13 de noviembre de 2024

Revista EL PONTÓN. ALCALÁ VENCESLADA y un premio de 1951 en Puente Genil

 



Cuando uno es joven suele ser además de inexperto y, salvo extrañas excepciones, ignorante. Algunos, no sin mérito por su parte, siguen poseyendo ambas cualidades incluso cuando llegan a viejos, ¡e incluso!, a muy viejos.

Cuando se es joven no se valora, yo no lo hice al menos, la benemérita labor de aquellos que impulsan en pueblos o ciudades revistas de más o menos vuelos, pero que recogen la producción cultural de sus paisanos: críticas de publicaciones, presentaciones… de libros, exposiciones de todo tipo… Revistas que, pasados los años, nos muestran la intrahistoria de una cultura, sus aciertos y fallas, sus costurones más externos y los más íntimos y donde uno puede hallar muchos tesoros que quien sabe apreciar goza.

Esto es lo que me ocurre con la revista El Pontón de Puente Genil que vivifica el boticario don Luis Velasco. Entre boticarios y médicos, aunque Quevedo los condenara al infierno por sus oficios, se encuentran promotores de cultura, escritores, coleccionistas de arte, expertos no solo en su oficio sino buenos humanistas que incluso han puesto sus propios medios para sacar adelante empresas de valor.

Hecha esta larga introducción corto y pego un artículo que publicaré en dos entradas, tal y como lo hizo la citada revista. El artículo tenía que ver con la investigación biográfica que llevé a cabo sobre Alcalá Venceslada. El resto ahí queda explicado suficientemente.

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En Puente Genil allá por 1951… Cuentos (Parte primera)

(Artículo publicado en El Pontón, nº 420, sept. 2024)

Cobran sentido estas palabras y este artículo en un suceso que tuvo lugar en Puente Genil en el año 1951. Un escritor de Jaén, Antonio Alcalá Venceslada, presentó unos cuentos y un poema al “Certamen Literario. Homenaje a la memoria de Manuel Reina Montilla” y aquí se explican los detalles de aquel suceso.

Don Luis Velasco Fernández-Nieto mostró interés en que yo contara lo sucedido en el citado certamen y aportara dos copias de los respectivos diplomas que se entregaron a Alcalá Venceslada como ganador, curiosamente, de los dos primeros premios con dos de sus cuentos, y el concurso de sonetos con otro suyo… Antes de seguir adelante, le agradezco al señor Velasco Fernández-Nieto la oportunidad que me brinda de poder contar esta pequeña historia. Los investigadores pasamos horas y días, meses a veces, en desvelar sucesos nimios que, en ocasiones, a pocos interesan, pero que son parte de la intrahistoria de nuestros pueblos, nuestros antepasados, nuestra nación y que llevan a conocerlos mejor y, por tanto, a rendirles el homenaje y el cariño que merecen.

Por el destino de este artículo, la revista El Pontón, el lector del mismo sabrá bien de sobra quién fue Manuel Reina Montilla y qué supuso y significa en Puente Genil. Lamentablemente Manuel Reina, ¡cómo tantos otros escritores y personas relevantes de la Historia!, solo alcanzan el calificativo de menores en esa Historia así escrita, con mayúscula, cuando esta no habría sido tal e inviable sin su trabajo, su generosidad, sus empeños, sus errores y aciertos. Hombre polifacético, de quien no conozco su biografía sino grosso modo: político, periodista, poeta y para mí, primera y principalmente, por mis estudios e intereses, fue un relevante impulsor del modernismo español, lo que supone un baño de este en el romanticismo de Bécquer que cimentó la formación del pontanense, junto a otros poetas románticos europeos. Si fue breve la vida Reina, apenas 49 años (Puente Genil, 4 de octubre de 1856-Puente Genil, 11 de mayo de 1905), no por eso fue menos fecunda.

