24 de abril de 2018

Johnson, Dorothy M.: INDIAN COUNTRY



Supongo que para la imaginación entusiasta y desbocada del niño que fui (?) las películas del Oeste -y de guerra- eran más gasolina para la hoguera, y a mi madre pongo por testigo. Supongo que la pasión por aventuras desbordantes era lo que movía mi delirio por el Oeste: vaqueros, pistolas con sus fundas y cananas, cuerdas, los rifles, sombreros… nada de todo ello faltaba entre mis juguetes. Desde las peliculillas más simples de alguna serie: Bonanza, El Virginiano… hasta películas de más fuste, El árbol del ahorcado, El tren de las 3:10, La diligencia… y no olvidaré La conquista del Oeste, que vi en cinemascope (cine Asuán) y donde los caballos, los ríos y las carretas… eran una inundación maravillosa en el patio de butacas… Tampoco olvido, ignoro por qué, La policía montada del Canadá (cine San Carlos), de la que guardo vago recuerdo por los sombreros característicos que luego les vi a los boys scouts. Insisto: marchar a la Frontera era la aventura, literalmente: salir al paso de lo que viene, abandonar el aquí y ahora para ir más allá con perspectiva de un futuro mejor… ¿acaso no era atractivo? Toda película del Oeste me parecía breve y me dejaba con deseo de jugar a los vaqueros…, coger mis cananas, mi sombrero…

Ahora… a las obras de Dorothy M. Johnson. Son varios los cuentos que componen este libro, magníficamente editado por Valdemar. Algunos de ellos los conocía por las películas que se hicieron sobre estos cuentos, cosa que ignoraba (agradezco la introducción excelente de Alfredo Lara): Un hombre llamado Caballo (con Richard Harris como protagonista, ¡inolvidable!), El hombre que mató a Liberty Balance (John Wayne y James Stewart). ¿Necesito añadir, insistir, en lo mucho que he disfrutado leyendo? Creo que adquiriré más libros de esta colección porque no conocía a algunos de los autores editados en ella e ignoraba que fueron ellos los narradores que dieron pie a películas que me encandilaron… Narraciones cortas que dieron pie a películas poderosas.

Desde el punto de vista formal, la autora se muestra sobria y magnífica en la selección de medios lingüísticos y artísticos: descripciones sucintas que resaltan lo capital para ella y la escena, soslayando lo parasitario y estéril; oraciones que se tensan como la cuerda de un arco y sirven sin desbordarse, ni anegar la eficacia de lo narrado… Con esta “economía de medios” –labor selectiva del autor que domina el arte de lo justo- logra una eficacia sorprendente: se puede oler la salvia y percibir el viento de la llanura, huele a carne asada y a humo de la madera que se quema en la lumbre o arde de una casa arrasada por los indios… Las imágenes que nos presenta la autora tienen la luminosidad justa de los paisajes del oeste americano: adusto, hostil, nada peliculero. La plástica del cine requiere otros medios e idealizó la conquista de un Oeste americano que no fue ni tan bonita ni tan coloreada como nos la mostró el cine y se aproxima más a las narraciones de esta autora. Las tierras de la Frontera siempre fueron hostiles con los hombres y los caballos, pero implacable y cruel con el hombre blanco…

Lo más parecido a todo esto que leí en los últimos años y que me cautivó también, aunque eran novelas con más fuelle y estilo muy distinto, fue lo escrito por Cormac McCarthy y su trilogía sobre la Frontera, que no comenté en este blog, porque aún no existía y solo hablé de La carretera, pero si tienen oportunidad no dejen de leer: Meridiano de sangre y la trilogía de la Frontera (1992-1998): Todos los hermosos caballos, En la frontera, Ciudades de la llanura.

Si le gusta la aventura en el Oeste y del Oeste, las aventuras de héroes anónimos en la Frontera americana, mujeres de acero y hombres que empujaron (con mejor o peor tino) contra la adversidad con el afán de mejorar…, “Historia” aparte, le recomiendo vivamente esta obra de Dorothy M. Johnson.





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