Quienes de
ordinario hacemos del ordenador una necesidad en nuestro respirar cotidiano
estamos atados de pies y manos a él. Dependemos de todo lo que en él hay:
agendas, datos, textos, archivos del trabajo, de nuestra organización personal,
profesional… Mas, ay, cuando se rompe o se va al garete, te lo roban, se
encastilla en sus trece y se rebela… Entonces es un sinvivir: casi falta el
oxígeno. Me confieso adicto a la necesidad del uso de la máquina y lo que en
ella tengo para trabajar, insisto, y organizarme para sobrevivir… ¡Pues hace no sé cuánto mi
máquina se ha ido de farra durante unos días! Y yo anduve como indio sin
caballo.
Entre lo que
estos días de recuperación echo de menos se halla una crítica que escribí a un
libro de Alexander A. Parker, Los pícaros en
la literatura: la novela picaresca en España y Europa, 1599-1753 (Madrid,
Gredos, 1971). Ignoro absolutamente dónde ha ido a parar, es más estaba seguro
de haberle dado entrada en el blog, pero no fue así… Dios le dé buena ventura. Voy
a intentar reconstruir lo que recuerdo que más o menos escribí en aquella
supuesta entrada hoy perdida.
El primer
recuerdo que tengo de esta obra fue el verla en el escaparate de una librería,
Lumen, que estaba frente a la Escuela de peritos –donde hoy se alza imponente,
prepotente, dominador… el edificio de El Corte Inglés-, allá, en mi pueblo. En
aquella librería (para los más jóvenes indico que en esos locales se vendían
libros y solía haber un señor que las atendía, el librero, que sabía bastante -incluso
a veces mucho- de libros y que aconsejaba, opinaba, orientaba, etc. ¡y no tenía
ordenador! Tenía, ya no recuerdo si tres o cuatro volúmenes, cada uno de un
color distinto, que daban albergue al ISBN y a listas de temas, autores,
editoriales, títulos y donde se consultaban los detalles concretos sobre estos
extremos).
Allí vi yo por
primera vez el libro de Parker. Luego estudié sus teorías en la facultad, pero
nunca tuve oportunidad de acercarme a la obra para leerla, mas ahora se dio el
caso.
A veces ocurre.
Esperé tanto, transcurrió tanto tiempo para la lectura de esta obra que luego…,
al final, no se cumplió todo cuanto se anhelaba en esa víspera del gozo que es
la ilusión. Parker tenía sus propias teorías que discutió con unos y otros.
Para él el pícaro es un delincuente que nace del humus concreto de una España
donde la Contrarreforma ha echado raíces. El Lazarillo no es propiamente obra picaresca para él, pues Lázaro es
impropiamente ese delincuente. La picaresca comienza con el Guzmán de Alfarache, pasa por el Buscón que es su punto máximo de
excelencia y se termina con Estebanillo González,
quedando por el camino La pícara Justina…
He
leído con gusto la obra, aunque reconozco que ya algunos recovecos de la
Historia de la Literatura me resultan lejanos y ajenos (el otro día oí a un joven profesor sentenciar que "La literatura ha muerto". Descanse en paz ese profesor). No recordaba haber
leído nada en particular y tan detallado sobre El aventurero Simplicíssimus y sobre las Fortunas y adversidades de
la famosa Moll Flanders de Daniel Defoe que tampoco me han animado
en exceso a ocuparme de ellas.
De
momento saco ánimos para volver sobre el Guzmán,
la obra que más lejos queda en mi recuerdo, pues el Lazarillo, por necesidades del guion profesional aún sobrevive
en algunas lecturas escolares –eso sí: adaptadas-. También abro intención de
releer La pícara Justina, libro que estoy seguro que, al menos, hace muchísimos
años empecé a leer, no recuerdo si la continué y de la que tengo muy vagos
recuerdos.
Ya
no tengo a mano las notas que tomé durante la lectura del libro de Parker y al
releer esta entrada me da la impresión de que quien la escribió no estaba ni
muy animoso ni demasiado acertado. No es posible estar siempre y de continuo a
la altura de lo que se espera.
Me alegra saber de ti y tu blog. He leído tu artículo parcialmente; las prisas de los ordenadores y de los que los manejamos... Más las clases, encargos... Yo lo que te puedo decir es que cuando leí por primera vez El Lazarillo de Tormes, me gustó, y en las otras ocasiones en que he leído alguna parte, más todavía. Sobre todo he leído obras en lengua inglesa, lo siento.
ResponderEliminarHace tiempo que no te leía me alegro de ver el retwit de lolita, espero impaciente la continuacion
ResponderEliminarAl leer tu artículo, me han entrado unas ganas impresionantes de releer tanto el "Buscón" como el "Lazarillo" pero en "versión original". Qué buenos recuerdos me traen, cuántas risas, cuánta sabiduría aprendida...
ResponderEliminarPues el repaso que le dio don Fernando Lázaro Carreter a propósito del Buscón fue de órdago. A don Alejandro, lo sacamos de Calderón y chirría. Y es que le van (iban) las alegorías y las interpretaciones rayanas en lo esotérico, de tal modo que caía muchas veces en lo exotérico.
ResponderEliminartengo a la mano el libro que comentas. Una joya este libro crítico de Parker. Difícil rebatir sus argumentos, aunque trabaja sobre la noción del "delincuente", creo que el término es lo que problematiza el asunto, porque tal adjetivo tiene sus matices, sus variantes desde cada realidad. Por ejemplo, en la sociedad donde me desenvuelvo, un delincuente puede ser un asesino, un violador, entre otros delitos graves; sin embargo, el pícaro, en las obras que he leído, es más bien un vagabundo, un callejero, cuanto más, un ladrón, un transgresor de la ley por delitos que hoy en día pueden considerarse de "menores"...
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Estoy totalmente de acuerdo con usted: el debate entre si el pícaro era un delincuente o no... En fin, ya a estas alturas, me coge a trasmano... Disfrute, sí, disfrute de esas lecturas tan amables de los tiempos "dorados" de la literatura española. Un saludo.
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