8 de agosto de 2017

Brechas de norte y sur. RECONCILIARE, Las Edades del Hombre

              
     En 1988, hace 29 años, visité por casualidad la que fue primera exposición de Las Edades del hombre. La muestra tuvo lugar en la Catedral de la Asunción de Valladolid y llevó por título El arte en la Iglesia de Castilla y León. Las circunstancias han hecho que vuelva a visitar la exposición de este 2017, bajo el título Reconciliare, expuesta en tres sedes de Cuéllar (Segovia). Si la primera me impresionó, no lo ha hecho menos esta, si bien he percibido notables cambios, pues 29 años y la experiencia adquirida, entiendo, no pasan en balde.
     En aquella primera visita estuve acompañado de algún amigo y estoy seguro de haber seguido la contemplación de las obras con un catálogo y ayudándome de las notas que a pie de cada una había. Este año lo he hecho sumado a un pequeño grupo dirigido por un caballero que ha ido comentado las obras expuestas. El guía sabía perfectamente de qué hablaba. Se notaba que no se había aprendido una retartalilla que repetía como un loro al lado de cada obra. Las ha comentado en sus contextos bíblicos, artísticos, acudiendo a la simbología icónica de los distintos elementos en las obras, etc. y lo ha hecho con la naturalidad de quien sabe de qué habla y tiene convicción en lo que dice. Y este es el motivo de esta entrada.
   Es la Junta de Castilla y León la que con la Iglesia de ese mismo sitio organizan y disponen una iniciativa magnífica, pues dan a conocer el arte sacro de una zona de España donde es no solo abundante, sino de gran calidad artística y ayudan a la restauración de muchas de las piezas que se exponen, monumentos, etc. De camino presentan y descubren al visitante zonas de Castilla que se revalorizan y con ello colaboran a sus economías y sus gentes, etc.: más de once millones de personas han visitado estas exposiciones. Habló el guía del pecado original, del sentido de ese Reconciliare que nos remite al perdón necesario para todos, de comprensión, de acercamiento y concordia, de comunicación, de confesión -para los católicos-, de amor entre Dios y los hombres y, por supuesto, entre los propios hombres entre sí… Admirable. No daba crédito. Nadie del grupo allí presente sonrío ridiculizando o desdeñando al guía, dando a entender que para “los cuentos de abuelas” ya están los nietos: nadie lo interrumpió ni abandonó el grupo, ni lo contradijo o corrigió…, sino que comprendieron, supongo, sus explicaciones en el contexto en que las obras habían sido creadas, con las creencias de sus autores y sujetas a unas explicaciones, desde el punto de vista historiográfico y artístico, contrastadas y asentadas hasta donde me llegaba. ¿Quiénes componíamos el grupo? Lógicamente lo ignoro. ¿Profesores de arte creyentes o ateos? No lo sé. ¿Votantes de tal o cual? ¿Reconciliados o sin reconciliar?... Ni idea.
   Di un salto en el espacio y fuime a mi tierra. ¿Sería posible una muestra así en mi Andalucía con un guía como este? Me temo que no. Lo siento y me duele decirlo. No deseo ser negativo ni cenizo. En mi tierra no existe la tolerancia que observo fuera de ella, hasta donde conozco en este ámbito en concreto. La intolerancia se ha ido convirtiendo en beligerancia contra toda manifestación religiosa. Por doquier se pretende relegar la religiosidad al ámbito privado… El laicismo rampante e irrespetuoso desea laminar esas creencias. Ignoro si es por incultura, por incivilidad, por admisión de unos valores que el régimen ha estatuido y poco a poco, como mancha de aceite, se extiende y profundiza…, no en vano décadas de inficionamiento hacen su trabajo.
   Escribe quien sabe lo que es comentar obras literarias, pasajes… en las aulas, textos donde se requiere de unos mínimos conocimientos bíblicos, digamos, y los alumnos ignoran quién es Caín, quién Job, quiénes los ajusticiados junto a Cristo en el Gólgota, quien es la Madalena, san Pablo… y esa incultura general impide el respeto al otro y genera la barbarie. En esas distancias creadas entre unos y otros no cabe la reconciliación, la amistad, la comprensión, sino insisto la animadversión, la intolerancia, la inquina y el rencor (y si lo digo es porque lo he visto y lo he padecido)

  Quien tenga la oportunidad de visitar esta magnífica exposición que no deje de hacerlo, que la pasee y contemple en paz: se sentirá orgulloso de lo que son capaces de hacer españoles de bien. Y si puede, después, acérquese en Cuéllar a El rincón castellano y pida un lechazo, que en los vinos y las cervezas… estarán bien asesorados por Rubén.

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