Al gran hidalgo don Silverio, residente en la noble, vieja,
desmoronada y muy gloriosa villa del Toboso; poeta; autor de un soneto a
Dulcinea; autor también de una sátira terrible contra los frailes; propietario
de una colmena con una ventanita por la que se ve trabajar a las abejas.
También a mí me hubiera gustado escribir una dedicatoria como esta,
pero, a quien lo haya leído, a quien conozca algo de la literatura en general,
este estilo demorado, impresionista, acúmulo de pequeños detalles, no se le
escapa que es de José Martínez Ruiz, Azorín, con que empezó su Ruta de don
Quijote y Sancho.
Estoy también yo en plena ruta de don Quijote, que no de Sancho;
olvidaron, parece, citar a ese espécimen tan genuinamente spañol, ese envés de
la misma moneda. Solo pues se consigna que por acá se supone pasó el abuelo…, mas
¿qué sería el abuelo sin el tito? El poeta de mi pueblo, el poeta de mi calle
no se llama don Silverio, sino don Restituto, que fue maestro y profesor,
rodeado de niños y, más tarde, cuando dejó a estos, la emprendió en serio con
los versos y con ellos y en ellos anda nuestro hombre.
Don Restituto, hombre de largo hablar cuando hay pie para ello, me
regala sus libros, agavillados casi, donde sus poemas se hallan publicados,
premiados. Lo hace con la sencillez del hombre bueno, del poeta desconocido, con
la simpatía de aquel que regala flores siempre al punto de marchitarse por no
olerlas, de no mirarlas…, ay, de no leerlas.
Sonetos con resonancias clásicas de los temas clásicos de los clásicos
españoles: la vida como camino del vivir incierto y del morir seguro. No elude
el poeta la primera persona, donde el sentir real o fingido se abisma del
presente en el futuro por cauces de sonetos firmes, de recios versos
cincelados.
No encuentro mi
camino
y un ángel de
agonía trasparece
por la cruz
proyectada en epitafios.
Busca el poeta la eufonía en el adjetivo sencillo, en la aliteración amable.
No elude, ¡cómo hacerlo!, el símbolo más o menos evidente que evoca lo inefable.
En muchos de sus versos se muestra el
poeta contrariado, disgustado con su vivir que resulta, o así aparece, áspero y
arisco. No halla el lector la suavidad de la vida lograda, la paz sencilla y
simple del vivir alegre y feliz.
Llama la atención las lecturas del poeta a sus colegas: Alberti y
Baudelaire, Gerardo Diego y Bécquer, Juan Ramón y José Hierro, Blas de Otero y
Unamuno, del que cita un verso de un soneto suyo conocido, bronco, cortante…
Hacía años que no lo leía y me animo a ello (los versos, los poemas, suelen
llevar de unos a otros, como las cerezas salen pendientes… unas de otras). Cita
don Restituto del inquebrantable don Miguel:
¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!
A lo que
enseguida, en el siguiente verso, añade el contradictorio bilbaíno:
Pero no me lo digas; tus cantares
Ni rehúye ni rehúsa, por momentos, tal o cual poema
cierta grandilocuencia donde hallamos dioses del olimpo clásico, imágenes y símbolos
complejos y difíciles para el lector que, a su vez, ayuntan con palabras
sencillas y llanas:
Las bielas mudas mueven unos tornos
por donde no transitan los milagros
No olvida el poeta su origen y así muchos de sus
versos brotan con remite rural: almagre, cigarra, criznejas, neguilla, arcilla,
aperos, esqueje, pleitas… que a este lector lo cargan de evocaciones: de otras
voces y otros ámbitos. Escribe don Restituto:
La tierra es el tapete siempre
en vela
que protege de cierzos y de
escarchas
las hazas de benévolos
arcángeles silentes.
A ratos este lector se enfría ante el verso
intrincado de compleja factura y excesiva dificultad ¿innecesaria? ¿No será
acaso que el poeta evita la llaneza porque, a pesar del uso de las primeras
personas, siente el pudor propio de quien, por vergüenza o modestia…, dice sin
quererlo decir todo?
Atardece. El lector marcha modesto, que no como un
centauro, con su libro en la mano y se pregunta por el poeta de su calle…
Siempre, piensa, infravaloramos lo conocido, lo nuestro, así nuestro don
Quijote, nuestro Sancho, nuestro don Silverio… ¡Ay, don Restituto, que usted lo
sabe!: España como Castilla face a sus hombres…
Muy bueno.
ResponderEliminarLe agradezco que me lea y me agrada que le guste lo que escribo. Muchas gracias por visitarme y tomarse la molestia de escribir aquí. Muchas gracias, de nuevo.
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