5 de mayo de 2019

350-CHARLIE-SALIDA- RENCOR CONTRA LA EXCELENCIA



                                 ¿Acaso fue todo, como todo parece ser en la vida, obra de unos pocos, frente a la hostilidad de otros y la indiferencia de la mayoría? 

Luis Cernuda.

De un modo u otro, varias veces en los evangelios, Lucas y Mateo narran un pasaje de la vida de Cristo en la que este afirma que ningún profeta es aceptado en su propia tierra, que nadie es profeta en su tierra… Y también los evangelistas ponen en boca de los paisanos de Jesús la explicación autoexculpatoria para no valorarlo, ni creerlo: es el hijo del carpintero, el hijo de María, es conocido él y sus familiares porque viven entre ellos y, en resumen: ¿quién es este para enseñarnos, corregirnos y dar lecciones de qué? Jesús no estaba revestido de ninguna potestas, no se le había otorgado ningún cargo, empleo, dignidad pública que lo elevasen sobre sus vecinos. Jesús tiene la auctoritas de quien sabe, de quien domina porque él es el Dominus, sí, es el Maestro porque es Dios. Solo la malicia, la envidia de sus vecinos, anularán la posibilidad de que Cristo actúe como tal, porque la fe de quienes, babosos, buscan excusas para no creer en él, le impiden que haga milagros: para que estos ocurran se necesita una fe como un granito de mostaza, pero ni a eso alcanzan los envidiosos.

Los españoles han sido señalados como un pueblo envidioso. La envidia es ver con malos ojos al vecino para quien deseamos la desgracia del uso de aquello que es, posee, tiene; es “tristeza del bien ajeno”. Julián Marías, que algún día, cuando pase la podre, se rehabilitará intelectual y socialmente, utilizaba una expresión, para mí magnífica por su claridad. Hablaba el filósofo del rencor contra la excelencia. Todo aquel que desee, anhele estar en camino hacia la excelencia, todo aquel que pretenda salir del montón, aquí, en España, será criticado, envidiado, ensuciado, vituperado, con el silencio de los demás o la murmuración pringosa, la calumnia sebosa. Si seremos pueblo de albañal, que somos capaces de retorcerle el pescuezo a las palabras para alcanzar la quintaesencia de la llamada envidia buena por no hablar de admirar, admirable, gozoso, maravilloso ante lo bueno que el otro intenta, lo bueno que alcanzó, la excelencia que procura no sin esfuerzo, porque no hay realidad ardua que se alcance sin el compromiso total de la persona. El envidioso siempre hallará qué decir malo del otro: “Que su hermana era ligera de cascos”, “Que le mueve la soberbia”, “Que es un soberbio”, “Que su padre estuvo en la cárcel”, “Que su gente procedía de una familia humilde”… Lo que sea necesario para no admirar la grandeza del otro que intenta elevarse sobre la media, sin usar a los demás como peldaños, sin ofender a los demás, con honestidad y verdad.


Giotto di Bondone,
Imagen de “La Envidia” Capilla de los Scrovegni 1302-5.
Padua.

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