He
olvidado y no me viene bien mirarlo ahora: tengo que moverme de la máquina,
rebuscar en los papeles de la biblioteca de casa… cuándo comencé a escribir
artículos que se publicaban en la prensa ordinaria. Llegué a escribir cuatro columnas
semanales en dos diarios. Entonces era joven y siempre me llamaban la atención
los perros que ladraban junto al camino: los miraba con atención, los
escuchaba, los intentaba convencer de que sus ladridos eran tan inútiles como
buenos mis razonamientos y mis ideas… Hoy, con la edad que tengo, no me paro a
mirar a los chuchos que ladran babosos y miserables, rufos repulsivos que ni
saben ni quieren aprender, ni razonan ni quieren hacerlo: no intentes convencer
a quien no se quiera convencer, pero… Y escribía Gidé: “Todo está dicho, pero como nadie escucha es preciso
comenzar de nuevo, continuamente”, que es aproximadamente lo que decía el
Principito de Saint-Exupéry: es tedioso repetir lo mismo a los mayores a
quienes una y otra vez hay que repetir… ¡lo mismo!
Dicho esto. Estoy
hartico de oír tonterías y de leer necedades, que son las mismas tonterías,
pero dicho de otro modo, pero así: ton-te-rí-as propias de tontos a algunos de
los muchos que participan en las tertulias televisivas, radiofónicas,
columnistas de periódicos, comentaristas anónimos que se suman a la barahúnda
del huracán… y ya, repito, con la edad que tengo, esos huesos hay que
echárselos a otros perros, porque este perraco viejo ya no está para chocheras
de viejas que disecan al gato cuando se les muere… ¡por eso, por el gusto de
mirarlo, y de mirarse, de hacerse un selfie
de vez en cuando con él!
Lo que nos
faltaba para el duro es introducir lo políticamente correcto en la guerra. Es
para, perdón, mear y no echar gota. Los malnacidos que nos quieren brear, nos
quieren laminar y hacernos desaparecer… La guerra contra el terrorismo, contra
el mal en sus mil formas y cabezas, no es un fervorín de señorita bien metida a
catequista con las uñas pintadas, que dicen la mar de cosas dulces a los
niños: caramelos, bombones, yemas de santa Úrsula… y delicias de clarisas… ¡que
no, coño, que no! La guerra es la guerra y en la guerra, cuando se arma la de
Dios es Cristo, se trata de batir al contrario sea como sea, porque al final,
quien se queda de pie, sea como sea, es quien gana. La guerra siempre es un
juego que suma cero donde alguien pierde: no hay otra. Repito: esto no es el
juego de la señorita Pepis que tenía mi hermana para peinar a las muñecas. A
quienes trafican con drogas no les importa nada la muerte de los niñatos que
las consumen (que no son enfermos, dicho sea de paso, sino drogadictos,
viciosos, etc., y escribe quien sabe), a los terroristas de la índole que sea,
se les llama así te-rro-ris-tas porque su finalidad es causarnos terror a los
demás, ponernos a sus pies, imponernos sus modos de vida, sus ideas, etc. y no
son un grupete de profesionales de efectos especiales cuyo cometido es armar
ruido y el follón en general, ¡cohetería de san José en Valencia!… ¡Que no,
coño, que no! Cuando las hormigas se quieren merendar el jamón de mi cocina y
la comida de mis perras les aplico una guerra sin aviso ni cuartel y entiendo
que son o ellas o yo… En las guerras de Gila, los enemigos se llamaban, se
decían las horas y dónde iban a atacar y todas esas mojigangas que nos hacían
reír… ¡¡Que no!! Aquí y ahora, en las Ramblas, en Niza, en Cambrils… las bombas
causan destrucción, dolor, sufrimiento, mutilaciones, sangre, horror… y los
muertos lo son para siempre: y esos muertos tienen hijos, padres, hermanos,
amigos…, conciudadanos.
Pues aquí tenemos
el debate que si la policía catalana, que si los guardias civiles o la policía
nacional, que si el CNI… Dicen que a partir de los cuarenta se desconfía de las
casualidades, yo no creí en ellas desde los doce… ¡lo aseguro! Un grupo de
personas en un pueblo pequeño, de gente que vive el margen (la convivencia de
moros, cristianos y judíos era una convivencia entre gente muy selecta, si no ¿a
santo de qué hay barrios de moros, de cristianos y judíos dentro de las
murallas de las ciudades viejas? Juntos, pero no revueltos, señorita. Y que
corra el aire). ¿Nadie controla, nadie vigila, nadie sabe… nada? Se ocupa un
chalé y los vecinos no llaman al vecino al que le han ocupado la casa o a los
guardias… Cierto que el individualismo en que vivimos en brutal: las abuelas se
momifican tras morir durante cuatro años y nadie las echa de menos en el
bloque, ni en la calle, ni en la tiendecilla del barrio…
Los niños de
Ripoll no eran niños, ni jóvenes,
sino unos asesinos. Los asesinos no tienen edad. Son lo que son por lo que
hacen y dejan de hacer. La santidad -lea cualquier buen libro sobre un santo-
no se improvisa. La crueldad, la maldad de un asesino de la índole de quienes
estamos hablando no se repentiza: se necesita tiempo para incubar la maldad que
anida en el corazón que, por supuesto, no ocupa Dios… Ni el imam rezaba, ni los
otros, ni saben de Dios ni de oración ni de… eran malas personas, insisto:
malas personas… Dios que es infinitamente misericordioso se apiadará de ellos
-y espero que de mí-, pero si vienen a merendarse a quienes quiero, a mis
compatriotas, a mis vecinos, a mi sociedad… que sepan, que si puedo, les haré
como a las hormigas… Y lo políticamente correcto lo dejaré para los políticos
cursis y cobardes que tenemos, para los periodistas de salón y los
comentaristas de la inopia.
Me duelen los hue…
sos de tanta necedad... políticamente cobarde.
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