De la alpargata de la postguerra al 600 de los sesenta. |
Las posibilidades de gobierno tras la Guerra
eran limitadas. Se pensaba en una monarquía constitucional de corte liberal
democrático conformada por partidos, ¡¡pero hasta ahí podíamos llegar…!! Franco
desconfiaba absolutamente de la capacidad de los españoles para estructurar políticamente
la nación por medio de partidos. De hecho, a su juicio, en gran medida, la
responsabilidad de la Guerra la tuvieron quienes se habían dividido en
partidos, los dirigentes de estos, incapaces y miopes de ver el bien común.
Bajo ningún concepto podría ser esa la salida. Se barajaron modificaciones y se
llegó a la situación en que Franco gobernara de modo muy semejante al de un
rey.
Ignoraba
servidor que la relación de Franco con don Juan, ya en Estoril, fuera tan tensa
y más continuada de lo que yo pensé. Por lo que deduzco de lo que en esta obra
se escribe: tampoco eran dos personalidades que congeniaran ni tenían una
visión de la realidad semejante. El pueblo en general, tras la guerra, prefería
paz y estabilidad sopada en silencio y hambre antes que más revueltas y el
riesgo de otra guerra. Vinieron mal dados los años posteriores al 39, con
autarquía, el aislamiento, las sequías, la falta de producción, pero la paz fue
muy valorada: a lo peor se hacía verdad el principio de primum vivere…, lo que dicho en román paladino: ande yo caliente… ¡Y Franco -se decía- nos libró de la Guerra Mundial que empezó el 1 de septiembre del mismo 39!
A
partir de ahí Payne y Palacios hacen un estudio bastante pormenorizado (conozco
alguna monografía más detallada) de los equilibrios que Franco baraja con sus
silencios para conformar sus gobiernos. Entre militares y falangistas,
falangistas-militares, camisas viejas y gentes provenientes de partidos de
derechas, conocidos católicos, etc. Si esto fue en los primeros años, con posterioridad
y en retirada relativa de los militares y los falangistas, Franco barajó sus gobiernos con
miembros del Opus Dei (entonces legalmente un instituto secular): no entendía
nada de lo que era esta institución y solo confiaba en estas personas por su
integridaz y honradez. Por una confusión de mi memoria pensaba yo que Carrero era
proclive y benefactor entre las facciones de los falangistas y enemigo de los
miembros de la Obra: al revés, especialmente amigo de López Rodó, a quien
Franco tuvo siempre en gran consideración como persona e intelectual, aunque
tenía ciertas preferencias por López Bravo. Será con ellos con quienes el
régimen se aleja de banderías postbelicistas y se impone la concreción, el
conocimiento técnico y el sacar a España del atraso… ¿Que fue una suerte que
los sesenta fueran años de mejora económica y que en esa cresta de la ola se
subió Franco y los suyos con España…? Es posible. ¿Baraka? Pues sería.
Me
parece ridículo que el General, una vez tras otra, pensara que la nación era un
regimiento y que su administración económica era pan comido. Unos tras otros,
lo que lo trataron, comentan la creencia de Franco de que sabía de economía,
cuando no era así en absoluto. Sus comentarios y sus fervorines sobre el
particular, a ministros y en el consejo de ministros, decían, eran insoportables,
si no risibles.
Para
cerrar esta entrada me parece acertado reproducir aquí un comentario atinado,
se me antoja, sobre el proceso que siguió el régimen de Franco y su evolución.
Escribe el hispanista alemán Walther Bernecker -y así se recoge en esta obra- que los éxitos de los gobiernos
franquistas tienen tres orígenes:
1. Los cambios y mejoras
planificados, buscados, etc. por Franco y sus gobiernos;
2. los cambios y mejoras que no se
buscaron, pero vinieron como efectos colaterales de políticas del Estado, que
fueron asumidos por el propio Franco;
3. cambios que ni fueron buscados
ni aceptados, que sobrevinieron al propio Régimen y que no se pudieron
invertir…
Como la vida misma, supongo.
Y con el 600, calladitos, a la playa... |
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