremos en los designios de Dios, que esos son suyos y son un misterio y no
hay que darle vueltas por qué usted, a lo mejor, o yo, seguro, hemos nacido en
occidente, con medios de todo tipo y con posibilidades incontables y por qué a
mil kilómetros al sur ha nacido otra persona, con la misma dignidad que cada
uno de este lado, pero con unas dificultades enormes para sacar su vida adelante.
No estoy hablando de felicidad, estoy hablando de esa realidad radical que la
vida es: esa que ninguno de nosotros solicitó tener y a la es difícil renunciar,
aunque la puerta del suicidio esté muy abierta para quienes pierden los
papeles: nadie en su sano juicio se suicida (cerca de 4.000 personas lo hacen
en España al año: ¡ojito!).
No viviré, don Nacho Company, más de dos segundos de los
que Dios quiera y en sus manos pongo mi vida toda. No me subyuga, bien es
cierto, vivir diez años más como lo hizo, por ejemplo, mi madre en sus últimos
años, ya fuera de sí, respirando y poco más, casi un vegetal, pero ahí estaba y
su vida cobraba sentido pleno en que la podíamos ver, amar, abrazar… y sonreía
y decía por ratos…, pero no es deseable, ¡para mí al menos! Veo esas abuelas,
casi siempre son mujeres, que cumplen 120 años y son poco más que una uva pasa:
no, gracias, don Nacho.
El otro día me comentaba un
amigo “no le temo a la muerte, quizá cuando llegue el momento…”. Pues eso mismo
digo yo. Y si antes de morir hay que sufrir, Dios me dará la gracia para
vivirlo así… ¿Y si Dios no existe? Pues mereció la pena cruzar el portalón con
la dignidad propia de la persona que soy; pero, permítame, ¿y si Dios existe?
Muchas gracias don Nacho Company, pero no lo necesito. Un saludo,
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