“El hombre es el único animal que tropieza dos
veces en la misma piedra”. Supongo que para hacer buena esta afirmación, según
Plinio, o te lo han contado todos los animales o tú has sido todos y cada uno
de ellos. Me temo que este aserto, cuando menos, es indemostrable.
Me encuentro de nuevo con una papeleta que ya comenté
en este blog. He caído en el error de comenzar la lectura de un libro que los
alumnos calificaban de “muy bueno” porque se lo han dicho otros chavales y porque
una profesora así lo ha comentado en clase, y lo ha recomendado como lectura
particular que no general y para todo el curso. Me vuelvo a equivocar.
El libro, del que soporto leer unas treinta y
tantas páginas, es carne reseca de pescuezo. “Lee lo que se ha quedado de pie”,
Alfonso Sancho Sáenz dixit. Es lo que hay. Este libro nació cadáver.
Las treinta y algunas páginas leídas dan para
hacer un elenco de topicazos de la literatura dirigida a niños y jóvenes, para
captar su interés y atención que no para educar su estimativa sobre la estética
literaria. La trivialidad de sus temas es purgante para cualquier lector con un
mínimo paladar estético. Este libro en términos culinarios tiene una
palatabilidad lamentable. Elenco de topos:
Chico pierde a chica.
Chico, por supuesto, mal estudiante,
rebelde, adolescente, tontilisto…
Sus profesores son pésimos, con vicios
manifiestos, ¡y cómo no! todos tienen motes, así como los compañeros de clase:
un dechado.
Relación tortuosa y compleja con los
papás…
La solución para el problema con la
ruptura con la chica es emborracharse.
Adolescente acomplejado con sus forúnculos, granos y espinillas.
Adolescente acomplejado con sus forúnculos, granos y espinillas.
Mal estudiante, insisto, ¡cómo no, por
favor!
Andrés, nombre del quídam, es quien
provoca todos los desaguisados, los problemas, pero la culpa, la verdadera culpa,
¡los responsables!, el infierno son los demás…: papás, profesores y compañeros
de clase.
Si se porta mal, ¡el niño también rico!
irá al internado: ¡amenaza!
El rollo-fervorín de sus papás sonroja:
Ahora es todo más fácil que ayer.
¡Y cómo no! Belén, la tía más buena de
la clase…, cree estar embarazada y por tanto, una solución es el aborto.
El
libro está estructurado en capítulos sin título. Las escenas parecen estampas
redactadas por separado y luego ensambladas en el texto. Da la impresión de que
la autora se hubiera planteado un listado de sucesos posibles para un chico con
este perfil y, a partir de ellos, los ha ido redactando sin piedad para sus
lectores: la discusión con los hermanos también viene de serie: Carlos, el
hermano mayor, su contraste, es buen estudiante, guapo, con una novia excelente
y, además, es el preferido de papá; la narración de la borrachera que lo lleva
a una discoteca donde casualmente esta lo que ahora en términos ordinarios
llamarían su “ex”, Sara, que se apiada de él, etc. es de manual; la charlita de sus papás
tras la borrachera…; unas breves secuencias de clase que den color a la
narración… y todo ello unido con un hilo grueso, un cabo marino, que es el léxico
del que se vale la autora para intentar dar cierta credibilidad a su obra. Al
hilo de la lectura, los alumnos los míos, me preguntan, porque ignoran el
significado de las palabras que ellos supuestamente usan, a lo peor es que no
son de Madrid o sencillamente la autora se ha hecho un inventario léxico
excesivo: potar, “hacer pellas”, “meadero”, estar pedo, tío legal…, careto, tajada,
pelotas, “un plomazo en la cabeza”, “la tía más buena de clase”, “Vaya marrón,
macho” y el “ostrás”, repetidamente acentuado como si de una aguda se tratase cuando
claramente es una llana y todos decimos “Ostras, ¿qué clase de libro es este?”.
Desde el punto de vista narrativo, la autora
se dirige a un “tú”, a quien a veces, sin justificación nombra, que se suman a muletillas sin cuento, como “macho”, “tío”, que tampoco entusiasmó a las alumnas.
Hipersensibilizados como los alumnos están
ahora con el feminismo, el machismo y sus secuelas y excrecencias, el trato con
las chicas, etc. uno de entre ellos, de los míos, de inmediato, por las
expresiones que usa Andrés, es calificado de machista… Trata a su supuesta novia como si fuera un objeto de su
propiedad.
¿Tienen que ser los libros que se lean en las
aulas además de obras “que se queden de pie”, obras que sean formativas,
digamos, educativas porque, al final,
de un centro educativo se trata? Podría alegarse, como lo hace el autor de La Celestina, que su valor didáctico lo
recibirá el lector u oyente por vía negativa: te enseño todo aquello que no
debes hacer ¡para que lo aprendas! ¿Podría ser este el caso de Nunca seré tu héroe? No lo sé ni yo realmente
compartiría esta explicación porque, en La
Celestina, con dicha excusa, se trata de salvar las dificultades de su
publicación y a la Inquisición, ¿qué se consigue con Nunca seré tu héroe?
Me hace notar un alumno, tras leer este comentario, que él considera que Andrés, el protagonista del libro, tiene un problema... y es que "está decepcionado con su vida". Lo hablamos. Cierto, Andrés, por su juventud, por su adolescencia galopante, es un desorientado, un desnortado... carece del sentido en su existencia y vive en la banalidad. El trato de este tema, sin duda, merecía mejor trato por parte de la autora, sigo opinando. (Gracias José Antonio).
ResponderEliminarElena insiste en que es cierto que esto les ocurre a los adolescentes, pero que ella lo contaría de otro modo.
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