4 de agosto de 2017

Alonso, Dámaso: GOZOS DE LA VISTA. POEMAS PUROS. POEMILLAS DE LA CIUDAD. OTROS POEMAS. (3 de 3)




      Carmelo Guillén Acosta, poeta, amigo de Dámaso Alonso, decía que no le gustaba verse forzado a hacer poemas con motivo de alguna “ocasión” que “ha de entenderse como un asidero a algo muy concreto, entre el vivir diario”, que es lo que dice Alonso que da fundamento a estos Otros poemas así escritos, no sin cierta improvisación y escasa atención. De todo hay. Es frecuente, entre quienes ni saben cantar ni escribir, pedir a quienes sí saben que “improvisen algo”, como si cantar bien y escribir bien fueran asunto de mero ingenio y talento y sin esfuerzo y dedicación a raudales.

      Llegado el momento. Con paciencia que culmina en la última página del libro. Justifica Alonso la publicación de estas obras en un solo volumen por necesidades editoriales, como dijera el periodista, y por ir dejando la era del vivir limpia. Aquí está resuelta mi duda de la primera entrada de esta serie: ¿por qué se han publicado estos tres libros juntos y qué explicación da el poeta? La paciencia todo lo alcanza, o casi todo. Dice Alonso que los ha publicado por si acaso. Juntar lo escrito mejor y decidir, antes de que otros decidan por uno, qué publicar o no, y así estos Otros poemas ven la luz “por ir dejando ya limpio y ordenado el cuarto en que se ha vivido (es decir, nuestro ámbito vital)”. Y el poeta, inteligente y pícaro, se termina por preguntar si al fin y al cabo no es todo poema efecto de una ocasión, simpático sin duda este hombre pequeño y genial.

      Los amigos y los hijos de los amigos salen en estos poemas con motivos de cumpleaños, sucesos puntuales, fotos… Pedro Salinas, Leopoldo Panero -de quien ignoraba que fuera buen amigo-, José Antonio Muñoz Rojas -poeta inscrito en el 36 y de quien no he leído nada-, por supuesto de Vicente Aleixandre -emotivo poema-.

      Juegos de palabras forman parte de este poemario, especialmente me llama la atención -ignoraba su origen- en el poema dedicado a Pedro Salinas, creador de ese troquelado de siglo de siglas que dio parte de un título de Alonso que leí hace muchos años: Del Siglo de Oro a este siglo de siglas y aún otro, De los siglos oscuros al de Oro.

     Me iba a ir ahora… hacia un jardín minado, pero me parece feo dados los buenos ratos que he pasado con este libro y ese jardín, digamos, me coge a trasmano: cada caminante siga su camino.

      Justifico la dedicación de estas letras a don Alfonso Sancho, pues lo tengo especialmente presente en esta lectura. Fue él quien me presentó a Dámaso Alonso y fue con él con quien aprendí a apreciarlo como estudioso y poeta…

    Dice Platón que quizá quien peor dé cuenta y razón de una obra literaria sea su propio autor. Afirma Dámaso Alonso y tituló un periodista al hilo de este libro: "Mi idea de Dios responde a la necesidad de explicar el mundo", sí, claro, pero es un Dios al que se dirige como persona, pues  uno -en su sano juicio- no habla ni con las cosas ni los animales… y  “Yo hice mi mundo en mi lengua castellana”. Tremenda la preocupación como anticipación de la muerte, sin desasosiego, en los versos de Alonso. Hay curiosidad por ver qué pasa, pero insisto… Dios sigue siendo el principio y el fin, el origen y el sentido a quien Dámaso Alonso se dirige…

    Ignoro si las bicicletas son para el verano, pero para mí, sí, sin duda, los  versos son para la serenidad sosegada del verano. 

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