Continúo,
charlie… Vamos por el segundo:
“Límpiate la mente de tópicos conduce al
segundo principio de renovación de la lectura: No trates de mejorar a tu vecino ni a tu ciudad con lo que lees ni por
el modo en que lo lees. El fortalecimiento de la propia personalidad ya es
un proyecto bastante considerable para la mente y el espíritu de cada uno: no
hay una ética de la lectura. Hasta que haya purgado su ignorancia primordial,
la mente no debería salir de casa; las excursiones prematuras al activismo
tienen su encanto, pero consumen tiempo, que forzosamente se restará de la
lectura”. Empiezo por el final, charlie: “restan tiempo a la lectura”. Lo
siento, la lectura no es la actividad humana más importante para cualquier
persona corriente, normal, si se me admite.
Continúo
por el principio: me parece bien que la lectura sea un medio excelente, lo es,
de formación personal…, pero quizá Bloom ignora que yo no solo soy yo, sino que
soy también mi circunstancia y que el hombre es el perfeccionador
perfeccionable: ¿me encierro en una torre de marfil lectora hasta cuándo?
¿Quién o qué determina cuál es el momento en que mi personalidad tiene el fuste
necesario y que mi inteligencia ya ha “purgado su ignorancia primordial”? No,
la vida no es un tren que va pasando mientras espero en el andén… ¡Yo soy el
tren, vagón siempre, máquina a veces! La vida no se para. Es real y bueno que
la lectura me mejora, me ayuda a crecer, pero esa mejora y ese crecimiento
tiene que redundar necesariamente en el servicio a los demás y la mejora de mi
circunstancia porque “si no salvo mi circunstancia, no me salvo yo”.
El tercero… “Leamos, entonces, iluminados por esa luz
interior que celebró John Milton y Emerson adoptó como principio de lectura.
Principio que bien puede ser el tercero de los nuestros: El intelectual es una vela que iluminará la voluntad y los anhelos de
todos los hombres. Olvidando tal vez la fuente, Wallace Stevens escribió
maravillosas variaciones de esta metáfora; pero la frase emersoniana original
articula con mayor claridad el tercer principio de la lectura. No hay por qué
temer que la libertad que confiere el desarrollo como lector sea egoísta,
porque, si uno llega a ser un lector como es debido, la respuesta a su labor lo
confirmará como iluminación de los demás”. De acuerdo: todo lector –que no sé
si es exacta y necesariamente sinónimo de intelectual-
al final ha de convertirse en faro encendido que oriente y ayude. De acuerdo
que el amor a los demás tiene como medida el propio amor –“y al prójimo como a
mí mismo”-, ordenado, pero nunca egoísta, señor Bloom: el amor, charlie,
necesariamente o es altruista o, podemos llamarlo amor, pero no lo es. Me gusta insisto esa idea de la lectura como
medio personal de crecimiento que me orienta hacia los demás, me abre a los
demás.
Cuarto y penúltimo… “La función -olvidada en gran
medida- de una educación universitaria quedó captada para siempre en «El
intelectual americano», discurso en el que, acerca de los deberes del intelectual,
Emerson dice: «Pueden considerarse incluidos en la confianza en sí mismo». Tomo
de Emerson mi cuarto principio de la lectura: Para leer bien hay que ser inventor.
A la «lectura creativa», en el sentido de Emerson, la llamé en cierta ocasión «mala
lectura», expresión que persuadió a mis oponentes de que padecía de dislexia
voluntaria. La inanidad o la vaciedad que perciben cuando leen un poema sólo
está en sus ojos”. Totalmente de acuerdo con Bloom: el lector pasivo no es un
lector, es un cadáver: como lo es el supuesto prudente por inactivo que no pasa
de pusilánime: puro timorato, cadáver ambulante. El lector arriesga, aventura,
es decir ad-ventura: sale a lo que
viene, no espera, se adentra en el libro. Se expone porque quiere ganar,
mejorar, ir arriba… le vale la pena la actividad que realiza. Cierto, señor
Bloom, ¿de acuerdo, charlie?
Y
nos queda el quinto y último…
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