Quien anda tuteando a la
muerte en su oficio y con su oficio, además, pretende crear belleza, que de su
quehacer mane arte insólito y único, evanescente… eso merece un respeto por la dignidad
y el valor que todo ello comporta.
No voy a las plazas de
toros. No veo corridas. No estoy contra las corridas de toros. No tengo nada
contra los toreros. Admiro al toro y a sus ganaderos que los crían, cuidan y miman,
haciendo de ellos unos seres espectaculares y únicos que nacen para participar
en una liturgia que parece que ellos ya llevan aprendida en la masa de la
sangre.
Morante es un torero que
sufre, un torero que, como todos, tiene miedo a morir, teme al dolor que puede provocarle
una cornada. Es Morante un torero artista, se le llama Maestro, y él no
quiere que así sea, aunque lo es porque hace escuela, porque tiene seguidores fuera
y dentro de la plaza, entre quienes quieren pisar el albero como lo hace él. Él
desea para quienes aprenden que cada uno sea él mismo y no un espejo del maestro
Morante.
Es curioso que, con más o
menos cultura, el torero que llega a figura, ayer y hoy, siempre es admirado y admirable.
Tiene chispazos de inteligencia que deslumbran y sorprenden. Dejan retazos de
pensamientos que solo pueden nacer al compás del toro que pasa y roza con su
cuerpo el leve traje de luces que tapa el miedo del torero, que evita que el
arte se evapore… El olor del miedo y la sangre dejan en la mente del torero
veredas que son perdederos, caminos que llevan a la sabiduría… y el torero solo
está en lo que tiene que estar para que la bestia se convierta en emoción
sentida, en belleza. En ese acto y en ese momento, Platón que no vio corrida
alguna, lo expresó de forma excelsa en El Banquete: "La belleza es
el esplendor de la verdad". La belleza repristina el tiempo y el espacio,
ese tiempo justo y ese espacio justo y la belleza atrae porque la verdad ahí,
justo ahí, produce un miedo inconcuso, pavoroso.
Es Morante persona sincera,
torero sin trampa ni cartón. Tiene miedo, sufre, lo dice. Sabe que las heridas que
el toro abre se cierran con dificultad, pero en su caso sus trastornos psíquicos,
de los que ha hablado a tumba abierta, son más complicados y le juegan malas
pasadas. Lo decía Djokovic en una declarada, en la 06, que aquí comenté: “Estás ahí. Quieres jugar. Estás decidido. Pero luego
el cuerpo no quiere escuchar”… ¡Ay, el cuerpo y la mente, que siendo
uno, se disocian y marchan por caminos que se bifurcan y cada uno coge el suyo,
el que, al parecer, le da la gana.
Y para ir concluyendo afirma el maestro, con saber tan profundo, con regusto de milenios, que ni siquiera él mismo es consciente de lo que dice: “Sí, el amor torea, da mucha tranquilidad. Yo tengo que fortalecer las piernas, la cabeza y la madre que lo parió”. Quien pretenda torear en esta vida sin amor, que sepa que va sin muleta y entregado a mal morir: “Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”, que escribió un enamorado del Amor. Y que Dios lo guarde, maestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario