Libro, me imagino y me temo, para
minorías…, permítame: “Ocnos es el
libro sevillano de más fina, difícil, alta alusión y paisaje”, escribió el
amigo, director-conservador del Real Alcázar de Sevilla, poeta también del
27, Joaquín Romero Muruve.
Ocnos conoció
tres ediciones: Londres, 1942; Madrid, 1949; Xalapa -Méjico-, 1963. Cada una de
ellas enriquecida con un considerable número de textos nuevos (31, 46, 63). La
fecha aproximada de redacción del conjunto va desde 1940 a 1961. Recuerdo que
el poeta murió en el 63 en México.
Un primer acercamiento a Ocnos nos dice que se trata de unos poemas en prosa, es decir, un
hierro de madera, que decía el filósofo. “Prosa poética, exquisitamente cincelada
tanto en el aspecto léxico como en sus componentes fónicos, ocupan un lugar muy
importante las sensaciones de todo tipo”, “no exagera José Olivio Jiménez
cuando afirma que en Ocnos ‘se asiste a una espiritualización de las
sensaciones de tal calidad de pureza como resultaría muy difícil encontrar en
la lírica y en la prosa castellanas’” que, en mi humilde opinión, en ocasiones
decae en cursilerías ridículas de una mente calenturienta. Copio: “La
lluvia, abatida con fuerza, tornaba inútil aun el cobijo de los troncos más
frondosos, porque su masa argentada pasaba las ramas, para luego, al tocar la
tierra, dividirse en vetas fragmentarias ladera abajo”.
Ocnos nos sumerge en un mundo sensual de
recuerdos infantiles (que pudieron ser verdad y, a lo peor, nunca sucedieron), de
fuentes frescas, de patios umbríos, de plantas aromáticas: el jazmín, el galán,
el magnolio; sonidos, músicas (Mozart, Bach), personas entrevistas que van y
vienen, Albanio, nombre que se da a sí propio el poeta, solitario, triste, casi
inmóvil… Centrado Cernuda sobre sí, mirándose a través del tiempo tras unos
cristales muy románticos. Hay recuerdos que, sin duda, impresionaron al sensible
niño sevillano que fue Luis Cernuda: la muerte del religioso, maestro suyo, que
lo inició en el verso; la calle de las prostitutas por las que pasaba para ir o
volver del colegio; una inundación por la lluvia que obligó a que fueran a
recogerlo antes de que el colegio finalizara; un primer enamoramiento de un
muchacho…
Los textos, breves, no más de
página y pico, son de una prosa lírica en la que el poeta da cuenta de sucesos
de su vida tamizados por el recuerdo y velados por la prosa que serpentea suave
entre las descripciones. Hace años que no leo Platero del maestro Juan Ramón, libro que no me gustó nunca, y al
que esta obra me recuerda… Hay pasajes, sin embargo, que también me recuerdan a
otro maestro del impresionismo descriptivo, Azorín: en particular a las
narraciones con otra poética pausadas, inmóviles casi, de su obra Castilla: vivir es ver volver. Cernuda,
entiendo, busca la armonía de las palabras, un ritmo que meza la lectura y
detenga el tiempo, ese “tiempo cruel, que para tentarnos con la fresca rosa de
hoy destruiste la dulce rosa de ayer!”. Salvo alguna palabra de uso menos
corriente, lo cierto es que Cernuda se vale del verbo común sin ser vulgar.
Esto no quiere decir, como comentó en alguna ocasión Octavio Paz, que
ciertamente el verso y la prosa de Cernuda nutridos del léxico común, hablan
como la gente de la calle, pero el hablar de la gente de la calle, en Cernuda,
es justo como hablan los libros.
El amor también se halla presente
en esos recuerdos. Ya he dicho algo arriba. Un amor es una constante, sin duda,
en la poesía de Cernuda, pero es un amor fatal… tan determinado como
desgraciado. No hallo a nadie concreto en el amor cernudiano: siempre el deseo
próximo a la carnalidad, a la relación homosexual: jóvenes mancebos de cuerpos
oscuros anhelados por el poeta, seres entrevistos… sin nombre: “ensertadas las
biznagas en pencas de chumbera, no menos delicado el cuerpo del vendedor, ni
menos tersa su piel morena, que el pétalo de la flor veladora de tu sueño”. En El amante se entrega Albanio-Cernuda al
mar que lo toma para siempre y se hace inevitable el recuerdo de Alfonsina
Storni.
Sin duda en esta obra con cierto
sentido misceláneo, el poeta busca descontextulizar en el tiempo y el espacio
el momento de que escribe. Si en sus libros en versos Cernuda sitúa dos poemas
especialmente significativos para ocupar el primer y último poema del libro y
el resto se sitúan en orden de creación, en Ocnos,
el poeta, en la primera edición, sitúo La
poesía como introducción y Escrito en
el agua, como epílogo, en el resto Cernuda quiere destemporalizar y
despersonalizar cada texto. Tras aquella primera edición, Cernuda buscó un
orden cronológico que situara cada poema en relación con su vida y el lector
pudiera hallar un cierto sentido entre lo escrito y lo vivido. Escrito en el agua no lo incluyó porque,
según él, actuaba como tapón que impedía añadir nuevos escritos, como era su
intención, al libro.
La suma de distintos textos, los
poemas que añaden con el paso de los años, en momentos tan distantes, nos hacen
pensar en libros también muy distintos. Los últimos escritos que el poeta
quiere agregar a Ocnos son los que se
hallan bajo el epígrafe de Variaciones
sobre Tema Mejicano de 1952. No pierde en Variaciones lo que Sainz de la Maza llama el leit-motiv del sentido
de la prosa en verso cual es la poesía meditativa.
Desde el breve prólogo de Variaciones insiste Cernuda en la
lejanía que había y hubo siempre entre la Madre Patria y los hijos y los hermanos
de allá, al otro lado del charco… Recelos entre españoles y americanos desde la
primera hora: siempre cerca por la lengua, siempre lejos por intereses y sonrisas
que escondieron, so capa de cordialidad, la indiferencia, el rechazo, el
rencor… Ni todas las madres ni todas las hijas son lo mismo. Variaciones es una vuelta en el recuerdo
a su tierra andaluza, piedra de contraste y comparación, rechazo “del Norte”:
frío, utilitarista. México no es el Norte: ni Inglaterra ni Estados Unidos…
México, doloroso, por un lado, amable, por otro. Singulares sus espacios y
gentes pobres, sobre pobres tierras, en casas pobres. Devoción y fe: trópico y
distensión, con lentitud el tiempo pasa. En estos textos, que son mucho más de
mi agrado que los previos de Ocnos,
el poeta se mece en el vaivén de su mundo exterior y lo que México le ofrece:
el mar, las casitas pobres, las iglesias, el paisaje… y todo ello le lleva a la
amable reflexión su vida, de la vida.
Hubiera preferido, como siempre,
un texto con notas al pie que ilustrara mi ignorancia sobre algunos extremos de
las estampas que Cernuda recrea. No la encontré. No la tengo. Seguro que la
hay, pero… ya es tarde, señor Don Diego…
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