La
Guerra: así, con mayúscula. La que algunos llamaron la Gorda, es decir, nuestra Guerra civil del 36 que, como ya he
escrito aquí, se me antoja el mayor error de muchos siglos en esta España que
de continuo anda y se mueve de error en error y de yerro en yerro.
¿Hubiera
habido Guerra si Franco hubiera…, si Sanjurjo no hubiera…, si Mola en el avión…,
si…? Me parece que el historiador debe estudiar lo que sucedió y bien puede
jugar con los preteribles y los futuribles, pero de ahí a la virguería… hay un
trecho. Sea como fuere, si unos forzaron y otros respondieron, si todos
gritaban y no se entendieron, si la guerra la promovió y provocaron intencionadamenteciertas fuerzas de izquierdas con un afán a más largo plazo,
si era verdad que se venían arrastrando problemas desde hacía dos siglos por la
mala digestión del siglo XVIII y la penosa gestión de los Borbones en el XIX,
si la Restauración… y llegó la Guerra. Franco dudó mucho, y
hasta el último momento, en participar en el golpe, pues pensaba que el
Gobierno debería resolver los problemas, pues podía y debía. Es cierto que la
República no fue de su agrado, pero la acató y la hizo acatar a sus
subordinados cuando estaba en la Academia de Zaragoza. Azaña, digamos, no era
su tipo y no parecía ser tampoco su mejor pareja de baile. Dilapidada la
dignidad y prostituida la legalidad solo quedaba la fuerza, como Ortega vino a
decir. El asesinato de Calvo Sotelo, el 13 de julio del 36, actúo de disparador
histórico para que Franco participara en el golpe. Y se inició la Guerra.
No
entro en detalles de movimientos de tropas, etc. Solo hago unos apuntes. La
rebelión de la marinería en los barcos jugó a favor de los sublevados. El
prestigio de Franco sumó fuerzas a un golpe que se sabía que venía: el Gobierno
era consciente, pero no le dio importancia. El transporte de fuerzas como los Regulares
y la Legión y los moros supuso una baza capital. A partir de ahí pretender una
guerra democrática, con respeto a los derechos humanos –aún por enunciar-, una
guerra de salón, etc. es pedir peras al olmo. Fue una guerra fratricida como
quizá no se haya conocido otra en Europa, que se termina intentando convertir
en una guerra de religión (G. Bernanos decía que toda guerra entre hermanos se
termina haciendo en el nombre de Dios).
¿Era
cierto que Franco quería alargar la guerra? Parece que le convenía por motivos tácticos
y por carencia de equilibrio entre sus fuerzas y su abastecimiento; también
Negrín pedía alargar la guerra hasta el esperado inicio de la 2ª Guerra Mundial
que se intuía inmediata. ¿Se alargó por las limitaciones del conocimiento de
Franco sobre las nuevas tácticas militares? Según los alemanes, así era, según
otros puntos de vista, Franco no se equivocó y sabía perfectamente qué hacía. ¿Fue
un error desviarse de la conquista de Madrid e irse a Toledo buscando un golpe
de efecto? Parece que acertó: no tenía fuerzas para asaltar Madrid, ya
reforzado, y lo sucedido en el Alcázar “fue un hecho heroico reseñable de la
raza hispana”. ¿Que las fuerzas nacionales no tuvieron nada que ver con
Guernica? Sobradamente demostrado y debatido y tergiversado. ¿Que Guadalajara
fue una derrota debida a la ineptitud italiana y los tripulantes de los carros
de combate del mismo origen? Visto… No soy entendido, ni Dios lo permitirá, en
estrategia de guerra y combate: servidor solo llegó a cabo segundo en
Infantería de Marina, pero me resulta extraño que un general imbécil e inútil “ganara”
una guerra como aquella, como se ha demostrado, siendo las fuerzas muy
equilibradas, etc. etc.
Desastre
absoluto tras la guerra: salida muy propia de un suceso así. Victoria pírrica
–propia del futbolista del Madrid José Martínez Sánchez, Pirri, como escribió con memorable pifia e ignorancia un conocido
colaborador del periódico de mi pueblo-. La salida no fue para bromas. España
quedó dividida en dos. Aquello no fue un juego y, por tanto, no hubo
adversarios sino enemigos absolutamente viscerales… Se propagó y prolongó desde
el nuevo Régimen el estado de guerra larvado contra los rojos, que no dejaron de aspirar a un retorno muy poco previsible.
Interesante. Se aprende mucho en este artículo. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido Fernando:
ResponderEliminarCuando te embarcas, entiendo, en la lectura de un libro –salvo por circunstancias muy ajenas- es porque se tiene interés en el contenido del mismo: desde los más variados enfoques posibles.
Cuando escribo una entrada en el blog pienso que será de interés para quienes la leen: lo que escribo, la información del libro, o del contenido de este…
Empecé a oír hablar de Franco en los sesenta. En 2015 leo algo en concreto sobre él y llego a la conclusión, amigo mío, de que no son muchas las personas que tienen interés real en saber del Dictador: somos perezosos y nos gusta que la realidad se acomode a nuestros enfoques, nuestros sentimientos, nuestros recuerdos… Pasa con esto y con el concepto de las cucurbitáceas.
Ni quito ni pongo. Lo que he leído en esta obra me ha sorprendido y aún tengo alguna más pendiente por ahí para completar lo leído: me interesa saber de esta persona, de lo que su Régimen me condicionó y nos condicionó (?), de lo que aún nos condiciona –hoy mismo he oído hablar en las noticias de la llamada “memoria histórica”-… y me apasiona la verdad.
Este libro me parece recomendable, me parece una obra en equilibrio… y ya te diré de las siguientes. Aquí ya solo falta una entrada.
Me sugeriste una entrada al blog que me parece interesante: ¿por qué no se lee poesía hoy, o menos que ayer? ¿Es eso real? ¿Por qué, en realidad, si es cierto que se lee poco en general, menos poesía se lee aún? A ver si la enjareto una de estas tórridas tardes de julio…
Un abrazo y gracias por tus comentarios.