En mi pueblo, por san Antón,
desde la noche de los tiempos, se hacen unas hogueras donde se quema todo lo
que se puede allegar en lo que al anochecer será un lumbrón rodeado de ojos
encandilados. En el poste del centro se coloca un muñeco de trapo o algo así,
supongo que tendría un significado (Cirlot lo sabrá), del que para nosotros
carecía. Alrededor del palo central se colocan viejos enseres, ramas de la
corta del olivar, ramas que no siendo de ninguna poda o corta nosotros nos ocupábamos
de allegar, con riesgo a veces de la integridad física (que le pregunten al Chino, que cortaba la rama sobre la
que estaba sentado, y se partió un tobillo en la caída). Todo era bueno para
arrimar a lo que sería lumbre y humo… ¡Todo era bueno! Me acuerdo de esto al
hilo del dicho irreverente que, según comentan, el fraile argüía: “¡Too es
bueno p’al convento!”, y llevaba una puta al hombro.
Otro tanto sucede con las
campañas electorales. Me gustaría dejar esto al margen del blog, pero no puedo
permanecer impasible. Estoy indignado, enfadado, enojado, cabreado y como le
dije a una señora el otro día -la tercera vez que me dan un golpe en la misma
rotonda por el otro hacer mal su recorrido-; me bajé del coche y le dije:
“Discúlpeme, señora, no estoy ni nervioso ni enfadado, como usted afirma,
¡estoy hasta los mismos cojones!, dicho sea con perdón”. Pedro Sánchez
Pérez-Castejón, que tiene más peligro que un mono con dos pistolas sin seguro,
en la campaña electoral iniciada, y que todos le pagamos como presidente en
funciones, ha ido en pagana peregrinación, romero ignaro (“Machado de Soria”,
dijo), a visitar la tumba de don Antonio y de Azaña, y es que todo es bueno
para el convento…, ya saben, y para la pira, para esta hoguera de las vanidades
que son las elecciones y más aún con este necio narcisista.
¿Pedro Sánchez Pérez-Castejón, me
pregunto, sabrá quién gobernaba cuando Machado publicó sus Campos de Castilla? ¿Habrá leído algún verso de esta obra? En aquella
legislatura de 1912, por cierto, entró en el Congreso ese demócrata pacifista llamado
Pablo Iglesias Posse, que deseó la muerte en atentado a Maura, por ejemplo. El presidente
del consejo de ministros fue Canalejas a quien despachó Pardiñas de un tiro en
la cabeza en noviembre mientras miraba un escaparate de una la librería: ¿¡¡A
quién coño se le ocurre mirar esas chorradas!!? El ministro de instrucción
pública, por más señas, en esos meses fue Santiago Alba, impulsor de El Norte de Castilla, periódico para mí
de feliz memoria por mi amigo Miguel Delibes, que en paz descansa. Los
ministros, los presidentes se olvidan, los versos, ¡solo los versos!, quedan.
Sánchez, como el muñeco de la lumbre, mañana será humo.
Leo en estos días a varios imbéciles –débiles
mentales-, que también pretenden arrimar el ascua a su chuletón. Dicen que “Machado y Azaña son leídos hoy por todos los españoles
porque sus palabras nunca fueron de confrontación, sino de encuentro. Y ese
hecho es la prueba de que la Constitución de 1978 restauró los valores de la
República de 1931”. Primero, a
Machado y a Azaña no los leen ni sus deudos: Machado se ha leído durante años
como autor “recomendable-obligatorio” para la selectividad en Andalucía y ya
dejó de estarlo, por lo tanto: no lo lee NADIE. Se lo digo yo que me dedico a
esto desde casi cuarenta años. Si a Machado nadie lo lee, menos aún a Azaña de quien,
si acaso supieran algo es por salir en Sálvame o en La isla, y creo que don
Manuel no llegó a tanto; ni una puta de sus obras saben citar, y sigo jugándome
las dos manos. Si escribí Primero es porque hay un segundo:
no tengo a mano la filiación de la cita, pero alguien, ha escrito que “Azaña y
Machado son dos figuras que representan los valores cívicos y democráticos que
se perdieron en aquel trance histórico, y que la Constitución de 1978 recuperó
cuarenta años después” lo que no es retorcerle el pescuezo a la Historia
para que diga algo semejante, sino hacerle el interrogatorio del simulacro del ahogamiento:
la Constitución del 31, como la Segunda República española fueron un fracaso
estrepitoso por su parcialidad. El
Berrugas, como era conocido Azaña, que era masón, fue un pésimo político que
quiso una república y una constitución contra quienes no eran los suyos ni pensaban
como él: eso fue así lo niegue quien lo niegue. Decir en el 38, en Barcelona, aquello
de “Paz, perdón, piedad” está muy bien: como la cebada atada al rabo, muerto el
burro, cuando por su incompetencia también había sumido a España en una guerra
que iba camino de los tres años. Suya es la afirmación de que todos los
conventos de Madrid no valen la sangre de un republicano… En fin, don Manuel… Tercero,
mi admirado don Antonio, el hombre bueno que esperaba hablar con Dios un día…
también tuvo, como todos, sus debilidades, pero Dios no le permitió que su verso
fuera la pistola de Líster, etc. Machado, no cabe duda, fue mejor poeta que
pensador y en absoluto que político.
Pedro Sánchez, ese doctor
ignaro -¿quién le escribiría la tesis?- no atenderá a más razones que las dictadas
por su propia soberbia. Me daría igual si no fuera el presidente de mi patria,
si no estuviera yo enrolado por obligación en el barco que hoy capitanea él con
manifiesta chulería e ineptitud…, si no gobernarse desde esa “Política
tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea
alta”, como dijo Azaña, si se callara, si dejara que el silencio
hablase, posiblemente el perdón sobreabundara sobre el odio. Por cierto,
presidente, de momento nadie me ha pedido perdón a mí por lo que hicieron
algunos descerebrados con mis abuelos y algunos parientes míos… ¿Me va usted a
pedir perdón en nombre de qué o de quién, presidente?
brillante házselo llegar. Recuerdo la perdiz, el canónigo, el codillo. Recuerdos a Pilar; que no se marchiten esas flores
ResponderEliminarSeguiremos regando las perdices, los canónigos y los codillos y sé que Dios, que cuida de todo lo creado por Él, se ocupará de las plantas... Espero que no tardemos tanto en vernos. Ayeer no me olvidé de tu padre; no me olvido el día 3 de tu madre. Un abrazo.
ResponderEliminarMe llena de satisfacción leer lo que escribes.
ResponderEliminarSiempre se aprende de ti.
Un abrazo. Enrique Pérez.
¡Don Enrique! Muchos son llamados "maestros" y no lo son, incluso son "falsos maestros". Usted es un verdadero maestro: no es que lo fuera, que lo es y lo será hasta que Dios lo quiera. Recibe un abrazo fuerte.
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