Sin duda alguna, la filiación de Jardiel con respecto a la creación ramoniana es indiscutible, pero tampoco confundible. Como tanto de lo que aquí se escribe, es opinión personal, y así tengo la certeza de que la calidad, sin embargo, de Ramón es muy superior a la de Jardiel. Aquel tiene una frescura en sus narraciones y en su estilo de los que este carece. Jardiel es simpático, pero la mayoría de las veces se hace el simpático y ese continuo forzar al lector termina con este en un cierto hartazgo.
En Amor se escribe sin h nos cuenta Jardiel
el accidentado e incongruente proceso de enamoramiento, conquista y pérdida de
Elías Pérez Seltz, alias Zambombo, también Zamb. Este, locamente enamorado de
lady Silvia Brums de Arencibia…, señora casada, riquísima, snob, frívola,
recibe del marido de esta el permiso de pasar a ser, no ya un amante de los
cotidianos que su esposa tiene…, sino que se la “regala” con la seguridad de
que antes de transcurra mucho tiempo, no será capaz de soportarla y la devolverá. Lady Silvia, imponente
señora, llamativa hembra para Zamb, es la aburrida eterna que de continuo tiene
que ser divertida y entretenida por sus amantes y en particular por Zambombo,
quien para no perderla no duda en buscar en los viajes por Europa (París,
Rotterdam, Londres…) la distracción de su amada y para ella hará las más
descabellas acciones, bravatas, necedades…, etc. para terminar siendo
abandonado por Silvia…
Desde el primer
momento en lector tiene la sensación de que Jardiel padece un clarísimo horror vacui y que es, sin duda, un
grafomaníaco impenitente. Al inicio de la novela precede un texto en broma diciendo
del propietario de la edición, una dedicatoria, un “Ruego al lector” y un
prólogo que incluye una autobiografía simpática y orientativa. Tras la novela,
con sus notas al pie incluidas, añade unas páginas en las que el mismo Jardiel
imita las críticas que personajes
relevantes, digamos, de las letras
le han hecho a su obra y así por su pluma y de su mano escriben: Rodríguez
Marín, Azorín, Muñoz Seca, etc. No le falta detalle, no, a la novelita.
Al final de la
obra el lector hallará un índice farragosísimo que pretende, entiendo,
sorprender de nuevo al lector. La novela la componen tres libros que, a su vez,
se dividen en distintas partes de distinta extensión… que, a su vez, se
subdividen en más epígrafes que pueden orientar al lector hasta casi poder
hallar escena a escena la novela toda.
Quedé casi en
anacoluto en explicar el sentido del título de la obra, que es una humorada
más. Un amigo de Zamb, Fermín, pretender demostrarle que las realidades y los
seres importantes del mundo se escriben con h y los que no lo son… sin ella.
Supongo que esto, más lo que pudieran ser bromas más o menos misóginas, de
mejor o peor gusto, fue lo que dio a entender que Jardiel, hombre la mar de enamoradizo,
como ya creo haber escrito en otra entrada, no tiene ningún aprecio por las
mujeres… que terminaron siendo el alfa y el omega de su existencia, su alegría
y el sentido de su vida y… su desgracia (llegó a padecer largas depresiones por
el abandono de alguna de sus amadas).
“El final de la novela”. Cuando Zamb vuelve de
su horroroso viaje y desengaño con Silvia, para él las mujeres y el amor
carecen de sentido. Piensa que Arencibia el marido de Silvia tenía razón: lo
mejor es olvidarse de las mujeres, etc. porque ellas son el inicio de las
desgracias de todo hombre, ¡sin embargo!, halla al mismísimo Arencibia, a quien
tenía por un redomado cínico, enamorado, y engañado, por una zorrita a quien
Zamb conoció en su viaje en tren a París… Incluso él, ya escéptico…
La novela termina
por apabullar: agobia un tanto… y los comentarios del narrador, que se
inmiscuye en la obra, y las notas de pie de página, ridículas a veces,
queriendo ser una simpática pirueta queda toda la martingala en chusca mueca.
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