29 de abril de 2016

Jardiel Poncela, Enrique: AMOR SE ESCRIBE SIN H (II de II)


Sin duda alguna, la filiación de Jardiel con respecto a la creación ramoniana es indiscutible, pero tampoco confundible. Como tanto de lo que aquí se escribe, es opinión personal, y así tengo la certeza de que la calidad, sin embargo, de Ramón es muy superior a la de Jardiel. Aquel tiene una frescura en sus narraciones y en su estilo de los que este carece. Jardiel es simpático, pero la mayoría de las veces se hace el simpático y ese continuo forzar al lector termina con este en un cierto hartazgo.
En Amor se escribe sin h nos cuenta Jardiel el accidentado e incongruente proceso de enamoramiento, conquista y pérdida de Elías Pérez Seltz, alias Zambombo, también Zamb. Este, locamente enamorado de lady Silvia Brums de Arencibia…, señora casada, riquísima, snob, frívola, recibe del marido de esta el permiso de pasar a ser, no ya un amante de los cotidianos que su esposa tiene…, sino que se la “regala” con la seguridad de que antes de transcurra mucho tiempo, no será capaz de soportarla y la devolverá. Lady Silvia, imponente señora, llamativa hembra para Zamb, es la aburrida eterna que de continuo tiene que ser divertida y entretenida por sus amantes y en particular por Zambombo, quien para no perderla no duda en buscar en los viajes por Europa (París, Rotterdam, Londres…) la distracción de su amada y para ella hará las más descabellas acciones, bravatas, necedades…, etc. para terminar siendo abandonado por Silvia…
Desde el primer momento en lector tiene la sensación de que Jardiel padece un clarísimo horror vacui y que es, sin duda, un grafomaníaco impenitente. Al inicio de la novela precede un texto en broma diciendo del propietario de la edición, una dedicatoria, un “Ruego al lector” y un prólogo que incluye una autobiografía simpática y orientativa. Tras la novela, con sus notas al pie incluidas, añade unas páginas en las que el mismo Jardiel imita las críticas que personajes relevantes, digamos, de las letras le han hecho a su obra y así por su pluma y de su mano escriben: Rodríguez Marín, Azorín, Muñoz Seca, etc. No le falta detalle, no, a la novelita.
Al final de la obra el lector hallará un índice farragosísimo que pretende, entiendo, sorprender de nuevo al lector. La novela la componen tres libros que, a su vez, se dividen en distintas partes de distinta extensión… que, a su vez, se subdividen en más epígrafes que pueden orientar al lector hasta casi poder hallar escena a escena la novela toda.
Quedé casi en anacoluto en explicar el sentido del título de la obra, que es una humorada más. Un amigo de Zamb, Fermín, pretender demostrarle que las realidades y los seres importantes del mundo se escriben con h y los que no lo son… sin ella. Supongo que esto, más lo que pudieran ser bromas más o menos misóginas, de mejor o peor gusto, fue lo que dio a entender que Jardiel, hombre la mar de enamoradizo, como ya creo haber escrito en otra entrada, no tiene ningún aprecio por las mujeres… que terminaron siendo el alfa y el omega de su existencia, su alegría y el sentido de su vida y… su desgracia (llegó a padecer largas depresiones por el abandono de alguna de sus amadas).
 “El final de la novela”. Cuando Zamb vuelve de su horroroso viaje y desengaño con Silvia, para él las mujeres y el amor carecen de sentido. Piensa que Arencibia el marido de Silvia tenía razón: lo mejor es olvidarse de las mujeres, etc. porque ellas son el inicio de las desgracias de todo hombre, ¡sin embargo!, halla al mismísimo Arencibia, a quien tenía por un redomado cínico, enamorado, y engañado, por una zorrita a quien Zamb conoció en su viaje en tren a París… Incluso él, ya escéptico…

La novela termina por apabullar: agobia un tanto… y los comentarios del narrador, que se inmiscuye en la obra, y las notas de pie de página, ridículas a veces, queriendo ser una simpática pirueta queda toda la martingala en chusca mueca.

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