Copio de una noticia de El
mundo, del pasado día 10 de septiembre. “Si la estadística se cumple,
hoy se quitarán la vida 10 personas en España y unas 200 lo
intentarán, una paradoja trágica del Día Mundial de Prevención del
Suicidio. Y si los estudios de los psicólogos son ciertos, seis de ellas habrán
pedido ayuda en la última semana y dos hoy mismo”. Algunos imbéciles creen que la gente no son ellos, sino los demás: la gente, es decir, usted y yo, no somos
esos cientos de familias que fundaron Roma: no, coño, no. La gente somos nosotros, insisto: usted y yo. Si lo escrito en el
periódico es cierto -y no tiene por qué no serlo- seguro que usted y yo, con
cierta frecuencia oímos que Fulano o que Mengana… se han suicidado, se han
quitado la vida, dimiten, no aguantan ni un minuto más en este estercolero que
tenemos organizado. Doy fe de que no ha muchas fechas atrás… he tenido una
fatal noticia de esta índole.
Hace décadas, y lo he explicado
en clases, Viktor E. Frankl, el creador de la logoterapia, profetizaba en sus
conferencias y clases en los Estados Unidos de América que, a no mucho tardar,
el suicidio ocuparía el primer puesto como causa de mortalidad entre los
jóvenes y desbancaría con mucho al que entonces lo ocupaba: los accidentes de
tráfico. Eso es una realidad ya hoy. La mayoría de mis antiguos alumnos que han
muerto, y que he asistido a sus entierros, lo han hecho por suicidio; algunos
murieron en accidente de coche o moto (alguno con 19 años); algún otro se lo
llevó la enfermedad, y Dios lo sabe todo. Algunos dejaron alguna nota escrita:
ignoro su contenido. Todos me dejaron, con su muerte, el alma arrasada… Semanas
y semanas de presencia absoluta de esas personas en mi vida cotidiana. ¿Que qué
me pregunto? Lo que me pregunto es lo que recoge en su última idea el texto que
he pegado de la noticia de El mundo: “seis de ellas habrán
pedido ayuda en la última semana y dos hoy mismo”. Personas que antes de
suicidarse, de algún modo, pidieron ayuda, solicitaron espacio, tiempo,
escucha, atención, cuidado, mimo, reconocimiento… ¿En qué estábamos quienes
rodeábamos a esas personas? No puedo decir por los demás, pero aseguro que en
el único caso que tuve más próximo no percibí nada en absoluto, me sorprendió
absolutamente el suceso, y había estado la tarde de antes con ella incluso
haciendo planes para unos días después… ¿Fue una improvisación? No lo sé. ¿Se
encontraba abrumado, deprimido, sobrepasado por…? No me consta; no me lo
pareció. ¿Por qué no me dijo? Lo ignoro. Y ocurrió.
Si habitualmente la comunicación
no es fácil, menos aún lo es entre personas que deciden quitarse la vida y
quienes las rodeamos -insisto, usted y yo-. He comprobado también que quienes
anuncian su próximo suicidio a voz en cuello, no suelen hacerlo: esto no quita
para tomar las medidas oportunas. ¿Cómo se identifica al suicida?
En la misma noticia de donde tomé
el entrecomillado se comenta que Carlos Salamero y Mar Segovia publicaron
un libro, Haciendo visible lo invisible,
de interés para quienes lo tenemos en esta terrible realidad: el suicidio es la
primera causa de mortalidad en España por causas no naturales. Hablar, hablar,
hablar… ¡pero si no tenemos tiempo para ello! Tenemos tantos deberes que los
matrimonios no hablan entre sí: papá tiene que llevar a Lely al conservatorio,
pero Lely no habla con papá en el coche porque este va como un tiro, agobiado,
tarde y sin comer. Lely no ha visto a mamá desde esta mañana. Papá tampoco la
vio. Lely no le ha contado a su hermano Berto que ha ganado el premio de dibujo
que le ayudó a hacer, porque cuando se han visto… Mamá ha llevado a Berto a la
parada del autobús, le ha dado un bollo que ha comprado en la pastelería que
hay junto a la parada, le ha advertido que no haga el gamba y que se baje en la parada que le corresponde de la
academia de ruso. ¿Que quién es el vecino que vive en el 6º A? ¡Ni puñetera
idea!: un gordo que tiene un mercedes
blanco nuevo y una mujer más estirada que un pez congelado… ¿Conversar? Oiga,
ya le he dicho: la gente no tenemos
tiempo para esas pijadas, porque hemos antepuesto: el inglés, el alemán, el
chino, el pínfano, la trompeta, el gimnasio, las clases de yoga, la peluquería,
la natación y el taichí… y vamos como un puñetero cohete. ¿¡Si no tenemos
tiempo de hablarnos… lo vamos a tener para conversar!? ¡¡Por la noche!! Por la
noche llegamos a casa más apurados que una colilla: a esas horas no es que no
hablemos… ¡es que no damos el habla! No nos sale la voz de la garganta: a los
niños debemos acostarlos temprano porque tendrán que levantarse, como papá y
mamá… muy de noche aún. A la chiquitina hay que dejarla en la guardería
-¡precioso y descriptivo nombre!- a las 07:00, dormida, con sus pañales, con su
mochilita, con su… ¡besito! Ya la recogemos a las 17:00… cuando pasemos camino
del supermercado… ¿Hablar, conversar, proyectarnos, ilusionarnos…? TENEMOS TANTO QUE HACER… ¡Caramba,
hablar, ahí es nada!
Quien está a nuestro lado:
nuestro alumno, nuestro hermano, mi prima, tu tío… ¿Con quién rompe aguas, esas
pútridas aguas que todos llevamos dentro…? Anegada el alma de escombro,
suciedad, hartazgo, prisa, rutinas, sin horizonte ilusionante alguno… ¡mejor,
quizá, volar… volar para siempre! ¡Qué horror! ¿Cuándo nos enteraremos de que
el hombre es un animal, racional y dependiente, necesitado de ternura, de
comunicación, de reconocimiento, de amor…? No, lo importante no son los
idiomas, ni el deporte, ni perder peso, ni el plan de belleza, ni la
depilación… De veras que no. ¡Háblame, tú, háblame!
Tucho Castelo
bravo Tucho, semper !!!
ResponderEliminarUna vez más, y ya van... has vuelto a decir LA VERDAD.
ResponderEliminarSe nos va la vida en lo urgente, mientras espera lo importante.
Un amigo y admirador
Cuanto tiempo sin leer nada de un profesor que tuve la suerte de cruzarme en su camino, da gusto volver a leerle.
ResponderEliminarLa suerte es mía por tener a mi alrededor tanta gente comprensiva y buena... Un abrazo.
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