¿Seis mil tiros en un día...? ¡Ni Franco! |
Recuerdo,
ahora ya de cosecha propia, que iniciados los 70, en ocasiones, se suscitaba la
conversación de qué ocurriría cuando Franco muriese. En la escuela oí hablar de
temores y tambores de guerra. ¿Quién lo sucedería? Todo se calmó mucho con la
presencia de Juan Carlos, normalmente vestido de militar, junto al llamado
Caudillo… Pensé durante años, ahora descubro mi error, que la sucesión había
sido un trato atado y bien atado que venía desde antiguo, pero no lo fue así y
buena culpa de ello la tuvo el don Juan
de Estoril. Ignoraba que Franco hubiera sopesado, en mayor o menor grado,
otras posibilidades distintas de sucesión a las de Juan Carlos de Borbón, que
hubiera pensado en otros Borbones distintos.
Recopilo
ideas sueltas que me he ido dejando atrás. Parece que por temperamento siempre
fue Franco un hombre muy tranquilo. Lo fue ante las balas en África, en plena
batalla, cuando iba delante de sus soldados y lo siguió siendo hasta el final
de sus días, según algunos, pero solo “por efecto de las pastillas”.
Fue
de entre los dictadores de su época el más normal de ellos y quizá también
quien más éxito tuvo, pues al final de sus días bien podía decir que dejó
objetivamente “una sociedad más feliz, próspera, potente y moderna que aquella
de la que se hizo cargo” (p. 625).
“El
ejército en el que sirvió y se forjó era pequeño y mediocre, pero no salió
ningún oficial veterano más capaz que Franco. Produjo oficiales más
inteligentes y otros muchos que fueron más amables y apuestos, y seguramente más populares desde el punto de vista
personal y con mejores conocimientos técnicos, pero ninguno estaba dotado de
esa extraordinaria mezcla de autocontrol, astucia, firmeza en sus juicios,
capacidad profesional, discreción política y capacidad de mando” (p. 625). Y servidor reproduce en los
dos últimos párrafos lo escrito por los autores.
Los
autores del libro, me temo no cazaron en su vida: a quienes le digan, como
escribieron (pp.450-451), que mató Franco en un día 5.000 codornices y disparó
6.000 cartuchos les dirán que es un disparate descomunal: un tiro que se han
dado los autores en ambos pies.
Otras
ideas sueltas que me llamaron la atención: Profetizaba Franco que las
democracias liberales occidentales dejarían paso a sistemas de gobierno
semejante al impuesto por él en España: craso error. Le gustaba el cine
muchísimo y se veían en El Pardo muchísimas películas y con frecuencia y en los
últimos años de su vida se hizo muy adicto a la tele, llegando incluso a tener
dos receptores para poder ver a la vez las dos cadenas que había entonces… ¡no
me imaginé a Franco delante de la tele!
De
sus relaciones con los judíos, con Hitler, con sus generales… algo ya sabía y
en esta obra se recogen creo que con la equidistancia que esperaba de ella (el
sentido común dicta).
Cuando
sea posible… me pondré con ese otro FRANCO
de Paul Preston que, me dicen, nada tiene que ver con el Franco de esta obra…
que les animo a leer, pues mereció la pena. ¡Qué cosas, Amanda!
Se me han hecho largas las seis entradas, a muchos de ustedes también, ¡pero más largos se le hicieron a otros los 40 años del gachón! En fin, que como siempre las risas van por barrios. Un saludo.
ResponderEliminarComo ya te dije, se aprende mucho con lo que escribes. No me imaginaba a un Franco como lo describen estos autores y lo que tú cuentas. A mí me pilló muy pequeño la era de Franco. Tenía seis años cuando murió. Y luego vino la transición, así, con minúscula (no por despecho). Un abrazo, Antonio.
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