Trabajador infatigable…, por norma en los cafés, donde
solía instalarse para escribir, pues decía necesitar ese ambiente para crear,
no es desdeñable en absoluto la raya última que podemos echar a su creación: “ochenta y nueve obras teatrales, nueve novelas largas, veintinueve novelas
cortas, ocho libros de temas varios, veintitrés conferencias pronunciadas,
diecinueve ensayos, veinticuatro guiones de películas, más de un millar de
artículos periodísticos e incontables escritos diversos de toda índole”.
Su relación con la crítica
no fue buena de continuo. Más bien tuvo Jardiel que lidiar con ella. Tenía la
impresión de los críticos no eran buena tropa, pues veía en sus críticas
ciertos rasgos torticeros, desconocimiento de la creación -él los consideraba
creadores frustrados en muchos casos-, algunos de ellos untados por los autores,
cosa que nunca hizo Jardiel, para lograr críticas positivas y hechas a la
medida. Jardiel no tuvo empacho en arremeter contra la cerril ignorancia y
malicia de muchos críticos y no siempre salió bien parado. Si la crítica le dio
la espalda no hizo eso, en general, el público que acogía a su persona y a su
obra con aceptación y aplausos. No faltaron en sus representaciones pataleos y
abucheos, algunos de ellos pagados por la competencia: él sabía de dónde venían
los ataques. No fue autor de exquisiteces ni se dirigió a minoría alguna y
siempre pretendió divertirse con lo que escribía y divertir al público con lo
que era sin duda, para él, su gran necesidad: escribir. Casi desde niño
escribió y las cuartillas emborronadas con más o menos acierto le servían de
terapia y, mal que bien, le daban de comer. No entiendo del todo, ni se explica
en esta biografía, cómo siendo autor de tanto éxito, y que debió de ganar mucho
dinero -el teatro lo daba-, casi siempre iba alcanzado y corto dinero (se dice
que fue jugador de azar en casinos…, ¿fue acaso esa la cloaca que dio al traste
con sus dineros?).
Me resulta también
curioso que no siendo un hombre de aspecto agraciado fuera tan de continuo visitado
por desventurados amores cargados de desengaños. Cierto que no fue un hombre
fiel. No he echado las cuentas de cuántos hijos, entre conocidos y desconocidos,
entre reconocidos y no reconocidos, tuvo…, pero el hombre se ve que se aplicaba
con fortuna inicial en sus galanterías y flechazos, aunque por norma sus
conquistas desembocaban en fiascos. Algunos de ellos, como el que tuvo con
Carmina, una actriz, fue profundamente apasionado; ella rompió su amor y destrozó
al mismo Jardiel estando en América… Carmina lo dejó por un boxeador, lo que le
produjo una larga y dolorosa depresión. Sin duda su gran amor, su amante “de
plantilla” fue Carmencita quien lo acompañó durante gran parte de su vida,
fiel, sumisa, madre de algunos de sus hijos, y a quien propuso in articulo mortis el matrimonio,
recibiendo por respuesta, según su nieto, que se “largara a hacer gárgaras”.
Tengo la impresión de
que su nieto se ha visto en la necesidad, sepa Dios por qué, si es cierta mi
impresión de justificar a su abuelo en lo político y en lo religioso. Censurado
por las izquierdas por ser de derechas y por estas por ser de aquellas, suele
ser pago en esta moneda corriente cuando uno no cae en el gregarismo y no se
cobija bajo una bandera reconocible. De igual modo, siempre fue creyente en un
Dios a su manera, pero no fue hombre religioso…
Me ha resultado
simpática su afición a los coches… o mejor dicho al coche, pues siendo siempre
el mismo modelo tuvo varios: infiel con las mujeres, siempre fue fiel al Ford
V-8, como también fue impecablemente fiel a los perros a los que adoraba, muy
particularmente a Bobby, quien no pudo soportar la ausencia de su amo… y murió
quince días después que él (decía un buen amigo mío que quien ama a los
animales… no puede ser malo, pues animales, al fin y al cabo, somos los hombres).
Un cáncer de laringe sin
solución que se le detectó en el año 45 dio con él en la tumba. Jardiel murió
en febrero de 1950, saliendo de su casa, como tantos y tantos muertos…, en
hombros.
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