Alguna vez los más ilusos, entre
los que me encuentro, pensamos que la Universidad de la que hablaba Ortega
existió en algún sitio. Era y es falso. La Universidad en España, permítanme la
generalización, y en Iberoamérica, dicen, que dos tazas más del mismo caldo,
fue siempre un nido de endogamia y nepotismo.
Es cierto que quien no tiene
padrino no se bautiza, pues en la Universidad quien no tiene quien lo
patrocine, más vale que se busque las habichuelas por otros derroteros.
“¿Tienes quien te eche una mano?”, me preguntaban hace años… “Si no lo tienes,
no inviertas tiempo en ello…”. Cuantos conocemos algo de la Universidad siempre
nos sorprendió la expresión, que solo conozco en ese ámbito, de “Este año sacan
mi plaza”. En ninguna otra supuesta oposición le sacan a uno su plaza, sino que
sacan ocho, cien o mil… plazas para cuantos deseen optar a ella. ¿Acaso no es
posible optar a mi plaza? Sí, en la Universidad es posible que otros supuestos
opositores opten a mi plaza, la plaza que se habilitó para mí, pero ya saben
que al firmar la oposición tienen pocas posibilidades (por no decir que nulas)
y, en muchos casos, ni siquiera llegarán a presentarse, pues mi plaza tiene y
lleva mi nombre y, salvo craso error, ningún otro se quedará con ella.
Hace no mucho me decía con rabia
un antiguo alumno, hoy en condición de tal en la Universidad, que había oído
decir a algunos de sus nuevos profesores que quienes nos ocupamos de las
enseñanzas medias somos unos tuercebotas, perezosos, ignorantes, etc. ¡y es
posible que lleven razón!: sociológicamente de todo debe haber en la viña. No
obstante, quienes ahí estamos sí hicimos una oposición verdadera y algunos sin
ningún punto como interinos. Copio: “Según un estudio de 2006 del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC ), el 93,3% de aquellos que
obtuvieron una plaza en un departamento universitario entre 1997 y 2001 en
España ya trabajaban en ese mismo centro antes de que se les fuera concedida.
El 70% de los profesores titulares de universidad se presentaron al concurso
como candidato único”; sobre la
universidad: “en noviembre de 2014, El País analizaba: La
endogamia alcanza al 73% de los docentes”.
Cristina Cifuentes me trae al
pairo. El justiciero vengador de Cristina Cifuentes…, el conocido como profesor
P., y también me la trae al pairo, porque seguro que nos puede contar suculentos
detalles de cómo se incluyó en el departamento de Sociología o al que
perteneciera y, a su vez, en la Universidad. ¿Cuántos firmaron su plaza?
Los políticos en España, ¡en
general!, suelen ser personas de partido, alevines, cadetes, jóvenes que
siempre tuvieron por profesión el partido. En este se labraron un porvenir a base
de poco esfuerzo, mucho estómago, tino al elegir a los compañeros de viaje y
nulos escrúpulos al pulirse a camaradas de partido y, por supuesto, sin
invertir tiempo en acabar las carreras que empezaron o que pensaron empezar:
sus nombres están en las cabezas de todos y pueden mirar en los currículos de
los padres de la patria: algunos solo conocen, repito, como profesión, el partido. Estos profesionales (?) buscan los agujeros de la Universidad donde también medran, enredan, respiran... ¡peces en estanques pertinentes!
Alguien se puede preguntar qué
pintan aquí Ortega y Zubiri. Pues miren… esta vez les voy a enviar a leer:
quien lo quiera averiguar que lea Zubiri. La soledad sonora de Jordi Corominas
(TAURUS) y la biografía de Rockwell Gray, José Ortega y Gasset. El imperativo
de la modernidad (ESPASA-CALPE) y quizá se sorprendan cómo este logró que su
discípulo, aquel otro, el cura díscolo, alcanzara la plaza en esa maravillosa y
límpida de toda mácula, que era la universidad Central de Madrid…
muy bueno. Yo vine de Pamplona, pero tenía padrinos. Peor son las madrinas.
ResponderEliminarCuando escribía me acordaba de usted..., profesor. Ya hablaremos de esto personalmente. Yo tuve una vez una madrina para ingresar en la Universidad, pero era tan débil tan débil que fue vencida por EL PADRINO. Esas luchas, entendí, también se daban y comprendí que siempre gana el CAPO DEI CAPI... ¡Como en la vida misma!
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