14 de diciembre de 2018

333-CHARLIE-SALIDA-ADAPTACIONES LITERARIAS



Una obra adaptada del español del siglo de Oro al español del siglo XXI para que un niño la pueda leer no deja de ser una extravagancia, sin respeto alguno: a lo mejor el niño debiera esperar a tener la capacidad de leer la obra, si es que llega a tenerla. ¿Se podría adaptar La Piedad de Miguel Ángel para que fuera comprendida por un niño…? ¿Se podría adaptar a Bach para que sea gustado por… o sería más fácil ponerle directamente la obra de Bach y que el niño la escuche? ¿Se puede adaptar el langostino y la manzanilla de Sanlúcar a un bebé para que lo tome en un biberón?

No. Definitivamente no me convencen en absoluto las adaptaciones de las obras clásicas en aras a que alguien las pueda leer. No hay más Quijote que el escrito por Cervantes, con sus erratas, si me aprieta (o sin ellas, como lo limpió Francisco Rico). La Gioconda es inadaptable como tampoco lo es el Bosco… ni Velázquez y, por tanto, ni Cervantes, ni Shakespeare, ni Lope, ni Quevedo… El sucedáneo, sin respeto alguno, por muy logrado que esté no pasará de ser eso: un sucedáneo. ¿Es, acaso, el Quijote cervantino el mismo Quijote si lo reescribimos en el español del siglo XXI? No: me niego a aceptarlo. Es obvio, como escribe Rosa Navarro, que “el adaptador nunca puede añadir nada para facilitar supuestamente su lectura; su papel es en el fondo el de un traductor, porque no puede cambiar el sentido del texto”: solo faltaría que nos dieran, encima gato por liebre, y así el Quijote de Avellaneda por el cervantino… ¡por favor!

Cito de nuevo a Rosa Navarro: “No hay que tener miedo a la adaptación si es rigurosa y está escrita con sumo cuidado, sin cambiar nada, porque es como si un adulto leyera la obra y la contara de forma asequible a un auditorio de niños o jóvenes”, ¿cómo dice que sin cambiar nada? Una adaptación lo cambia todo desde el punto de vista formal y en ocasiones le puede ocurrir como al citado caballero del Decamerón del que ella misma habla: ¿acaso lo formal no cuenta? ¿No se ha debatido sin tasa si era posible la traducción fidelísima de la poesía de un idioma a otro? Una traducción pretende la suma fidelidad… ¡pero esta no es identidad!: la musicalidad del verso, el recóndito sentido del juego de la palabra en el verso… ¡no es idéntico en inglés y en alemán!, ¿o sí? Ya Epicteto lo decía, según Hadot: si duo dicunt idem non est idem.

Por favor, seamos serios. Las adaptaciones no pasan de ser tretas del mercado para vender libros –gatazos- por libros –liebres- y que así, esos “pobres adolescentes”, puedan acceder a La vida es sueño o a Romeo y Julieta… Quien lee esta obra de Shakespeare en ruso debe saber que al no poderla leer en el inglés del XVI se le están quedando pelos en la gatera. Es lo que hay: todos cuantos leemos Los hermanos Karamazov, o La metamorfosis o el Ulises de Joyce… lo hemos comprobado, ¡por muy buena que la traducción sea!

¿Acaso no cumplen la condición de clásicas obras infantiles y juveniles que se adaptan perfectamente a edades y situaciones? Acaso no nos acordamos de Alicia en su país, de Salgari, Julio Verne, Dumas, Stevenson, Defoe… libros que se pueden apoyar en películas que pueden recrear mundos tras la lectura atenta del libro… ¿Qué editorial enfocada a la publicación de obras para niños carece de una colección de clásicos infantiles y juveniles sin necesidad de adaptar obras de adultos…? ¡Ya las leerán, si viene al caso! en su momento.


4 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo contigo, Antonio. Pienso, sin embargo, que cada libro necesita de una "cierta" edad para comprender su hondura. Cito sólo un par de ejemplos: "Mi planta de naranja lima" y "El principito", no son libros para niños. No pueden entender en su corta experiencia todo lo que subyace en su escritura. Como mucho, necesitarían de una explicación previa, detallada, de lo que quiere transmitir su autor. Como es necesario explicar la poesía de Garcilaso, o la de Dámaso Alonso, el mundo interior de Shakespeare o el de Cervantes, Quevedo, Salinas, San Juan de la Cruz...

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    1. Estoy totalmente de acuerdo contigo. MI PLANTA DE NARANJA LIMA y EL PRINCIPITO los he leído con alumnos en clase. Efectivamente no alcanzarán a todo y hasta el final, pero cuando tienen la madurez idónea, sí que pueden gozar y aprender y sumarse a una cultura que se aprende... en ese tipo de libros excelentes, libros clásicos... Dudo aún que me alcance a mí lo que sé para llegar a cuanto EL QUIJOTE atesora y ya estoy para jubilarme, lo he estudiado muchas veces, lo he explicado, lo he leído, lo he comentado -hasta donde mis cortas luces llegaban- y ahí sigo...
      Me hubiera gustado dejar algo escrito en tu blog, pero, desde aquí, te agradezco tu valiosa aportación. Al final, estamos de acuerdo, en que no todo vale a cualquier edad, ni tiene el mismo valor. Feliz año.

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  2. Pienso como tú, que la "adaptación" adultera la obra que sea. Prefiero "El final de Sancho Panza y otras suertes" de Andrés Trapiello que su adaptación del "Quijote": el que quiera y pueda leer el "Quijote" que lo lea tal y como lo escribió Cervantes. Lo mismo para todo lo clásico. La poesía traducida es imposible, en todo caso lo que uno puede hacer es entender el poema en lengua extranjera y crear otro poema en español sobre el tema poético en cuestión. Manolo Swintila Fernández

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  3. Yo he seguido con mi hija el mismo camino que seguí yo.
    Cuento infantil, primero contado e historiado para facilitar meterse en el cuento, hasta que con 3 años me dijo "¿me enseñas a leer y así puedo leerlos cuando quiera?".
    Libro juvenil "clásico": Salgari, Verne, Blyton, ...
    Hasta que ha cogido su estilo. Ahora, 300 páginas le duran 4 días. Escribe historias, no puede pasar sin leer o releer todos los días...
    No estoy de acuerdo tampoco con las adaptaciones de clásicos.
    Ni con que un niño tenga que leer el "Barco de Vapor" por "bemoles". En mi opinión, hay que hacer que el niño "enganche con el relato" y quiera más.
    No estoy de acuerdo tampoco con las adaptaciones de clásicos.
    Ni con que un niño tenga que leer el "Barco de Vapor" por "bemoles". En mi opinión, hay que hacer que el niño "enganche con el relato" y quiera más.

    Carlos Ferrero Palma

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