Alcalá Venceslada no pudo conocer en vida a Reina, pero sí que lo había leído. El gaditano Eduardo de Ory, otra persona invisible a la Historia, que tanto colaboró también en la recepción y difusión del modernismo literario, publicó en 1916 una obra sobre Manuel Reina, Manuel Reina. Estudio biográfico seguido de numerosas poesías no coleccionadas en sus libros. En 1917 fue destinado Alcalá Venceslada como bibliotecario a Cádiz y allí junto con Ory fundó una revista, de entre las muchas que este acometió, Vida Moderna, y colaboró en su relevante revista Suplemento Ilustrado de España y América. Ese es el único vínculo fehaciente que hallo entre el pontanense y el andujeño, gentilicio que gustaba usar a Alcalá.

Al margen de lo que el lector pueda leer sobre Alcalá Venceslada en la Wikipedia, voy a dar unas pinceladas de la vida del autor del Vocabulario andaluz, su obra más relevante: la realidad descontextualizada no se llega a entender cabalmente. Es frecuente leer errada la fecha de nacimiento de Alcalá, desplazada al 5 de noviembre de 1883, cuando nació justo dos meses antes, el 5 de septiembre. No es tampoco infrecuente leer que nació en Marmolejo, lo que tampoco es cierto: nació en Andújar, aunque su familia y sus padres tuvieron casa en aquel y este pueblo, pasando el niño Antonio Alcalá su infancia entre Andújar y Marmolejo hasta los 10 años.

Un rasgo relevante de Alcalá Venceslada fue su vida viajera entre los citados 10 años y los 37, que se asentó definitivamente en Jaén en 1920, tras su matrimonio con Isabel Muñoz-Cobo Muñoz-Cobo. Enumero muy brevemente las ciudades y sus quehaceres en ellas por las que pasó en este tiempo: estudió en el colegio de “El Salvador” de los jesuitas en Zaragoza durante dos años; de este colegio pasó a “San Estanislao de Kostka” en el Palo (Málaga) con los mismos jesuitas donde estudió otro par de años; pasó a estudiar interno en el colegio de “Santo Tomás” de Jaén donde terminó su bachillerato; se matriculó en Filosofía y Letras y Derecho en la universidad de Granada, donde fue colegial del Real Colegio Mayor “San Bartolomé y Santiago”; tras cursar los citados estudios durante dos años, se mudó a Sevilla donde continuó estudiando las citadas carreras, con la salvedad de que en la universidad hispalense se podía cursar la especialidad que deseaba: Historia; acabada la carrera de Filosofía y Letras y hasta 1915 viajó con frecuencia entre Sevilla, Marmolejo (donde sus padres ya residían fijos y habían nacido algunos de sus hermanos) y Madrid, donde pasó temporadas viviendo y preparando las oposiciones de Archivos, Bibliotecas y Museos; aprobadas las oposiciones se marcha a Santiago de Compostela como bibliotecario de la Universidad de esta ciudad; dos años después pidió el traslado a Cádiz, donde pasó a ser el director del Archivo provincial de Hacienda; de este pasó a Huelva por unos meses y, por fin, el viajero recaló definitivamente en Jaén, como Director de la Biblioteca provincial entre otros menesteres, pues en Santiago comenzó también a dar clases en el instituto de la ciudad y en Jaén también fue docente en el instituto hasta su jubilación.

Este es un modo de mirar la biografía del Alcalá Venceslada viajero. Sin duda alguna ese continuo viajar y conocer personas de lugares tan dispares, desde su infancia hasta su madurez, le dio un tono y un conocimiento muy profundo y extenso de muchas realidades. Ese saber acumulado en cada ciudad, sus influencias, dieron lugar a la formación que le permitió realizar la labor que llevó a cabo como bibliotecario, escritor, arqueólogo, profesor, lexicógrafo… como persona.

Lector impenitente desde su infancia, afanoso rebuscador de la verdad en todos los ámbitos humanos, intelectuales, etc. hicieron que ya desde niño, estando en Jaén, en el colegio de “Santo Tomás” tuviera la fortuna de hallar un profesor de Retórica que, en mi modesto entender, fue quien le dio el empujón necesario que todo artista, sea del ámbito que sea, necesita para saberse poseedor de un don especial que necesita ser cultivado. Ya entonces, siendo un adolescente, causó admiración entre los poetas consagrados de la ciudad del Santo Rostro la composición de dos largos romances que recitó en su colegio. El primero, titulado Azarque, como ejercicio escolar produjo tanto asombro que se desconfío de que la composición fuera original de un bachiller y como prueba se le pidió que preparara otro para muy pocos días después con el que volvió a sorprender a todos, este llevaba por título Homar y Celinda.

