29 de enero de 2019

CHARLIE-SALIDA-339-DE NUEVO CON EL CANON LITERARIO Y LA FINALIDAD DE LA LECTURA


“Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas y es agotador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones”... y añadía Gidé en este sentido: “Todo está dicho, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo, continuamente”. Estas dos citas, la del principito y la de Gidé…, las he repetido innumerables veces en este blog.

Hace muchos años, cuando era joven e iluso, pensaba que hablando se entendía la gente… Es mentira o, al menos, no necesariamente es así. A veces, sin embargo, sí es suficiente hablar para que se declaren guerras, trifulcas, batallas cotidianas, porque expresarse bien y comprender bien no está al alcance de cualquiera. Saber hablar o escribir no comporta tampoco saber hacerlo bien. Queda claro que escribir o hablar supone una exposición innecesaria a la palabra vacua, necia y hasta ofensiva. Por lo cual: el silencio es oro, en boca cerrada… y en san Mateo, como siempre, en el 12:36 se amplía la retahíla. Dicho todo lo cual, digo, cuando iluso y joven, me preguntaban por qué leía, respondía que me gustaba, me apasionaba, e interpretaba que la lectura era un medio de formación, de distracción, de disfrute de cierto gozo armónico de una realidad tan viva y presente como de aquellas otras abstractas, imaginarias, amables, unas y otras. No, no es fácil explicar todo ello a quien, al final, no quiere aprender nada: “le pica la curiosidad malsana”, pero no tiene ningún afán e interés real por aprender, por conocer. Hoy cuando me preguntan por lo mismo, por qué leo, depende de quién sea y cómo lo haga, contesto invariablemente con dos respuestas: “Para nada”, si quien me pregunta es un impertinente desinteresado; “Para ser feliz”, si veo un prosélito en potencia, un lector…

Lean por favor con atención estos dos textos:

¿Que proponemos? En primer lugar, sustituir el concepto de canon –conjunto cerrado y estable de libros de lectura o mención inexcusable– por el de corpus escolar, entendido este como un conjunto abierto y cambiante de textos cuya lectura se considera adecuada en los años de la adolescencia y que pueden contribuir a la formación de lectores cultos y competentes capaces de orientarse en un futuro en la biblioteca de la humanidad[1].

Necesitaremos estar bien atentos, después, a seleccionar entre ese enorme firmamento de clásicos cuales pueden ser llevados a las aulas de secundaria, porque el canon escolar no puede ser una reproducción sin más del canon académico, sea este el que fuere.

Ustedes, vista la contradicción a la hora de nombrar ese listado de libros de inexcusable lectura, pensarán que los dos párrafos están escritos por dos personas distintas: se equivocan. Están escritos por una misma persona, supongo, y además muy próximos un párrafo de otro, en el mismo artículo, insisto: firmado por la misma persona.

No por cambiar el collar al perro deja este de ser el mismo. Ni la mona vestida de seda… canon académico, canon escolar, corpus escolar –con o sin cursiva, que es de la autora- todos ellos vienen a ser lo definido por la autora como ese “conjunto cerrado y estable de libros de lectura o mención inexcusable”… En definitiva estos son los libros que DEBES LEER si quieres que se te considere una persona culta o leída: la consideración de los demás es capital. Si no has leído este listado de libros, el que fuere, o no estás en ello, serás arrojado al averno de la incultura, serás declarado un patán.

Quien esté libre de pecado… Quien más quien menos somos muchos quienes hemos caído en la vacua grandilocuencia que esconde la ignorancia o la inexactitud. Siempre de mala leña conviene coger gran brazado. Vamos a verlo:

Llevar los clásicos a las aulas de secundaria no debiera responder a un tributo acrítico a la tradición, sino a la convicción de su capital importancia en la construcción de nuestra identidad, en nuestra capacidad de leer el mundo que habitamos e imaginar otros mundos posibles.

Los relatos son también decisivos a la hora de conformar imaginarios compartidos, ese repertorio de situaciones, personajes, experiencias y símbolos a los que una comunidad recurre para explicarse su historia común y para reflexionar también sobre los conflictos del presente.

En primer lugar, reivindicando la necesidad de recuperar «los grandes libros», pero extremando el cuidado en los criterios de selección estos.

Suficiente. Ignoro si alguna vez escribí algo semejante a los tres párrafos citados de la misma autora que los anteriores[2], pero los tres pueden pasar por un hermoso brindis al sol… Las clases de Literatura ya apenas existen, señora, ni interesan a los propios profesores de la materia; esos mismos y propios profesores son apenas lectores (me refiero a los filólogos y a los profesores “de letras” y a algún ser extraño “de ciencias”); los alumnos sienten aversión a la lectura: esta ha desaparecido de su mundo porque tampoco está en el de sus papás…

Resumen: canon literario o como se lo quiera llamar, con los adjetivos y aditamentos que se quieran, necesita de un acto de fe para creer en él; los profesores, los maestros, los educadores son una pata más que no puede soportar además el fomento de la lectura desde sus limitados medios y hacerse responsables; la buena voluntad, el voluntarismo, es insuficiente a todas luces (la lectura es buena, pero leemos cuatro…); la lectura siempre fue actividad minoritaria y lo seguirá siendo: quien se engañe es porque quiere; la suma de todos los esfuerzos dará pie, como mucho, a un grupito de avezados y competentes lectores (la inmensa minoría juanramoniana) que hallarán parte de su felicidad personal entre letras y páginas, y títulos y autores, e historias maravillosas y versos que nos sitúan en la estela de la genuina cultura humanista… El sentido de la existencia, la belleza, la felicidad, sus caminos, ojo, no se enseñan ni se muestran: se hallan cuando se buscan.





[1] Las negritas son mías.
[2] Jover, Guadalupe, ¿Qué clásicos para la secundaria obligatoria?, Textos de Didáctica de la Lengua y de la Literatura, nº 82, Ed. GRAÓ, Barcelona, 2018.

1 comentario:

  1. Llevo poco, pero he decidido que todas las semanas les leeré una reseña de algún libro que crea que pueda intersarles: del ABC Cultural, de El Cultural, de Babelia o de Mercurio; de Turia o de Litoral. Si es bueno el grupo de Quimera o Ínsulabo por qué no de Cuadernos hispanoamericanos. Leerla, escribir el título y el autor en la pizarra, que lo copien en el cuaderno oben un wásap, y que después hagan lo que quieran. Pero leérsela. Ya te contaré la experiencia que estoy recogiendo en el diario del aula
    Profesor Blumm

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