La llamada jet set, el pijoterío al uso, los
niños bien, los fashion, la izquierda caviar, las chonis, los poligoneros, los
yonkis… ¡cada grupo tiene sus tics léxicos que los identifican y diferencian!
Son elementos jergales que incluyen a quienes son del grupo y rechazan a
quienes no lo son. ¡Maneras de vivir!, que cantaba Obús.
Con paciencia admirable, reconózcanlo, ¡por
Dios bendito!, he estado hoy escuchando, que no oyendo, el fervorín de la ministra
portavoz (desde el coronavirus no se le dice *portavoza) y al ministro de sanidad…
¡No dirán que el aquí, es decir, que el tío, que servidor, no tiene aguante del
tirón! No en vano hicimos la mili en las fuerzas especiales, que dice mi amigo
José, dueño del excelente bar de la esquina…, desgraciadamente hoy cerrado.
El lenguaje inclusivo, por vía de lo
políticamente correcto, he defendido, y demostrado en alguna ocasión,
filiándolo en orígenes (Max Horkheimer-Escuela de Frankfurt), que es una
estrategia de la izquierda marxista culta que lo usa como elemento de dominio y
sujeción de los grupos a los que atrapa. La izquierda corriente de la calle, el
mogollón, los ignaros y la izquierda caviar, que se quiere dar el pisto y ponerse
a la altura del betún, lo usa y así ha sido de un tiempo a esta parte. *Todos y
todas. Nuestra vicepresidenta, con no sé qué número a la espalda de la
camiseta, Carmen Calvo, egabrense y fenómeno de necedad impar, ha querido
retorcerle torticeramente las neuronas varias veces, con artes de callejón, a
la Real Academia que se ha mantenido donde debía. Estos memos con título
universitario, y doctorados de autenticidad dudosa, defienden la ciencia (ahí
tienen al ciclista Echenique, insulto a cualquier inteligencia, que se
autodenomina “científico”), digo, que se esconden tras la Ciencia –supongo que
la escribirán con mayúscula, también en su ignorancia- para decir sus chorradas
de intelectuales de barrio.
Escuchados doña María Jesús, alias Evidentemente,
y a don Salvador (su padre, con ese apellido, tuvo arte al ponerle el nombre de
pila)… y tras tomar nota constato:
Que se dice: “Tras el consejo de ministros…”,
no se añade “y ministras”: ¿acaso no fueron las señoras ministras de tal
consejo? ¿Se quedaron en casa por algún motivo?
Al dirigirse a los espectadores se interpela
con un “Todos ustedes…”, se entiende que las señoras están haciendo la
comida y no dicen “Todos y todas ustedes”… ¿O es que no hay señoras escuchando
lo bien que leen los dos ministros?
Constato que los niños podrán salir “en
compañía de un adulto” y deduzco, por tanto, que no hay señoras adultas o
ellas no tienen derecho a sacar a sus hijos a la puerta de la calle (mi
vecinillo Antonio, con menos de tres años, dice que él no sale que está el
coronavirus suelto, ahí está el rebelde con causa).
Ciertamente “los niños podrán salir a la
calle”, pero deduzco que no así las niñas por no ser citadas por el
ministro. Ellas, ya desde chiquitas, la pata quebrada y en casa: ¡esta
izquierda burguesa no tiene ni arrestos ni arreglo!
Deduzco que, como con los muertos, los
infectados, los contagiados, los curados, los fallecidos son todos varones…,
tampoco quedan españolas, pues solo se cita a “los españoles”: ¿y las
españolas dónde están? En mi casa tengo una y no es la Poesía de quien escribía
nuestro premio Nobel, Juan Ramón Jiménez… ¡Vive Dios que es cierto!
Los muertos, anoto, tienen “allegados”,
pero no allegadas… ¿Extintas también? Asimismo solo están “los
responsables”, no se dice “los y las responsables”… Pobreticas las mujeres:
¿todas irresponsables?
La pandemia del coronavirus se ha llevado
muchas miasmas por delante como el lenguaje inclusivo o quizá de una vez por
todas (con eso que tanto repiten: “nuestro mundo no será igual”) ha dado a
entender que donde se pone lo importante, lo esencial, el sentido común, hay
que dejarse de pantomimas imbéciles que pretenden dar patadas contra el aguijón
e imponer modos de decir, distraer de lo capital y generar lucha… En la época
de Franco estaba castigada la blasfemia; pues camino de ser denunciados íbamos
cuando no éramos creyentes y practicantes de la iglesia protestante del
undécimo lenguaje inclusivo, ¡Dios nos libre de ir contra él porque los
totalitarios nos hacen el pasillo de los fachas, los carcas, los machistas y
los cavernícolas…!
Al final, y cierro, resulta que todo el rollo
del lenguaje inclusivo era un entretenimiento para jugar a las casicas con la
cocinita de la señorita Pepis, un resabio impostado y pedante, una irracional
antinaturalidad en un lenguaje que tiende a la mayor economía, porque con un
dedo, por muy gordo que sea, no se tapa el Sol…
¡¡Aunque esté feo señalar, ministra!! |
No hay comentarios:
Publicar un comentario