Un último párrafo para no extenderme más en la vida de Alcalá Venceslada y llegar al asunto que me ocupa, se lo quiero dedicar a la relación intelectual y profesional que tuvo este con Francisco Rodríguez Marín. No quiero hacerme pesado, pero el lector curioso, si se asoma solo a la Wikipedia, comprobará la ingente e importante obra en muchos ámbitos de este singular autor menor de Osuna. Fue de este señor de quien Alcalá recibió el espaldarazo para ocuparse de tantas realidades que entonces tenían cabida bajo el nombre de folk-lore y que ya ocuparon toda la vida de Alcalá al margen, y además, de sus empleos. Andalucía y sus manifestaciones culturales, en el más amplio de los sentidos, fueron de su interés y su afán. De este manantial fluyeron sus cuentos, sus poemas y su obra principal y singular, el citado Vocabulario andaluz que ocupó ya, de continuo, desde su paso por Sevilla, toda su vida.

A la altura del pasado medio siglo, Alcalá no ha perdido la ilusión por la creación literaria, pero el tiempo y las enfermedades han hecho su oficio. En el mismo año del que estoy queriendo hablar, 1951, se publica la segunda edición de su Vocabulario, que también había ganado el premio convocado por la Real Academia. En la primera convocatoria de 1930 de los “Premios Conde de Cartagena” fue ganada por Alcalá con la obra citada y también lo volvió a ganar en 1934. Esto sin duda era motivo de felicidad personal y compartida con familia y amigos. Ya tiene a la vista la jubilación que llegará en 1953 e ignora, como todos, que no mucho después, en el 55 tiene una imprevista cita con la muerte.

No olvidemos que aún en estas fechas de 1951 colea la Guerra Civil acabada (?) en 1939. Aún el gobierno de Franco está sin reconocer a nivel internacional, las cartillas de racionamiento siguen usándose en un país donde la autarquía y la necesidad mandan, Europa arrastra también el final de una guerra que recibió de nuevo el calificativo de mundial y ha sido un verdadero cataclismo…

Y llegamos al concurso convocado en Puente Genil. Conocemos el nombre, ya citado, del mismo; conocemos al ganador del premio de cuentos: Alcalá Venceslada; sabemos cuándo se falló; tenemos dos diplomas que dan fe de ello, pero no hemos sido capaces de hallar, de momento el investigador, como el cazador… es hombre de esperanza siempre alerta, las bases del premio por mucho que quienes hemos estado implicados en esto lo hemos intentado.

Si los diplomas dan fe de que Alcalá ganó el primer y segundo premio de cuentos, no tenemos tampoco diploma, ni sabemos si existió, del “Primer premio de sonetos en el Certamen Literario de Manuel Reina” del que tenemos noticias por Industria y comercio[1]. Nos da noticias de ambos Francisco Luque Estrada en su obra, Puente-Genil. 82 años de Historia. 1900-1982[2], quien afirma que el “Certamen Literario tuvo lugar como homenaje a la memoria del Ilustre poeta pontanés, Manuel Reina Montilla, por iniciativa de la ‘Peña Artística Amigos del Teatro’, y bajo el Patronato de Ilustre Ayuntamiento de esta Villa”. La citada “Peña Artística” se había creado en 1950 y no tuvo larga vida por lo que hemos podido averiguar.

El primer premio lo obtuvo Alcalá con uno de los cuentos, Siñor don Gato, y con, Inés la Suavita, consiguió el accésit del mismo certamen.



[1] Ed. Artes Gráficas “La Ideal”, Puente Genil, agosto, 1951, s. nº/p.

[2] Ed. Gráficas "SOYMA' José García García, Puente Genil, 1989, pp. 351.


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