14 de noviembre de 2016

Unamuno, Miguel, CARTAS DEL DESTIERRO

     
 Hace unos meses, de paso por Salamanca, me llegué a conocer la que fue casa de su Rector por antonomasia. Si digo que he leído decenas de libros de Unamuno y sobre Unamuno no exagero. El primer libro que se publicó tras la postguerra incivil (que aún perdura) fue precisamente sobre él y lo publicó mi amigo Julián Marías, el filósofo (por favor, no confundir con su hijo): libro excelente. El primero que yo leí, salvo error, fue Niebla, que me resultó agradable: me gustó. El mejor, en mis cortas luces, Vida de don Quijote y Sancho y el resto, si me permiten, Amor y pedagogía, Abel Sánchez, La tía Tula, La agonía del cristianismo… demasiado unamunianos para mí los libros de Unamuno; su inolvidable Diario íntimo
        Algo así me ha ocurrido con este libro que compré en la que fuera su casa: demasiado Unamuno… para tan poco arroz, si me permiten también la broma. El libro está anotado por los Rabaté, Colette y Jean-Claude, de quienes leí una biografía de Unamuno que no me resultó especialmente buena, quiero recordar -perdóneme que no me lea-, y que comenté en este mismo blog.
       Unamuno por sus actitudes, sus modos, etc. fue desterrado a Fuerteventura de febrero a julio del 24 por el Directorio durante la dictadura de Primo de Rivera. Las relaciones del Rector con la monarquía no fueron fáciles -¿lo fueron con alguien que no fuera su familia?-; ni tampoco lo fueron tanto con Primo como con Martínez Anido, a quien solo conozco por su relación con Unamuno, y que merece las peores invectivas e insultos que el vasco le puede dedicar a nadie: sin duda Unamuno lo tenía por su bestia negra. Enviado o ido por su pie a Fuerteventura, allí pasó Unamuno unos meses, para marcharse a París y de aquí a Hendaya.
       La obra que comento recoge algo más de trescientas cartas que envía desde estos lugares -Fuerteventura, Parías, Hendaya- a las personas más dispares con predilección a su familia, muy en particular a su esposa. Como el propio Unamuno comenta, pasa por rachas de entusiasmo: le encantó Fuerteventura, el sol, el mar, sus gentes… ¡todo le pareció admirable! Hizo amigos, escribió un poemario De Fuerteventura a París (1925) que he leído parcialmente, poemas sueltos y del que quizá haya edición en casa: no me gusta demasiado el Unamuno poeta que me parece poco eufónico y duro en el estilo que emplea (de estos años también nacerá el Romancero del destierro, 1928). En las cartas se muestra, ya digo, en Fuerteventura: eufórico (hay una foto en la que se ve fotografiado con Delfina Molina: no sabía que existiera una foto con ella), feliz… Se siente mártir de una causa injusta y él, nuevo cristo a sus ojos, lleva la carga de España, SU España, solo de él, en nombre de todos los españoles que deben de ser redimidos por él… y en fin, quien lo conoce lo sabe: quieran o no quieran. Si en julio lo indultaron, no aceptó dicho indulto, pues, a su juicio: ¿si no había habido culpa de qué se le iba a perdonar? La constancia que labora en las ideas y los quehaceres con tesón se llama en su polo positivo, la virtud: tenacidad, perseverancia… y en el polo opuesto, en el vicio, se haya la indolencia, la pereza…, pero también la testarudez, la obstinación y la terquedad que, en el fondo, no son sino soberbia… de la que tenía a raudales este pobre hombre (para Julián Marías el gran pecado de Unamuno fue su presunción: ¡¡Dios iba a saber quién era Miguel de Unamuno…!!).
       Indultado de nada, prefiere antes que volver a su casa con su familia y a su trabajo, marcharse a París. No quiere luchar desde dentro del sistema, desde España, sino ser reconocido por los de dentro, como su mártir por antonomasia: don Miguel daba la vida por la libertad, contra la Dictadura, contra M. Anido -como él lo cita en sus cartas-… Todos debían mirar su sacrificio por España y agradecérselo y llorarlo y valorarlo y acompañarlo en su particular vía crucis camino de su entrega absoluta…, mas como son inmensidad quienes en España les importa un pimiento que el Rector esté en París o donde le dé la gana…, se sentirá, don Miguel ignorado, infravalorado, ninguneado… y se enciende en cólera, su soberbia, su ira, atizadas por su vanidad (con más o menos sordina, dependen de a quién escriba, así lo manifiesta) y se queja amargamente de que no se le reconoce y no se lucha al nivel del sacrificio que su mesías está haciendo sin venir a España… allá, en destierro.
     Como el propio Unamuno dice, se repite en sus cartas, las mismas bromas, los mismos dichos escritos a este y para aquel. En muchas ocasiones, sobre todo a su Concha, su esposa, se lo dice: realmente no tiene mucho que decir. Esperaba que la dictadura fuera más breve, ¡mucho más!, pero se alargaba y alargaba… y alargaba ¿y cómo iba él a renunciar a su postura de negación de sí para mayor gloria de su nombre? ¿Podía él acaso volver a España sin haber caído Primo (ese botarate, ramplón, cacaseno, petulante…) sin haberse ido Anido (ese cerdo epiléptico, troglodita, hidrófobo…) y mientras el bastardo borbón de Alfonso XIII (ese putero, borracho, juerguista, abúlico voluntarioso…) siguiera en el trono? Empezada la función debía continuar y así siguió Unamuno, con su error de cálculo, fuera de España. Su contradicciones, sus disparates teológicos, sus componendas sobre Dios -al que no le salía nada bien en este mundo porque no le hacía caso a él, a don Miguel-, sus retahílas y dichos repetidos, aforismos sin puertas de entrada ni salida, que solo llevaba -en apariencia, por lo que algunas veces dice- una vida siempre inútilmente sufrida… ¡sin sentido ninguno! Sus opiniones sobre Cervantes y don Quijote… Cansan estas cartas. Las he leído con atención… y cierto hartazgo. A ver, quizá no sea uno todo lo joven que debiera… mentalmente.

       Anoto por último la curiosidad… de cómo se interesa hasta del último céntimo de lo que gana: quiere saberlo, administrarlo, anotarlo… todo sobre sus ingresos y gastos. Si escribe a los editores o a quienes deben pagarles por su trabajo achaca su situación en el exilio, etc. y sus muchos hijos para pedir con urgencia dinero; si escribe a casa y en particular a su esposa, su Concha, el dinero le sobra, tiene de más, etc. Las dos caras de una misma realidad para el auténtico y genuino don Miguel de Unamuno y Jugo… a quien Dios tenga en su gloria.

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