23 de abril de 2020

366-CHARLIE-SALIDA- ¿Y TRAS EL COVID-19?


El conocido a secas como el 11-S fue el atentado perpetrado en directo, ante el mundo entero, en las Torres Gemelas de Nueva York en 2001. Creo que todos los que teníamos para entonces uso de razón lo pudimos ver y lo recordamos estupefactos y aturdidos, como si de una broma se tratase, como si estuviéramos viendo una película anunciadora de fantasías futuras: un juego virtual de cámaras. No, no fue así. Era la realidad viva, horrorosa y en directo.
Ignoro los miles de millones que los países invierten en armamento para defenderse de posibles enemigos: dudo de que alguien lo sepa. Se hacen unas espectaculares inversiones en información, espionaje, contraespionaje… de todo tipo; se controla hasta quebrar la ley en muchas democracias supuestamente liberales, y redondeando, llamadas occidentales. Todo ello, como se demostró entonces, no había servido para nada. Un nuevo sistema de misiles convertía un avión en una bomba donde los terroristas no tenían ningún inconveniente en morir. El terrorista, permítame que afirme grosso modo, se inmola –realiza un ataque suicida- sin importarle su vida. El terrorista no busca posibles vías de escape: quien atenta sabe que ofrecerá su vida por motivos pseudoreligiosos y pseudopolíticos…, por odio, por venganza, por… ¡vaya usted a saber!

Abiertas las puertas de la información por medio de Internet y más abiertas aún en la Internet calificada de profunda… más que nunca es imposible poner puertas al campo, a ningún campo. Los buenos y los malos de esta película mundial, quienes dirimen sus negocios, sus problemas, en la red profunda, se agreden sin piedad, sin más tregua ni más cuarteles que todas las poblaciones del mundo. La paz se nos antojaba una quimera. Insisto: tras el 11-S se multiplicaron los medios, los filtros, mas es imposible controlar “a todo el mundo” y, sin embargo, pues cualquiera puede averiguar cómo construir una bomba, un cuchillo de cocina sirve para atentar en una calle, un coche puede arrollar y matar a decenas de personas, un avión… para sembrar más terror y más odio.
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El Covid-19, la pandemia mundial en un mundo globalizado, se ha mostrado como un medio más de horror, de dominio, de opresión, de poder… No estoy diciendo, porque lo ignoro, que este virus tenga su origen en un laboratorio e intencionadamente se le ha dado suelta para arrinconar y encerrar al mundo en sus casas, para arruinar a una parte del mundo y enriquecer a otra. El sufrimiento quizá no sea parejo al de una guerra mundial, aunque la “guerra” esta vez sí es MUN-DIAL, pues las anteriores, la Primera y la Segunda, aunque recibieron tal calificativo, en realidad no lo fueron. El Covid-19 va afectar a TODO EL MUNDO, en mayor o menor medida. Cuando esto escribo aún no se ha producido la infección en África, países pobres donde es posible que la pandemia se extienda como quien pega fuego. En la India tengo la sensación de que aún la pandemia va al trotee y aún no cabalga… Países pobres donde su población no tiene más casa que la calle para refugiarse, donde los respiradores son quimeras y unos simples guantes o una mascarilla un deseo… y la vulnerabilidad su realidad cotidiana.

Todos comprendemos ante el Covid-19 que estamos indefensos. No somos dioses. Nuestra limitación nos deja en ridículo ante un virus, un ser microscópico que mata a nuestros seres queridos, que nos encierra, nos horroriza, nos amenaza… Nuestra Ciencia, nuestra Tecnología, nuestros conocimientos se ven en ridícula evidencia: los muertos por doquier son miles y miles. Hay que volver, por el camino de la humildad, a la conciencia: se ha terminado el exilio de esta. No hay más seguridad que ninguna seguridad. Desde la prepotencia y la soberbia del seréis como dioses, la construcción de torres de Babel… no nos aíslan ni protegen de nuestra propia indigencia, de nuestras limitaciones… Es evidente.

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Si lo que aprendimos, aprendieron, con el 11-S es lo mismo que vamos a aprender con el Covid-19, mal negocio: vamos a hacer unos panes como unas tortas. Es posible que el terrorismo no tenga un alcance mundial y que tales o cuales países se puedan sentir a salvo de sus horrendos zarpazos, pero este mundo cada vez más globalizado y precario no deja nichos de enclaustramiento particulares donde llevar una vida como la conocida en Occidente y no me gustaría, en absoluto, ser etnocéntrico. Considero que en un mundo peor todas las vidas entran en precario, en pérdida creo que lo llaman los aviadores, y remontar el vuelo será casi imposible.

Es cierto que ha habido pandemias naturales que han acabado con millones de seres vivos de todas las especies. No es menos cierto que los países “evolucionados y progresistas” hemos visto los daños irreparables e irreversibles que hemos hecho para alcanzar esa calidad de progreso en nuestras vidas. Era y es absurda la creencia de un crecimiento irrestricto en un planeta limitado.

Oigo hablar de aislamiento, de muros más o menos físicos, de control mediante el móvil de la población que padeció Covid-19: ¿nos ponemos un sayo y tocamos la campanilla allí por donde vayamos anunciando nuestra enfermedad como antaño los leprosos?… ¿Hasta dónde van a controlar los poderosos del mundo a quienes el único poder que tenemos es no tener ninguno?

La visión ética o moral de la realidad hay que darla. Cada uno la dará desde su visión particular del mundo, desde su concepto antropológico…, pero hay que darla y hay que (insisto en las perífrasis de obligación) comprometerlo todo, creo que la vida misma, por un mundo donde podamos acordar, encontrarnos… en la verdad que nos pueda acercar y no aislar. Hablar de aislarnos es hablar de levantar más muros, más incomprensión… Hablar de retracción es hablar de exclusión, es volver al desamparo de los menos favorecidos del planeta, de mi calle.

Aquí el problema no es que no sepamos enunciar el problema, que ignoremos cuál es el problema. No deseo ser iluso. Pienso en el discurso que el otro día oí a un diputado de Bildu… y me resulta complejo buscar ese punto de encuentro: creo que no entiendo ni siquiera lo que dice. No me cabe en la cabeza lo que afirma, me resulta casi imposible que lo esté diciendo y diciendo de verdad… Me quedo anonadado… ¿En qué coincidiría yo, por no ir más lejos, con ese “hombre de paz” que es Otegi?

La mirada solo humana, lejos de la altura y de su dimensión sobrenatural, que solo da la realidad del Ser, de Dios, no nos dará las tres dimensiones necesarias, no nos llevará a ningún lado distinto de donde hemos partido: del odio, del rencor, del egoísmo, la codicia, la mentira, el anhelo de poder… Si nos burlamos unos de otros, si nos mentimos, si no somos capaces de perdonar, de acoger, de dejar de odiar… el sendero seguirá siendo vereda tortuosa, abrupta, impracticable casi, y no para todos. ¿Es posible la esperanza? ¿Es la Unión Europea un medio capaz generar soluciones innovadoras que busquen la verdadera unidad, el bien común, un camino expedito de luz para todo el mundo? ¿Recordará Europa sus raíces y sus orígenes? ¿Dejaremos oír el mal en forma de guerras, de odios, de masacres…?

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