De la biografía de Jardiel tenía vaga noticia. Conozco
ahora con más detalle su vida por esta obra escrita por su nieto. Siempre me
cayó bien Jardiel: me transmitía la sensación irracional e inexplicable de una
persona débil e íntimamente frágil, más de lo común quiero decir; una persona
necesitada de ser comprendida, reconocida. Otro tanto me sucede con Ramón y con
Unamuno… ¡a ver cómo se sacude uno esas certezas íntimas si ignora su origen!
La vida
de Jardiel tiene algo de la inverosimilitud que transmiten sus obras o, al menos
eso creo, por lo que puedo leer en esta biografía, que me da la sensación de
que ha escrito Enrique Gallud Jardiel a partir de unas notas. Esto transmite la
impresión al lector de que hay una cierta falta de continuidad en lo que nos
cuenta. Siendo muy valiosos los datos que da de la vida de su abuelo, y que
parten de comentarios y de la historiografía oral familiar, sin ser este
escrito una hagiografía, sí que se echan de menos algunas claves que me hubiera
gustado conocer. Esas claves creo que se escapan entre las fichas ordenadas por
epígrafes con que se ha escrito esta obra.
Fue
Jardiel hijo de periodista y de una catedrática de Dibujo y Pintura en la
Escuela Normal, reconocida pintora, que lo dejó huérfano pronto, no sin antes instruirlo
en cierto buen gusto artístico, en el empeño por lo sudado con el propio
trabajo y lo bien hecho. Alumno de la Institución Libre de Enseñanza, de la
Sociedad Francesa, de los Escolapios y del Instituto de San Isidro donde
conoció a López Rubio… Pésimo matemático y excelente lector, siempre admiró más
a Quevedo que el Quijote de
Cervantes. Estudiante, lo que se dice estudiante…
no lo fue bueno pues nunca, parece, fue de su gusto lo que en general halló en
las aulas (esa enfermedad es frecuente y muestra su espíritu delicado y buen
gusto).
Bajito toda su vida, inteligente, simpático,
trabajador, ocurrente… Jardiel se coló por el periodismo, como tantos, camino
de una prosa con más fuelle y así nació su primera novela: Amor se escribe sin h, no sin antes haber tanteado ya el teatro con
su amigo y vecino de barrio, autor junto con él de muchas obras teatrales, Serafín
Adame Martínez.
No ha sido justamente valorado ni Jardiel ni su
obra. Ciertamente sus creaciones, alejadas del absurdo, no exactamente
absurdas, pero tintadas de la inverosimilitud no nacieron de la nada, sino que
manan de la fuente de Ramón: muy admirado por Jardiel Poncela, con quien tuvo
excelente amistad y a quien echó de menos en los momentos de dificultad
económica y de salud. Pretende Jardiel con sus obras dar cuerpo a los
principios estéticos de Ortega y así crear unas obras joviales, cargadas de
humor aparentemente frívolo, alejado de las pesadumbres y del humor, que
algunos calificaron de tremendista, y
con muy poquito que ver con la experimentación de otros alejada del gusto del
público.
Si su
origen arranca de Ramón, recibirá el reconocimiento de Benavente, “una gran
dama, cosmopolita y refinada que habla varios idiomas” y el gran dominador
indiscutible de la escena de la época con su teatro “bien hecho”. Hallo aquí el
nombre de un autor con una obra muy reconocida por el propio Jardiel de quien
nunca oí hablar ni recuerdo haber leído nada sobre él nunca: Enrique García Álvarez, quien según
Jardiel fue el verdadero creador del “astracán” (que siempre leí atribuido a
Muñoz Seca y allá se las averigüen entre ellos); de García Álvarez afirmó que
había sido asimismo el creador de un “teatro cómico violento, grotesco,
fantástico, maravillosamente disparatado, sin antecedentes dentro ni fuera de
nuestro país” y al que, entiendo que él siguió en alguna medida. Se llevó bien
con José López Rubio, con quien anduvo por los Estados Unidos, y Gregorio
Martínez Sierra, a quien solicitó opinión en algún caso con alguna de sus
creaciones. En la revista Gutiérrez, antecedente de La Codorniz, y a la que daría
continuidad Fernando Perdiguero (Menda),
conoció a K-Hito (Ricardo García), Antoniorrobles, Edgar Neville, Miguel
Mihura, quien lo seguiría en su estilo de humor y al jaenero Tono (Antonio Lara
de Gavilán).
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