Hace muchos años que no he leído
literatura de autores japoneses. Recuerdo haber leído a Mishima, Kawataba… y en
los últimos años algo de Murakami… Reconozco que me cuesta entender los
procesos que siguen estos autores en sus argumentos. Ahora no sabría decir
exactamente qué fue lo que no comprendí del todo y no tengo a mano las fichas
que, casi seguro, hice de las lecturas de estas obras.
Leo por primera vez en mi vida lo que
llaman un manga, corto y copio de Wikipedia: se entiende por tal “a las historietas en
general. Fuera de Japón se utiliza
tanto para referirse a las historietas de origen japonés como al estilo de dibujo utilizado en estas”. En mi afán por
promover la lectura entre los jóvenes, leo esta obra. Me la aconsejan alumnos
de 2º de bachillerato. Me recuerda mi actitud a la del doctor Mackenzie-King
de La cantante calva que se hizo operar del hígado, sin necesitarlo, antes de
operar a su paciente… En fin, sea todo por mejorar el bien común.
Toda la historieta está dibujada en
blanco y negro. Los dibujos son esquemáticos y parecen buscar en la expresión
de los ojos la transmisión de los sentimientos, estados de ánimo, etc. Por
cierto: el libro se lee al revés de lo habitual, es decir: de derecha a
izquierda, pues así parece, me dicen, se escribe el japonés e igualmente se
leen los bocadillos (de la RAE: “En grabados,
dibujos, caricaturas, chistes gráficos, tebeos, etc., espacio circundado por
una línea en el que se contienen las palabras o pensamientos de un personaje”).
Hecha esta breve introducción para los
lectores de este blog, no habituados a comentarios de obras de esta índole,
diré que el cómic me lo he leído de un tirón: me he sentado al amor del brasero
un viernes por la tarde y en un rato, no muy largo, me he leído toda la obra.
La historia gira en torno a dos ejes argumentales: el acoso en un instituto del
que se deriva un asesinato y el equívoco que se produce entre los verdaderos
asesinos y quien desea asumir la culpa… Las relaciones causa-efecto en el
desarrollo de la obra no quedan muy claras. El lector, ¡este lector!, no las
tiene todas consigo y tiene que volver páginas atrás a ver si es que se ha
distraído o…, pero no: la historia es así. Hay momento de lo que algunos
críticos llaman “hinchar el perro”, es decir: los protagonistas viajan sin
destino y sin objeto y sin sentido para el desarrollo de la obra, pero aumentan
los dibujos y las páginas. ¿Es posible que en una galería donde hay tiendas,
cibercafés, restaurantes, etc. dos pardillos como los protagonistas hallen en
una planta superior de la citada galería un bar con la puerta abierta,
abandonado y con todo dispuesto -salvo el polvo- para que ellos puedan pasar
allí la noche? Insisto… No encaja en el tono realista que quiere darle el autor
al cuento, así como no queda muy claro el asunto del viento que arrastra
cientos de objetos al balcón del protagonista (de nombre irrecordable para mí),
¡hasta un cachorro de perro llevó el viento volando! En el balcón también se
halló un periódico que venía del futuro donde se contaba lo que iba a suceder
con una cabra (otro meandro argumental típicamente japonés, supongo, que tiene
que ver con el argumento de forma menos que tangencial: el signo zodiacal de
uno de los protagonistas). Me llama la atención las reacciones excesivas de los
personajes ante situaciones ordinarias o, al contrario, actitudes
incomprensiblemente sumisas ante estímulos extraordinarios.
No me atrevería a decir que la
historieta es divertida, pero sí entretenida, no diría que engancha, pero sí
que pide ser leída con atención… Hay que saber también, por lo que he visto en
esta obra, de las costumbres de Japón: ignoraba que en los cibercafés se pudiera
también dormir (en un par de ocasiones en la historieta cuento los niños hacen
esto).
Esto del manga es un bocado de extraño
sabor para mi paladar de lector occidental, pero no quita que, de vez en
cuando, visite algunas de estas obras que con tanto afán leen muchos
adolescentes…
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